En Bolivia varias normas obligan a los empleadores a ofrecer salas cuna adecuadas para promover la lactancia materna y guarderías infantiles. Sin embargo, instituciones y empresas incumplen con sus obligaciones. En el caso de trabajadoras informales, la disponibilidad de los centros de cuidados públicos es aún muy limitada.
Estas son muestras del rezago en la redistribución social de las tareas de cuidado en Bolivia .
“La institución no se hacía responsable de las guarderías, eso lo pagan solo las mamás”. “Había secretarias que llevaban a sus hijos y se metían a ‘Archivos’ para que nadie las viera dar de lactar”. “Me dejaban ir a mi casa a ver al bebé, pero usaba los recreos o puentes”.
Cuando se les pregunta a las madres asalariadas cómo vivieron su maternidad siendo dependientes de alguna institución pública o privada, las respuestas revelan falta de espacios para la lactancia, dificultades en las labores de cuidado de sus bebés y poca empatía de parte de sus colegas de trabajo.
Pese a que existen disposiciones en la Ley General del Trabajo (además de otras normas) para proteger sus derechos, las autoridades no ejecutan mecanismos de control para exigir su cumplimiento.
Espacios de lactancia en Bolivia son inexistentes
Las instituciones públicas y privadas tienen la obligación de “permitir a las madres en periodo de lactancia, llevar a sus bebés a sus fuentes de trabajo y de estudio, para que proporcionen lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida”. Así lo detalla la Ley de Fomento a la Lactancia Materna.
Pero no solo eso. La misma norma, promulgada el 15 de agosto de 2006, complementa esa disposición indicando que las instituciones también tienen la obligación de “adecuar ambientes en los lugares de trabajo y de estudio” con este fin. El objetivo es “que las madres con niños lactantes menores de seis meses puedan amamantar en condiciones óptimas”.
Las madres también pueden optar por no llevar a sus bebés y gozar del “periodo de lactancia” (no inferior a una hora al día). Sin embargo, son ellas las que tienen el derecho a decidir.
En caso de llevar a sus bebés a sus fuentes laborales, los empleadores deben ofrecer un lugar adecuado, de forma exclusiva, para la lactancia.
“Una persona llevaba a su bebé y era ‘incómodo’ para las demás personas que no tenían hijitos. Como ya vimos que ella la pasaba mal, nosotras preferimos no llevar a nuestros bebés”, comenta Alba B.
Como todos los funcionarios compartían una sola oficina, llevar a un bebé no era una situación sencilla.
No hay salas cuna ni guarderías
“Dejan llevar al bebé al trabajo hasta un año, ya después no es permitido. Pero las mamás nos damos modos y llevamos nomás al bebé”, menciona una extrabajadora del Órgano Judicial, Machi. M.
Sin embargo, normas como la Ley General de Higiene, Seguridad Ocupacional y Bienestar, entre otras, prevén la instalación de guarderías y salas cuna. Estos espacios son obligatorios para empleadores que cuentan con más de 50 trabajadoras.
“Cuando trabajaba en el Tribunal había secretarias que llevaban a sus hijos y se metían a archivos para que nadie las viera dar de lactar”, recuerda Machi.
Las salas cuna y de lactancia deben ofrecer un espacio adecuado, apartado y exclusivo, en el que no se realicen otras actividades.
Según la Guía sobre espacios seguros y acuerdos flexibles para la continuidad de la lactancia en el lugar de trabajo de Unicef para Bolivia, en tiempos de pandemia estos espacios además deben tener buena ventilación y limpieza.
¿Por qué es importante la lactancia materna?
Según Unicef, la lactancia materna ayuda a evitar enfermedades agudas y crónicas, como diarrea, infecciones respiratorias y otitis media.
Por ende, la lactancia materna ayuda a disminuir la mortalidad infantil. Se estima que la lactancia materna puede salvar, cada año, la vida de 823 mil menores de cinco años en todo el mundo.
Es por todo esto que a nivel nacional e internacional se promueve la lactancia materna de forma exclusiva durante los primeros seis meses de nacido vivo. En los hechos, para las madres trabajadoras, es difícil conseguirlo.
En el caso de Alba, debido a las dificultades que tuvo para dar de lactar continuamente a su bebé, su cuerpo dejó de producir leche. Entonces tuvo que alimentarlo con fórmulas casi desde su nacimiento. Este insumo no es cubierto por los seguros sociales.
Estos sucedáneos de la leche materna solo se usan si son requeridos por algún problema de salud. Su promoción, publicidad y difusión es sancionada por la Ley de Lactancia Materna y su reglamento.
Redistribución de las labores de cuidado y licencias de paternidad
Las labores de crianza de les niñes, limpieza y alimentación, entre otras, son asignadas a las mujeres como obligaciones familiares. Una carga que amplía la brecha de ocupación laboral entre hombres y mujeres.
Estas condiciones de desventaja son también fomentadas desde el Estado. Principalmente a través de normas que arrogan a las madres el cuidado de recién nacides y niñes. Los varones no son considerados para el cumplimiento de las tareas de cuidado.
“Tenemos una imagen de que el hombre es más bien el proveedor. Entonces, antes de ingresar al mundo del trabajo existe esta división. Esta forma de exclusión se va reproduciendo (también) cuando las mujeres ingresan al mundo laboral”, comenta Verónica Paz, coordinadora de investigación y políticas de OXFAM Bolivia.
“Existen una serie de creencias y de imaginarios que plantean que el mundo del trabajo doméstico y de cuidado (ocuparse de los niños, personas ancianas, personas con discapacidad, tareas de limpieza, todo lo que implica sostenibilidad) son (obligaciones) de las mujeres”.
Según la investigación Tiempo para cuidar de Oxfam, siete de cada diez mujeres afirman que cargan con una mayor responsabilidad en las labores de cuidado. En el caso de los varones, solo uno de cada 10 siente esa sobrecarga.
A esto se suma, explica Verónica, el hecho de que las normas laborales en Bolivia son “de corte familiarista y asignan a las mujeres la responsabilidad del cuidado”.
Este modelo familiarista frena la redistribución social de las labores de cuidado y las sigue recargando en las mujeres. “Es necesario que el Estado promueva la sostenibilidad de centros de cuidado públicos, gratuitos y de calidad”, acota Verónica.
Asimismo, la experta comenta, como ejemplo, que “las bajas por maternidad son más largas que las de los hombres por paternidad”.
En el país se reconocen 45 días de licencia por maternidad, antes y después del parto, pero solo tres por paternidad.
En el contexto de América Latina, Bolivia se encuentra entre los países que mayor cantidad de semanas de licencia por maternidad, pero entre los más bajos por paternidad.
Sin embargo, ningún país de Latinoamérica cumple lo recomendado por la Organización Internacional del Trabajo: un mínimo de 14 semanas de licencia remunerada por maternidad.
¿Y qué pasa con las trabajadoras no asalariadas?
Las mujeres asalariadas están amparadas por la Ley General del Trabajo para contar con una baja médica de 45 días antes y 45 días después del parto, la hora de lactancia y el subsidio de maternidad. Sin embargo, la mayor parte de las mujeres trabaja en el sector informal y no accede a esos beneficios.
En Bolivia hay más de 3.8 millones de mujeres mayores de 15 años. Más de la mitad de ellas (58.6%) son madres de al menos un niñe.
Según la Encuesta de Hogares 2015 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), cuatro de cada 10 madres están desocupadas. Esta cifra contrasta con el 91.3% de padres que sí tienen un trabajo.
“Las trabajadoras del sector informal son este gran ejército de mujeres que están en el comercio, sector gremial o de servicios que son casi el 80% de la población femenina”, comenta Verónica Paz.
Para la investigadora, el desafío del Estado es “mejorar las condiciones de ingreso para esas trabajadoras y trabajadores por cuenta propia que no logra insertarse en condiciones laborales dignas, que no tiene protección social de largo plazo, que no tiene seguro de salud de corto plazo y que todavía tiene enormes vulneraciones de sus derechos laborales”.
Sumado a este escenario de desigualdad y desprotección, aún resta saber cómo la pandemia ha afectado a las madres trabajadoras.
Según OXFAM, hasta julio de 2021 la crisis derivada del COVID-19 se tradujo en que 241 mil mujeres perdieran sus empleos. Esta cifra es un 20% más alta que en el caso de los varones.