El río Pilcomayo, conocido como el «indomable río de América del Sur,» es una fuerza natural impredecible. Serpentea por los territorios de Bolivia (31%), Argentina (25%) y Paraguay (44%) recorriendo más de dos mil kilómetros.
Solo en Bolivia, la cuenca del Pilcomayo ocupa una superficie de 113,080 kilómetros cuadrados, que es el 10.3% de la superficie del país, según un estudio del 2019.
El nombre «Pilcomayo» proviene del quechua, que significa «río de los pájaros,» o en guaraní que recibe el nombre de Araguaý que podría traducirse como «río de los loros» o «agua del cielo.»
Al ser un río fundamental para los diversos pueblos que se asentaron y crecieron en sus orillas, su origen tiene distintas narraciones mitológicas.
La leyenda de Tokwaj
Los abuelos del pueblo Weenhayek cuentan que en el Angosto había un gran depósito de agua que tenía la forma de un árbol de Toborochi (Ceiba speciosa). Ahí habitaba un hermoso Dorado (Brachyplatystoma rousseauxii) de cola rojiza.
Tokwaj, un personaje que habitaba el Chaco, vio al hermoso pez y quiso hacerse una corona con su cola. Así que agarró su flecha y le apuntó al hermoso Dorado. Pero en vez de alcanzar al pez, hirió al Toborochi con su flecha. Entonces el agua empezó a salir a caudales del árbol y persiguió a Tokwaj, que comenzó a correr.
Donde Tokwaj corría, el agua lo seguía. Si Tokwaj ya no podía andar, clavaba en la tierra una varilla y descansaba, mientras el agua lo alcanzaba y se acumulaba. En la mañana, sacaba la varilla, reiniciaba la caminata y el agua volvía a seguirle.
Nuevamente, por las noches plantaba la varilla y repetía el proceso. Así siguió Tokwaj hasta llegar a los esteros. Aunque las historias del pueblo Weenhayek cuentan que Tokwaj era invisible, nadie podía verlo en su andar.
La versión Wichí tiene una pequeña variante en el relato.
Cuenta que al principio de los tiempos los hombres del Chaco vivían contentos y sin preocupaciones, alrededor de un gran árbol. En su enorme tronco se encontraban todas las aguas, con todos los peces y el padre de los peces.
Los habitantes del Chaco podían tomar los peces que necesitaran porque era una época de abundancia. Pero este árbol también sufre una herida de flecha y de ese derrame surge el río Pilcomayo.
Los hermanos Bermejo y Pilcomayo
Sin embargo, existe otra leyenda sobre el origen del «indomable río de América del Sur”.
Cuando Tupá (denominación que se le da a distintas divinidades) termina de hacer el mundo le confía a Guarán la administración del Gran Chaco.
Mientras ejerce su labor, Guarán tiene dos hijos “TuviChavé, el mayor, que era impetuoso, nervioso y decidido, y Michiveva, el menor, más reposado, tranquilo y pacífico”. Antes de morir Guarán les encarga a sus hijos el cuidado del Gran Chaco. Es en ese momento donde comienzan las peleas entre ambos hermanos.
Un día aparió Aña, que les aconsejó hacer una competencia para que el ganador sea quien decida sobre cómo cuidar el Gran Chaco.
TuviChavé y Michiveva, se dejaron convencer por Aña. Subieron a los cerros que colindan con el Gran Chaco y comenzaron a realizar pruebas sobre el manejo de las flechas.
En una de esas pruebas, Michiveva lanzó una flecha contra un árbol que servía de blanco. Pero Aña la desvió, y logró que la flecha penetrara exactamente en el corazón de TuviChavé.
Al instante, la sangre brotó a borbotones y con fuerza del corazón de TuviChavé, y comenzó a bajar por los cerros. Llegó hasta el Chaco, se internó en su territorio y formó un río de color rojo: el «I-phytá» (Bermejo).
Al darse cuenta de lo que había hecho, Michiveva comenzó a llorar sin parar. Lloró tanto, que sus lágrimas corrieron tras el río de sangre de su hermano.
Así se formó el río Pilcomayo, siempre a la par del río Bermejo.
El río Pilcomayo nació demostrando su carácter indomable, su abundancia y su fuerza. Pero a pesar de ser una muestra imponente de la naturaleza, el río, la gran diversidad de animales y las cientos de comunidades que viven de él están sufriendo graves amenazas.
Amenazas que no se detienen
A pesar de su naturaleza impredecible, la cuenca del Pilcomayo alberga actividades económicas que incluyen minería, agricultura y pesca. Sin embargo, algunas de estas, como la contaminación minera, la deforestación y obras civiles que se ejecutan en los alrededores afectan negativamente al caudal del río y por tanto al ecosistema, la biodiversidad y la salud de los habitantes. Además de los fuertes impactos del cambio climático, como las sequías que provocan la ausencia del sábalo.
Las aguas del Pilcomayo siguen siendo receptoras de grandes volúmenes de metales pesados (plomo, cadmio, mercurio, entre otros) desechados por las explotaciones mineras ubicadas en las zonas altas del río.
En 2016, se informó acerca de 1800 puntos de contaminación, por diversas causas ,en las cabeceras del río Pilcomayo en Potosí. Alrededor de 600 comunidades de Chuquisaca, Potosí y Tarija fueron afectadas por la contaminación minera ese año.
Tras los graves derrames de barros tóxicos en 1996, 2003 y 2014, se dispusieron medidas que moderaron las descargas. Pero, en 2022 tuvo lugar otro gran desastre en Agua Dulce, Potosí donde se vertieron 13 mil toneladas de residuos tóxicos mineros en afluentes que desembocan en el río.
¿Qué sucede cuando el río y su fauna son la única fuente de sustento?
Una dimensión completamente desatendida sobre la contaminación del río el el sustento de las comunidades y pueblos que se alimentan del Pilcomayo a través de la pesca y su comercio.
El sábalo es el alimento principal de la dieta de más de 65.000 indígenas que viven en las orillas del Pilcomayo en Tarija, Salta y Formosa.
¿Qué sucede cuando la acción mediática sobre la contaminación del Pilcomayo golpea con fuerza sobre la principal actividad comercial de las comunidades?
La alerta de contaminación y la disminución del caudal del río, merma las fuentes de ingresos de miles de familias que viven de la pesca. Su fuente principal de alimento también se ve condicionada. Sin embargo, no existen acciones concretas de los gobiernos que estén atendiendo estas carencias.
El alcance mediático habla de la contaminación del Pilcomayo, poniendo en alerta a los consumidores pero no logra detonar iniciativas de sanciones, responsabilidad ni restricciones sobre los causantes de la contaminación: las grandes empresas mineras.
Actualmente las comunidades indígenas Weenhayek y Guaraní están en alerta. Las miles de familias de la región que consumen el agua del río y que tienen su principal fuente de sustento en la pesca han sentido los impactos de la sequía, la contaminación, y la escasez de sábalo. Las distintas comunidades se organizaron para convocar a autoridades nacionales durante agosto de este año para exigir medidas y soluciones que respondan a su situación.