Mujer de Plata es el único colectivo feminista independiente en Potosí. Realizan obras de teatro, talleres y brindan ayuda emocional, jurídica y psicológica a mujeres víctimas de violencia machista. En 2021 fueron nombradas personas no gratas por el Concejo Municipal potosino.
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Todo comenzó cuando Evelyn Callapino estaba en su trabajo como docente universitaria. Sus compañeras la llamaron «urgente» para que prendiera la televisión.
En la pantalla aparecía Jhonny Llally, el actual alcalde de la Villa Imperial, surgido en el Comité Cívico Potosinista.
Llally, en sus declaraciones, comparaba a las activistas de Mujer de Plata con el grupo parapolicial Resistencia Juvenil Cochala. Repetía, una y otra vez, que serían castigadas por lo que habían hecho.
La noche del 26 de agosto, antes de que comience el ataque reaccionario, las integrantes de Mujer de Plata habían estado reunidas con la activista María Galindo. Cenaban, en una especie de celebración, luego de la presentación en Potosí del libro Feminismo Bastardo.
Al día siguiente, Potosí amaneció con un par de nuevos grafitis. En ellos se apuntaba a autoridades judiciales e instituciones por su inacción en los casos de feminicidio, violación y violencia machista.
Con una celeridad poco usual, el Concejo Municipal potosino declaró como personas no gratas a las feministas Mujer de Plata y María Galindo. Poco después, Llally y el concejo se movilizaron por separado para presentar una denuncia penal contra ellas.
Pero los ataques en contra de las feministas no llegaron solo desde la Alcaldía u otras autoridades. Buena parte de la población potosina volcó su odio patriarcal contra ellas.
“En los micros decían ‘a las Mujeres de Plata las vamos a violar, porque como son no gratas nadie va a reclamar por ellas’” recuerda Evelyn.
“En nuestra página (de Facebook) nos decían de todo, nos decían cosas terribles”.
Los ataques y el perjuicio a su activismo
Las llamaron delincuentes y destructoras del patrimonio. Las acusaron de pintar paredes que ya estaban pintadas con al menos 400 otros grafitis. La diferencia estaba en que el resto de los garabatos no denunciaban el machismo institucional potosino.
“Han generado amenazas, o sea de forma directa. Me han amenazado a mí, principalmente, porque soy la más visible. Y obviamente nos ha perjudicado hartísimo. Por ejemplo, a Ivana (Estrada) prácticamente ya no le querían contratar”, relata Evelyn.
Otro de los efectos nocivos de la ola antifeminista desatada por las autoridades potosinas fue la reducción en el número de colaboradoras de Mujer de Plata.
De los siete comités que tenían para atender distintos problemas de la población potosina, se vieron obligadas a eliminar cuatro. Incluso así, fue muy duro para ellas mantener operativos todos los grupos de ayuda.
“Muchos de nuestros integrantes son menores de edad. Son jovencitos o jovencitas que han sido prohibidos, prohibidas, de ser parte de Mujer de Plata”, lamenta Evelyn.
Sin embargo, la organización feminista tiene como meta rearticularse y no solo recuperar aquellos siete comités, sino llegar a unos 10.
También tienen un proyecto para conseguir una casa o ambiente propio para poder trabajar con sus comités al servicio de las mujeres potosinas.
Por lo pronto, abrazan la denominación de no gratas. “Nosotras nos hemos declarado personas no gratas o mujeres no gratas para el machismo”, afirma Evelyn.
Ayudando a las habitantes del cerro
En la cima de una geometría ahora deforme, en cuartos improvisados en bocaminas y alrededor del Cerro Rico de Potosí viven cientos de mujeres migrantes que trabajan y se encargan de sus hijos.
Las integrantes de Mujer de Plata, en una de sus visitas al Sumaj Orcko, notaron algo que las preocupó.
“Muchas habíamos visto a jovencitas de 17, 18 o 20 años que ya estaban con una, dos y hasta tres wawitas”, cuenta Evelyn.
Así nació la idea de brindar talleres de educación sexual y planificación familiar. Pese a la negativa de muchos hombres que, por su machismo, se negaron al hecho de que sus parejas usasen métodos anticonceptivos.
Desde Mujer de Plata se contactaron con IPAS Bolivia y la Fundación Musol, a cargo de Ibeth Garabito. Así consiguieron el espacio para realizar los talleres.
Cuando la pandemia golpeó a las habitantes del Cerro Rico, habilitaron una cuenta bancaria para poder recaudar comida y elementos de bioseguridad para las mujeres.
El Teatro de las Oprimidas
Hace unas décadas, en un Brasil setentero y dictatorial, llevaban a Augusto Boal hasta un avión para exiliarlo. Al dramaturgo y escritor carioca se le había ocurrido enseñar a liberarse usando el Teatro de los Oprimidos. Se trataba de una herramienta creada por él para que la gente rompiera las cadenas de la opresión a través del arte.
La historia de Boal se la contaron a Evelyn cuando estudiaba Ciencias Políticas. Entonces decidió que era una de las primeras cosas que debían hacer en el colectivo Mujer de Plata.
A diferencia del teatro convencional “el Teatro de las Oprimidas”, como ellas lo rebautizaron, busca recoger experiencias de los espectadores para hacer el guion. Se realiza en espacios poco convencionales: en la calle, en colegios y, básicamente, dónde se pueda y se deba.
“No son guiones armados o ya hechos. Los guiones se arman y se cambian también. Es decir, son círculos donde puedes emitir tus opiniones, las experiencias de tu familia, de tus amigas, de quién sea. Entonces va identificando (la violencia)”, explica Evelyn.
Gracias a un fondo otorgado por Apthapi Jopueti y un acuerdo con los colegios de convenio de Fe y Alegría, las integrantes de Mujer de Plata recorrieron varias unidades educativas. Además, se emplazaron en la Plaza 10 de noviembre para recrear las agresiones, las preocupaciones y esperanzas de toda una generación de mujeres.
Las capacitadoras que hicieron posibles los ciclos de teatro fueron Ivana Estrada, Jimena García y María René Soria.