La historia feminista en Oruro no tiene cinco ni 20 años. En 1921, hace más de cien años, en esta ciudad, se fundó la primera revista feminista del país. A finales de los 90, una orureña formó parte del núcleo fundador del icónico colectivo Mujeres Creando.
Actualmente, las mujeres orureñas se acuerpan en organizaciones feministas con una gran diversidad de miradas, edades e ideas.
“Esas son las locas, esas son las lesbianas”, escucharon al entrar al local. Eran las únicas mujeres, además de la dueña del local. Mónica dice que sintió miedo por lo que podrían hacerles.
Los borrachos, desperdigados en un boliche abarrotado, pedían que las echen. Una de las compañeras de Mónica quería enfrentar a los agresores. El resto no se decidía.
Finalmente, tuvieron que abandonar el café. La dueña se los pidió. Los agresores celebraron la retirada de las feministas. Por entonces, a finales de los 90, Mónica formaba parte del núcleo activo de Mujeres Creando en Oruro.
No solo eso, Mónica Mendoza había sido fundadora del icónico colectivo feminista en La Paz.
Mónica conoció a María Galindo y Julieta Paredes en una serie de movilizaciones sociales, a mediados de los 90, en las que coincidían y reivindicaban a las mujeres y su perspectiva política.
Mónica recuerda, en particular, una historia en la que distintas lideresas políticas se unieron para respaldar y salvaguardar la vida y lucha de Vilma Plata. La mítica dirigente troskista del magisterio había declarado una radical huelga de hambre, dura y seca.
Actualmente, Mónica Mendoza trabaja como docente universitaria en la carrera de Comunicación de la Universidad Técnica de Oruro. Ella cree que son necesarias otras y nuevas perspectivas desde el periodismo. Cree que la comunicación es una herramienta eficaz para transformar la sociedad. Ese es su principal horizonte como maestra.
Algo que asome el espíritu transgresor e interpelador que podía leerse en Mujer Pública. Así se llamaba el semanario de Mujeres Creando que se publicaba y difundía, por aquellos años, en varias ciudades del país.
Mónica recuerda que las publicaciones de Mujer Pública muchas veces les costaban una condena social conservadora. Incluso llegaron a romper vínculos con amigos y familiares.
“A una de ellas (de las integrantes de Mujeres Creando en Oruro), su familia le prohibió reunirse con nosotras. Otra acabó divorciándose. A mí me hacían problemas en la Universidad”, recuerda Mónica sobre el acoso que sufría el movimiento feminista en Oruro.
Tal como sucedió con el colectivo Mujer de Plata en Potosí en agosto de 2021, unos 25 años antes, las feministas orureñas también fueron perseguidas e incluso detenidas por manifestarse y hacer grafitis reivindicativos.
Mónica estudió en el Liceo Pantaleón Dalence. Una escuela que este 2022 cumple 100 años. Oruro tiene al menos media docena de estos “liceos de señoritas”. Centros educativos a los que asisten solo mujeres.
Uno de los más antiguos y reconocidos es el Dalence. “El colegio de las imillas”, dice Mónica, reivindicando el carácter popular de sus aulas.
“Oruro es una sociedad muy conservadora”, comenta Mónica, al recordar muchos otros incidentes con los que tuvo que lidiar por enfrentarse al machismo local.
Sin embargo, a lo largo de la historia orureña, siempre pueden encontrarse fulgores de rebeldía, solidaridad, rabia y alegría. Como los de Mónica, como los de Laura Villanueva o los de Betshabé Salmón.
Feministas en Oruro, 1921
Como aquellos “opúsculos” literarios protofeministas que surgieron en Oruro a principios del siglo 20 en la poesía, ácida e hilarante, de Hilda Mundy (el seudónimo usado por la escritora Laura Villanueva).
Más aún con la fundación de la primera publicación feminista de Bolivia: Feminiflor.
Feminiflor llegó a las calles de Oruro por primera vez en 1921, un año antes de la fundación del Liceo Pantaleón Dalence. La revista fue fundada por Betshabé Salmón Fariñas, una de las primeras mujeres bachilleres del país.
A diferencia de Mónica, Betshabé no formaba parte de las imillas. Sin embargo, su impronta fue fundamental para impulsar una discusión feminista y progresista en las primeras décadas del siglo XX en Oruro.
Betshabé Salmón fue fundadora del Círculo Artístico Intelectual de Señoritas de Oruro. Pero, según contó ella misma muchos años después, la “frivolidad de sus primeras reuniones” desató la creación de Feminiflor.
En las páginas de la revista no solo se comenzó a escribir de las reivindicaciones de las mujeres por aquellos años (principalmente, el derecho a la educación y al voto), sino que se habló abiertamente sobre feminismo.
Según una recopilación publicada por la Revista Muy Waso, en 13 de los 25 números, en Feminiflor hay al menos 32 artículos dedicados a mujeres y feminismos.
Desde Feminiflor también crearon una agitación social con ideas como la del concurso del hombre más feo de Oruro. Una provocación crítica contra los certámenes de belleza a los que se sometía a las mujeres.
Al igual que Mónica, unos 80 años después, entre los 90 y los 2000, Betshabé Salmón, Nelly López y Laura Graciela de la Rosa, sufrieron ataques conservadores y reaccionarios.
Esto las obligó a aclarar que ellas no defendían un “feminismo malentendido” y a naturalizar ciertos roles y estereotipos impuestos a las mujeres “de sociedad”. Pese a todo, su lucha y su aporte a la historia feminista boliviana es invaluable.
2021: feministas en Oruro 100 años después
Cien años después de la fundación de Feminiflor, apareció en Oruro la colectiva feminista La Tribu. Vania Delgado es su fundadora.
Ella es ingeniera comercial, pero actualmente también estudia Derecho. Una carrera motivada por su activismo y su interés de luchar por la vida y los derechos de las mujeres.
La Tribu fue una de las colectivas más activas durante la más reciente movilización por el 8M en Oruro. “Nosotras intervenimos con información y las convocatorias”, dice Vania.
Agrega que el mérito de las marchas, cada vez más masivas, “es de las compañeras que deciden salir a las calles”.
El pelo de Vania está alborotado por el viento. En su mano izquierda lleva los carteles de su colectiva. En la derecha, tiene atado un distintivo feminista en un lila encendido. Ella no nació en Oruro, pero confiesa que tiene mucho cariño por esta ciudad.
Pero, al igual que Mónica, Vania dice que tuvo que tuvo algunas discusiones con amistades por su militancia feminista. “Una no pierde amigos, sino que tiene un espacio más seguro”, comenta.
Las integrantes de La Tribu se organizan y activan principalmente a través de publicaciones en redes sociales. Un formato que replica, de alguna forma, las impresiones de Feminiflor en la segunda década del siglo XX.
Pese a que una de sus principales labores es la de la justicia social a través de escraches contra agresores de toda índole, Vania dice que hasta el momento no sufrieron ningún ataque ni agresión.
A diferencia de otras ciudades, explica Vania, en Oruro no encontraron resistencia de grupos ultraconservadores y antiderechos.
“Hemos hablado sobre aborto en las marchas y no sufrimos ataques”. Vania dice que aunque la sociedad orureña es “cerrada” a ciertos temas, sí es posible entablar un diálogo.
Vania comenta que la organización y movilización feminista reemergió a la esfera pública orureña en 2020. Durante la pandemia, a diferencia de lo que se podría imaginar, lograron reforzar lazos e incluso realizar acompañamientos a víctimas de violencia.
De acuerdo con datos de la Fiscalía General del Estado, 26 mujeres fueron asesinadas durante los 71 de la cuarentena de 2020 en Bolivia. Además, se registraron 2,935 denuncias enmarcada en la ley 348, que debe garantizar una vida libre de violencia para las mujeres.
Durante la primera mitad del mismo año, Oruro fue el tercer departamento con más feminicidios (siete), tan solo por detrás de La Paz (20) y Santa Cruz (10).
Desde aquel año, se conocen al menos otras tres colectivas feministas. Warmi Yuyainin, Wayna Power y las Feministas Humanistas son algunas de ellas.
Actualmente, La Tribu tiene más de 30 integrantes. La mayoría tiene entre 20 y 25 años, pero “también hay adolescentes de 15, 16. Hasta mujeres de 40 o 50 años”, cuenta Vania.
El 31 de enero, como en el resto del país, las organizaciones de mujeres, colectivas feministas y activistas independientes tomaron las calles del centro orureño. Protestaron contra la corrupción judicial y todo el aparato patriarcal de la Justicia boliviana.
Vania también participó de la movilización y se emociona al contar que cada vez son más.
Mónica Mendoza, la fundadora de Mujeres Creando, al recordar la militancia feminista en el Oruro de los 90 contaba que «eran cuatro o cinco locas». Gracias al impulso y la fortaleza de ese grupo, la historia cambió: miles de mujeres en Oruro, actualmente, están dispuestas a la lucha, en las calles y en las plataformas digitales.
Vania está segura que el feminismo orureño, dentro de poco, tendrá “mucha más relevancia simbólica” en el contexto nacional. Desde su experiencia, dice que se está conformando un bloque importante de estudiantes, universitarias y profesionales feministas.
Por el momento, su plan es ofrecer más información y capacitaciones sobre feminismos. Además de fortalecer sus redes de acompañamiento psicológico y legal a mujeres víctimas de violencia patriarcal.
La diversidad de edades, orígenes e ideas es una constante del feminismo boliviano en los últimos años. El más reciente reportaje nacional de periodismo feminista de la Revista Muy Waso es un reflejo de esa «mixtura de rostros y remix de voces».
Juntas, revueltas y organizadas, las feministas orureñas y bolivianas toman las calles, las redes y las plazas. No hay vuelta atrás, el futuro es feminista.