Recientemente se estrenó el documental Siempre Vivas. Sus primeras presentaciones se realizaron en las calles.
La directora de la película cuenta como un grupo de caporal violentó una proyección dedicada a víctimas de feminicidio e infanticidio.
No es novedad hablar de cuán normalizada está la problemática del feminicidio e infanticidio en nuestro país. Medios de comunicación que muestran solo morbo, policías que agregan números como partida de cacho. Impunidad tras impunidad y una densa cortina de caporal. Sí, caporal.
El pasado viernes, a modo de quitar la hegemonía de salas audiovisuales, nos animamos a presentar el documental Siempre Vivas. Trabajé en él como directora.
El documental habla del tejido social, la memoria y el honrar a las almas víctimas de feminicidio e infanticidio. Junto a sus familias y desde la música ancestral, con una comunidad de mujeres: las Pankaritas del Viento.
En la primera función, pude contemplar miradas, familiares de las almitas expectantes, el equipo del proyecto, y transeúntes que meditaban. Llanto de pura emoción.
Me hizo pensar que necesitamos reflexionar sobre la importancia del ser en la vida de la sociedad. De saber reconocernos como ellas, a las que nos arrebatan, cuánto nos hacen falta y todo lo que ellas nos daban en vida.
Los «borrachos» y las «caprichositas»
Al día siguiente, de manera más osada, nos dirigimos a la plaza del Bicentenario en el mismo centro de la ciudad de La Paz. Suelo del Monoblock de la universidad pública, de ferias y ensayos de las fraternidades para la ansiada, creo yo, entrada universitaria.
Nos tomo un poco más de un mes concluir con la postproducción del documental, invitar a personas para la presentación, pedir los burocráticos permisos de espacios, luz y quién sabe qué más tucuymas.
La noche de la función “las caprichositas” (un bloque de mujeres caporal) nos miraban como mira la Rosalía en sus conciertos. Nos mandaban a que hablemos con sus guías para que ellas puedan moverse del lugar de la proyección.
Viendo el permiso en mano, los guías asienten con la cabeza. “Las caprichositas” se mueven, pero lo hacen milimétricamente. Golpean las sillas acomodadas para la función con las perlas de sus polleras de ensayo.
Bailan en nuestras caras
Atrasamos la presentación del documental una hora, porque los bloques de Caporales San Andrés comienzan a rodearnos. Por la derecha cantos de alegoría a la borrachez: “seco borracho, caporales, eco fin”. “Capri-ca-pri-chositas” y los silbatos. Se orquesta una ruidosa “declaración de guerra” por el espacio público.
La comunidad de las Pankaritas del Viento, las personas que vinieron a la función e incluso familiares de las almitas, no retroceden. Se abren campo, empujan a “los borrachos” y a “las caprichositas” que aplauden eufóricamente.
Anuncio en el micrófono la intención de la función. Se la dedicamos a Ale y Lalito, en su memoria comienzan a reproducirse las primeras imágenes. Esperá, caporal… esto no acaba.
Lxs caporales tocan más fuerte los silbatos. Empujan a la gente, golpean con sus polleras las cabezas de las personas en las sillas, ponen canciones de “machos” y la indignación crece.
Mientras grabábamos con los celulares lo que pasaba, sin creer en la capacidad de no mirar más allá que los pasos del caporal, comienzo a darme cuenta que somos nomás el producto de lo que vivimos en la sociedad.
Bailando estaba el policía que pide a la mujer violentada que vuelva, bailando estaba el violador y feminicida, bailando la que te dice “salte a la primera”, bailando la justicia. Todos bailando en nuestras caras, festejando su ciega borrachera. Sin mirar, mirando de reojo, haciéndose de la vista gorda.
Así nomás, caporal, así nomás.
La gente indignada, enfocada en querer ver el documental, miraba también de reojo al cuerpo caporal.
Algunas personas me miraban. “Haz algo”, seguramente decían. Las Pankaritas del Viento se mordían los labios, pedían micrófono.
¿Se pausaba la función?
–No, porque ese silencio era perder.
¿Se movían del círculo que se logró ganar?
–No, porque eso sería peor.
¿Les gritamos a lxs caporales?
–No, porque, aunque gritemos y empujemos, no quisieron ni querrían entender.
Entonces, ¿qué hacemos?
–Compañerx, bienvenidx a la indignación. El motor de opera prima para cambiar el mundo.
Con la indignación podrás alzar la voz si te quitan el micrófono, alzar la voz con más personas. Movilizarte y hacerte consciente, pedir, reclamar, escribir y querer, realmente, parar la indiferencia.
Podrás también exigir, podrás también entender porqué se quema todo, por qué da tanta rabia. Porqué hay tantos caminos y tanta lucha. Te levantarás de ese asiento, te moverás de ese círculo y comprenderás que quietxs nunca se consigue nada.
Seguro olvidarás el documental, el nombre de las almas, pero jamás tu indignación. Porque necesitamos entender que una mujer asesinada no es “así nomás”, caporal.