Un día antes del triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina, los libertarios de nuestro país celebraban, premonitoriamente y entre pollo asado, agua en termos y aire acondicionado, un encuentro libertario en Bolivia. Una especie de anuncio de este movimiento como la nueva alternativa política frente al gobierno central.
Milei será el presidente que gobernará Argentina, desde el 10 de diciembre, durante los próximos cuatro años.
Ganó las recientes elecciones desde una postura antiestatista y antikirchnerista, en un escenario de populismo libertario que lo convirtió en el “mesías” que, supuestamente, salvará a Argentina de una larga y profundizada crisis económica.
Milei ganó sin esperar a que el “individuo se incluyera” en su proyecto político. Convocó al individuo apelando a un sentido emocional “anti-casta”.
Estas “necesidades vacías” se llenaron de emociones, incluso desde sectores populares, aymaras, entre ellos. La indignación y luego la esperanza fueron los elementos que utilizó, directa o indirectamente, a partir de un discurso populista, como expresión de la “voluntad del pueblo”.
La dolarización y el cierre del Banco Central, temas sumamente relevantes para la política argentina, se sumaron al debate de forma secundaria, porque son racionales.
En Argentina existe un populismo de derecha y liberal, está claro.
Milei triunfó en Argentina desde todos estos elementos y otros tantos más. Pero, ¿qué pasa en Bolivia con los libertarios?
El “Encuentro por la Libertad” en Santa Cruz
El 18 de noviembre se desarrolló, en la ciudad de Santa Cruz, el Encuentro por la Libertad, organizado principalmente por Antonio Saravia Tapia, un economista recientemente visible en los espacios políticos y cuate del Carlos Sánchez Berzain. Algunas fotos de su encuentro con él circularon en Twitter entre desagrado y simpatía.
Metafóricamente, o incluso como un interesante ejemplo de la “mano invisible”, ese mismo día se intensificó aún más el aire infectado de bosque carbonizado en el ambiente cruceño.
El evento se desarrolló durante todo el día en el salón de eventos Sirius. El costo de la inscripción fue de 30 pesos: incluía almuerzo y refrigerios.
Según Saravia, el encuentro fue realizado gracias a donaciones. O sea, un patrocinador dio algo y alguno dio lo otro: un apthapi libertario.
¿No hubiera sido más libertario que alguien se lleve sus alimentos y pena por el que no lleve nada? El que se muere de hambre es porque quiere.
Asistí al evento y al llegar hubo muy poco control en el ingreso. Aire acondicionado en un salón, carpas en el patio y otra vez la “mano invisible” de la contaminación del aire entrando en los pulmones. .
Viejóvenes libertarios
Debo decir que el trabajo de organización y logística estaba liderado por jóvenes. A ellos los veías vendiendo poleras o pines, o recibiendo a los participantes en la entrada o repartiendo los refrigerios.
En el salón principal fue diferente: veías a los más adultos liderando las disertaciones y sentados en primera fila. Calvas y canas combinando con sus camisas blancas y su piel pálida. Rostros arrugados, barbas acumuladas y pestañas postizas con decorativos maquillajes eran los que se emocionaban y decían: «¡ya, rápido, a la pregunta!», cuando alguien alargaba su tenencia del micrófono.
Aunque el evento tuvo como disertantes a jóvenes, formados teóricamente en el liberalismo, las mayores ovaciones se las llevaban los adultos conferencistas. Pese a que los jóvenes llegaban a conclusiones más debatibles, más allá de repetir el eslogan de “¡viva la libertad, carajo!” (sin sentido alguno) o de las infaltables críticas al MAS.
De hecho, como curiosidad, los adultos vestían, como dije, camisas blancas en su mayoría. Por el contrario, los más jóvenes tenían otra identidad en su ropa: el color negro.
A pesar de que las conferencias caían en el reduccionismo antimasista, el antiestatismo, anticaudillismo o el cruceñismo añejo del 2008 (sí, Branko, esto va por ti) o anécdotas innecesarias (como una de Antonio Saravia), hubo algo que sí los unía: el discurso de lo “ideal”. Un discurso que también los llevaba a contradecirse mutuamente.
Idealismo y muy pocas nueces
Hablé con algunos disertantes durante el almuerzo, les pregunté quién es el sujeto político a quien debe dirigirse el liberalismo para generar representatividad y convocatoria.
La respuesta fue que “el liberalismo no incluye”: el sujeto debe tomar la decisión de ser parte (como por arte de magia, supongo).
En un pequeño cabildo, de los muchos que se formaron en el patio, pregunté si hay liberalismo populista. La respuesta fue que no, que más bien había que eliminar el populismo. Algo que se puede asumir como una pretensión de ser “políticamente correctos”.
Entre los disertantes, vestidos de camisas blancas y de negro, había un discurso de romper con el “liderazgo mesiánico” o con el “líder salvador”. Una contradicción total con el mileísmo argentino, con el que se identifican algunos libertarios bolivianos, y también con el mesianismo de otras figuras como Jair Messias Bolsonaro.
Una persona del auditorio cuestionó a los disertantes: Milei dice que, en vez de acarrear ovejas, deberíamos despertar al jaguar.
—¿No era al león?— le susurró un joven a su compañero de al lado,
—Sí, pero esto es Bolivia— le respondió.
¿A quién hay que “despertar”? ¿Al jaguar? ¿Al puma andino? ¿O al capiguara?
Se nombraba a Milei entre conversaciones, hablamos de Bukele en algunas charlas (aunque éste es más bien estatista) y se generaban todavía más confusiones para mí.
Identifiqué una juventud más “trotskista” liberal (idealista sobre cómo debería ser la estructura del poder y el Estado) y una rancia generación cruceña antimasista.
Pero la pregunta principal es: ¿quiénes estaban debatiendo sobre estas cuestiones? Los blancos, sin distinción generacional.
No lo expreso desde un racismo contra el q’ara, pero es evidente que el “liberalismo” no puede convocar a sectores populares o personas que vivan más allá del Cuarto Anillo. Nada de comerciantes, los “mañaneros” y mayoristas, siendo que éstos, en la práctica, contemplan una dinámica liberal.
Y no lo digo yo únicamente. Fernando Untoja también nombró al aymara como un sujeto liberal en su exposición.
No te olvides de los alteños, Quya
Después de la participación de Branko Marincovic sobre la dicotomía forzada entre la dictadura y la libertad/democracia y el discurso anti estatista de Untoja, les pregunté a ambos: entonces, ¿quién es el “sujeto político liberal”?
Porque se nombra a los aymaras, pero en el evento solo hay una clase media acomodada SIN AYMARAS.
¿La reacción? Un Untoja indiferente a la pregunta, a pesar de que se la repetí en la hora del almuerzo y delante de muchos que se sentaron a discutir con él temas políticos.
Cosa curiosa, Fernando Untoja es un aymara liberal, su discurso siempre fue contundente sobre la importancia del colla como sujeto político en el liberalismo. Pero esta vez no quiso reafirmar aquella idea.
Marinkovic, enfocó toda su disertación en el discurso cruceño (porque no conoce otro), dio una respuesta que fue ovacionada más por darme la contraria que por su lucidez: somos bolivianos y que alguien sea aymara o no, no puede ser parte de la discusión.
“¡Fueron alteños de la UPEA al evento!, no te olvides, Quya”.
El alteño viajero
Sí. Varias veces los coordinadores, entre ellos Antonio Saravia, nombraban que alteños habían viajado alrededor de 18 horas para el encuentro de libertarios. La gente los aplaudió cuando llegaron.
Recibieron una felicitación por cruzar el país a través de paisajes insufribles de humo y calor. Y ese viaje fue el único mérito que destacaron el resto de asistentes.
Sólo estuvieron ahí simbólicamente.
Los veías agrupados en los últimos asientos de un rincón, ventilándose el rostro con la hoja del programa y otros papeles. Rojizos y sudando, sin que ningún coordinador los invitase a decir algo y sin ninguno de ellos en la mesa junto a otros panelistas, manifestando sus ideas.
La izquierda tiene al “indígena folclórico” y el liberal parece enorgullecerse de tener al “alteño viajero”.
Hablé con esos alteños: son jóvenes de 21 y 22 años, estudiantes de Economía, comerciantes y de negocios familiares. Casi ninguno de ellos se identificó como libertario o conocía el liberalismo, pero querían “explorar” otras ideas.
Una de ellas fue muy honesta conmigo:
—Yo vine porque dijeron que estaba pagado todo y quise conocer los temas que iban a tratar.
Me parece legítimo, son jóvenes queriendo conocer más allá de El Alto. Ojalá hubieran tenido voz en el evento.
La “batalla cultural”
Pasando a otro tema, voy a decir esto con todas las críticas que pueda recibir, porque ya lo he dicho antes: el progresismo no es una construcción de lucha desde Bolivia y no responde a su contexto. Es una copia del progresismo mexicano, pero principalmente argentino, por su cercanía geográfica.
Los pañuelos verdes, el movimiento proaborto, el lenguaje inclusivo, el #MeToo… son agendas activistas traídas desde Argentina y convocan a movimientos más acomodados. ¿Que viven una situación de desigualdad? Sí, pero no convocan a los sectores populares o de clase trabajadora con menos privilegios.
Y así como el progresismo es una copia, su contradiscurso también lo es (pero malísima) de los grupos “provida” o conservadores (como Agustín Laje).
En el evento, hubo una mesa denominada “Batalla Cultural”, en la cual los disertantes afirmaban que la educación sexual integral era una imposición que promovía la “promiscuidad” en los niños. O que la familia, de “naturaleza divina”, estaba siendo destruida por grupos feministas y la comunidad LGBTI+.
Estas activistas “profamilia” y antifeministas negaban la existencia de la desigualdad de género. Argumentaban, más bien, que las mujeres somos privilegiadas por la ley. Pero recibieron muchas críticas y cuestionamientos, principalmente de jóvenes e, incluso, de la pensadora cruceña Susana Seleme. Sin la condescendencia de Untoja y fiel a su postura, Seleme se enfrentó al panel identificándose como parte de la lucha feminista. Hizo una invitación a leer la historia del feminismo y cuestionó:
—¿Me aceptan como feminista? Yo a ustedes las acepto, por eso las he escuchado.
Bolivia
El error de los libertarios, al igual que el de la izquierda y el progresismo local, es pensar que los problemas que atraviesa Bolivia son los mismos que vive Argentina u otro país (mujeres, LGTBI+, la economía…).
O asumir que la población boliviana anhela un Estado ausente.
Milei tuvo que moderar su discurso de “privatización” en la última etapa de su campaña. Se vio obligado a “garantizar” educación y salud públicas tras su elección. Ya sea por la “campaña de miedo” que lideró Sergio Massa o porque la gente no quiere perder derechos constituidos a partir del Estado.
Lo que fuese, generó en Milei un discurso diferente que limitó su postura anarcocapitalista. Una mirada que no se considera en el debate del actual liberalismo boliviano.
Mucho idealismo que rompe con el mileísmo y que tampoco termina de aterrizar en la realidad boliviana.
Este liberalismo reduce al sujeto como un ente que busca sólo acumular capital, que se aferra a su propiedad privada o que es “individualista”, reduciendo su marco a lo económico, viéndolo como un número más que añadirle al capitalismo.
Las señoras “negacionistas”
Una de las varias anécdotas: después de que realicé mis preguntas, salimos al patio en la hora del refrigerio. Una señora se acercó por detrás y dirigió su voz hacía mí: “estos centralistas, sólo vienen a arruinar el evento”.
Pocos minutos después, otra señora hizo algo similar: “estos resentidos…”
Puedo decir que el encuentro de libertarios busca participar de la política tradicional como partido y con la bandera de “la libertad”. Seguramente, más ahora que Milei es el presidente electo de Argentina.
Pero no se engañen, no tiene una lectura adecuada del país, ni siquiera sabe con qué discurso debe dirigirse a su población meta (ni siquiera sabe quiénes son). No tiene una lectura sociológica del país y por eso su negacionismo al hablar de clases, de los aymaras o de lo popular e incluso del machismo y otros problemas reales.
Es un movimiento en pañales. Dudo que despegue como piensan, quizá a largo plazo sorprenda más, solo si generan cambios significativos en su movimiento.
Estoy de acuerdo con Gustavo Calle cuando dice que Milei en Argentina no representa el fin del mundo: la democracia implica entender que no siempre ganan los candidatos que uno desea.
«Lo único que tienen»
En lo personal, es necesario comprender el proceso de los argentinos, en lugar de culparlos por su decisión mayoritaria. También es importante nuestro propio proceso, en Bolivia, con todas sus contradicciones y desventajas.
Tanto la izquierda como el progresismo están cometiendo graves errores por su escasa vinculación con la realidad boliviana.
Así como el indianismo idealizó a su sujeto político de “liberación” —el indio—, el liberalismo se idealiza desde la teoría, pero sólo desde ahí. Ni siquiera son el sujeto con potencial para articular un proyecto político sólido.
Hoy pueden ser aquellos que visten de negro y mañana nuevamente se sentarán a escuchar conversatorios sobre liberalismo, enfundados en camisas blancas.
No se llega al poder sólo con ideología, pero hasta el momento es lo único que tienen.