La inauguración de la primera Casa Trans de Bolivia enciende un destello de esperanza para las reivindicaciones de una población que lleva décadas de lucha.
En la segunda parte de este amplio reportaje, que testimonia el hito histórico, conocemos más de los tropiezos, retos y sueños de la población trans cruceña.
Revisá la primera parte de este trabajo aquí.
Este trabajo fue respaldado por el Fondo de Apoyo a la Producción Periodística de Mujeres y Personas LGBTIQ+ de la Revista Muy Waso. Si quieres aportar a la sostenibilidad de este proyecto, déjale tu aporte al CHANCHITO MUY WASO.
Si hablamos de violencia, las mujeres trans fueron excluidas de la ley 348. Una norma aprobada en marzo de 2013 para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia. Hoy la 348 se encuentra en proceso de modificación.
Para Muriel Arteaga, la importancia de ser incluidas en esta ley es la urgencia de respuesta ante los crímenes de odio. Muchas compañeras son asesinadas y no son acogidas por sus familias. Quedan literalmente tiradas a su suerte.
Por su parte, Kerana considera que mientras las mujeres trans no estén contempladas en la ley 348, los crímenes cometidos en contra de sus compañeras no serán tipificados como feminicidios y no encontrarán justicia.
Hasta la fecha se estima que hay entre 60 a 80 crímenes de odio en contra de población LGBTIQ+. En su mayoría, estas agresiones tienen como víctimas a mujeres trans.
Históricamente, solo dos casos de asesinato a mujeres trans han obtenido condena: el caso de Dayana Kenia y el caso de Litzy Hurtado. En el primer caso, la sentencia se conoció en 2017, un año y medio después del hecho. En el otro, la sentencia fue dictada el 3 de septiembre de 2021, a tres años del transfeminicidio.
El reto de la formación y la continuidad
Para Vanina Lobo, esta postergación se debe a una continua apropiación del trabajo de la población trans. A esto se suma, a su criterio, la falta de formación de muchas chicas que, a pesar de tener buenas ideas y ganas de hacer activismo, se ven en la obligación de no dar continuidad a sus proyectos e iniciativas. Faltan herramientas, apoyo o tiempo.
Ella misma cuenta que le resultaba muy difícil imaginarse trabajando a favor de sus compañeras. Por la noche debía ejercer el trabajo sexual, con el desgaste que eso implica, y con el día ocupado solo para descansar.
—En esos tiempos no había preparación, teníamos miedo de hablar. A mí casi no me importaba, siempre estaba con sueño y desvelada.
Por otra parte, Vanina también comenta que existe un hartazgo con las lógicas normativas de los programas dirigidos a mujeres trans. Estos, muchas veces, se ven reducidas solamente a temas de VIH/SIDA.
—Muchas chicas se cansan de ser tomadas como conejillos de india y que les estén tomando la prueba cada tres meses. Por eso me emputan los indicadores del Fondo Mundial— protesta Vanina — para ellos solo somos un número.
Una frase que deja ver la voluntad de las propias mujeres trans en darle un salto a sus luchas, humanizarlas y sensibilizarlas más allá de una cifra.
—Nuestras demandas no han sido atendidas. Por ejemplo, cuántas veces se ha venido pensado en la casa trans. Eso no fue de la noche a la mañana, fue un proceso de hace quince años. Ese proyecto lo hemos presentado en todo lado.
Para Vanina la esperanza está en las nuevas generaciones.
—Ahora están pilas, a esas compañeras tenemos que apoyar.
Kerana de Santa Cruz coindice y agrega que “dentro de las organizaciones hay mujeres trans jovencitas de diecisiete, dieciocho, veinte años, que aportan, apoyan y vienen a las reuniones».
—Se forman, se educan y participan (…), estamos teniendo respuestas positivas de las nuevas generaciones.
Ley de identidad de género, una lucha que avanza y retrocede
—Fue un error vendernos al Estado— reflexiona Vanina —la ley no nació con 12 artículos, nació con 68. Era hartísimo. Pedíamos temas de salud, educación y vivienda. Tuvimos que negociar y quitar los otros artículos para que quede solo el tema de identidad.
Vanina recuerda así, con una mezcla de frustración y resignación, la aprobación de la ley 807. La norma era el resultado de ocho años de trabajo, redacción, insistencia y esfuerzos.
Fue promulgada en mayo de 2016, en el marco de una fortísima represión del Gobierno contra personas con discapacidad. Con el perímetro de acceso a Palacio Quemado “blindado”, este sector exigía un bono de 500 bolivianos mensuales.
Frente al atrincheramiento gubernamental, la protesta se había instalado en los alrededores de la plaza Murillo. Fuera del país, esas revueltas le dieron una imagen negativa al entonces presidente Evo Morales.
Por ese motivo, algunos sectores de oposición indicaron que la Ley de Identidad de Género se trataba de una salida del oficialismo para que la prensa internacional mirara hacia otro lado, mientras las personas con discapacidad eran reprimidas.
Para Kerana la ley es escueta y trágica.
—Me cambio el nombre, pero no puedo ejercer ciudadanía plena como cualquier ser humano. Se nos han vulnerado cuatro derechos. Es por eso también que nació la casa, para que desde acá luchemos por nuestros ideales.
La sentencia constitucional antiderechos
El horizonte de la ley 807 quedó trunco poco después de su promulgación.
Las pugnas políticas, el machismo de las autoridades, la transfobia institucionalizada, grupos antiderechos en proceso de articulación, la tibieza de la izquierda gobernante y el debate público arrasaron con los alcances de la ley.
En noviembre de 2017, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), a través de la sentencia 0076/2017, declaró como inconstitucional el parágrafo II del artículo 11 de la Ley de Identidad de Género.
En ese parágrafo se hacía referencia a que las personas trans podrían “ejercer todos los derechos fundamentales, políticos, laborales, civiles, económicos y sociales”.
De esta manera las personas transexuales y transgénero quedaron impedidas de contraer matrimonio, adoptar hijos, ser elegidas para la función pública. Peor aún, quedaron anuladas para ejercer sus derechos a la salud, trabajo y educación.
El recurso de inconstitucionalidad ante el TCP fue presentado por la “Plataforma por la Vida y la Familia” junto con los diputados Horacio Poppe, Lenny Chavez y Grover Huanca.
Una lucha interseccional
—Las luchas deben ser interseccionales, algo más abierto. Tejer redes y lazos con otras causas. Yo misma he tenido que repensarme y cuestionarme para no cerrarme solo al tema trans. Tenemos que exigir muchas cosas, tenemos que hablar de feminismo, ser sororas y ser inclusivas.
Vanina invita a pensar en una lucha amplia, de la mano de otros sectores como las personas indígenas, afrodescendientes, adultas mayores.
Para Kerana también es importante cuestionar las miradas normativas y coercitivas dentro los propios colectivos de diversidad sexual.
—Hablando de las disidencias sexuales y las personas no binarias, me duele pensar que en la propia población haya gente que piense que esas personas son locas, que son payasos (…). En realidad debemos unirnos y trabajar estos temas, tratar de erradicar esos preconceptos y luchar contra la sociedad machista y retrógrada.
En esa misma línea, la activista defiende la idea de que no hay feminismo real sin mujeres trans, incluso tienen una organización de mujeres transfeministas a nivel nacional.
—Me duele saber que hay grupos feministas que nos ignoran a las mujeres trans. Ese preconcepto (de que) porque no nacimos mujeres no pertenecemos a la lucha (…). ¡No soy una mujer cisgénero, pero soy una mujer transgénero y voy a luchar hasta el día de mi muerte!
El fenómeno TERF
Esta interseccionalidad y ampliación de la lucha es uno de los temas que más se discute hoy frente al resurgimiento de una mirada biológica sobre el “ser mujer”.
En especial respecto a algunos feminismos, sobre todo grupos reaccionarios en redes sociales, que se sienten con la autoridad de expresar posturas excluyentes sobre las mujeres trans. O establecer cuáles son los términos para ejercer la lucha feminista.
Desde esta postura, ponen en duda la participación de las personas trans en los movimientos antipatriarcales, retratándolas como un peligro para conquistas históricas.
La transfobia ha existido siempre, tanto en hombres y mujeres, e incluso al interior de población gay-lésbica. Lo que sorprende es que estos discursos, peyorativos y agraviantes, hoy estén sosteniéndose bajo el manto de un feminismo que se reclama como “radical” y “verdadero”.
En una entrevista radial en México, la filósofa argentina Leonor Silvestri dice que estos grupos son casi como sectas que reproducen discursos de odio y tienen caracteres eugenésicos.
En la misma charla, Silvestri explica que, a su criterio, las radfem de los años 70 no son las mismas que hoy han vuelto. Las actuales “son una versión degradada sin ningún tipo de brillo intelectual, con errores epistemológicos (…) para mí el fenómeno TERF está en el orden del terraplanismo…”.
Para la pensadora rioplatense este feminismo es producto de la “tolerancia” dentro del movimiento feminista y considera que las miradas antitrans debieron ser frenadas a tiempo.
“Había que salirle al cruce, como se le sale al cruce al fascismo. Si hubiese un movimiento que habla así de los judíos, no se le permitiría el acceso ni la palabra. A gente que es mucho menos nociva no se le permite”.
Vanina y sus nuevos desafíos
A través de una convocatoria, trece compañeras trans postularon a la Coordinación Nacional del proyecto de prevención primaria para población trans y el resultado apuntó a Vanina Lobo para el cargo.
Su designación fue recibida con un emocionante consenso entre los grupos y organizaciones activistas. Un reflejo de la admiración y reconocimiento que su nombre despierta para las luchas de las diversidades sexuales.
—Este desafío lo tomo para trabajar mucho mejor en prevención primaria (del VIH/SIDA) para mujeres trans y hacer un tipo de vinculación en prevención secundaria. Seguimos teniendo la prevalencia más alta en Bolivia (entre los países de América Latina y el Caribe). No están funcionando bien las estrategias. Tenemos que hacer algo más acorde a la realidad de nuestra población.
Vanina recibe con alegría este cargo y afirma que desde ese espacio tratará de involucrarse en otros temas además de la salud, todo pensando en apoyar a su población.
A nivel personal se siente contenta por permitirse seguir adelante, sueña con generar ahorros y seguir trabajando para obtener una vejez digna.
La Casa Trans, imparable hacia el futuro
Para septiembre, mes aniversario de la población trans de Santa Cruz la celebración dejó el calendario lleno.
El 4 de ese mes realizaron el campeonato relámpago de fútbol. El 19 hubo un festival de comidas típicas. También planearon otras veladas de agasajo y cenas de gala.
Todas las actividades tuvieron un costo, con el propósito de generar recursos propios. La Casa Trans sueña con la autogestión.
Entre los planes a futuro para la Casa Trans, se piensa en un espacio más amplio y estratégico para abrir un restaurante que sea administrado por las propias compañeras.
Un proyecto integral que apunta a consolidar una economía sostenible y brindar alimentación a precios bajos para las personas trans en situaciones de riesgo o necesidad.
—Queremos generar empleo para las mujeres trans, conseguir becas de estudio y darles las herramientas para integrarse en la sociedad, académica y profesionalmente— comenta Kerana con una mirada encendida.
La esperanza de vida para las mujeres trans en Bolivia sigue siendo la edad de 35 años. Con el peso de esa realidad encima, se hace difícil pensar hacia el futuro.
Pero Muriel se atreve y lo hace. Es optimista y luchadora, su rol como coordinadora la impulsa a pensar hacia adelante.
—Anhelo que en el futuro tengamos la casa que soñamos desde un principio. Que tenga sus propios proyectos, que tenga la atención del Gobierno y la Alcaldía. Que se nos dé lo que nos corresponde por derecho.