Pasaron décadas para que las mujeres trans de Bolivia tengan un espacio propio para cuidarse, resistir y trabajar en sus demandas históricas. Aprovechamos la inauguración de la primera casa trans de Bolivia, en junio de 2021, para recorrer su memoria de lucha y reconocer la labor que realizan sus lideresas y referentes de lucha.
Compartimos la primera parte de este amplio reportaje.
Este trabajo fue respaldado por el Fondo de Apoyo a la Producción Periodística de Mujeres y Personas LGBTIQ+ de la Revista Muy Waso. Si quieres aportar a la sostenibilidad de este proyecto, déjale tu aporte al CHANCHITO MUY WASO.
El celeste-rosa-blanco envuelve todo el espacio. Es de noche y estamos en medio de una alegre velada, abundan las decoraciones con los colores alusivos a la bandera de la población trans. En cada uno de los detalles se manifiesta la importancia del acontecimiento y su significado para las mujeres trans.
Las anfitrionas son Muriel Arteaga y Kerana de Santa Cruz. Ambas fueron elegidas en una asamblea para ocupar el lugar de la Coordinación Departamental de la población trans cruceña.
Muriel y Kerana están ansiosas esperando a sus invitadas e invitados. Este es un momento esperadísimo, uno de los objetivos principales por lo que asumieron tal responsabilidad.
La sala exhibe los bocadillos para el final de la noche. En la cocina un grupo de compañeras sirve gaseosas. En el pasillo principal han colocado un mural con las fotos de todas las chicas trans asesinadas en impunidad, evocando uno de los sentidos más fuertes de la casa: más allá de lo terrenal, seguir luchando por las que ya se fueron y todavía esperan justicia.
La casa se va llenando, llegan las chicas, las principales protagonistas.
Llegan también regalos y algunos medios de comunicación. Se oyen risas, gritos, pasos de tacón, besos y chisguetazos de alcohol para intentar evadir la pandemia.
La noche toma su curso bajo la conducción de Kerana, pero detrás de todo también está Muriel, cuidando que todo salga según el programa establecido.
Algunas figuras del activismo toman la palabra.
Se entregan reconocimientos a las referentes de la población trans y, por último, se corta un listón rosa para oficializar la inauguración del primer espacio pensado para las luchas, demandas, causas y sueños de la población trans de Bolivia.
Vanina, un pedacito de su historia
“Soy una mujer trans, indígena, mojeña-trinitaria y ahora también he abrazado el feminismo. Así que me considero una mujer transfeminista”, se presenta Vanina Lobo.
Acelera el relato rápidamente para contar que su familia fue expulsada de San Ignacio de Moxos porque la tildaban como “mariconcito”. Esa fue la palabra que usaron en su pueblo para definir lo que era Vanina y ejercer una sentencia moral para exigirles que abandonen su hogar.
Luego vino el abandono de su padre, que no tardó mucho en juntarse con otra mujer y formar una segunda familia. Las cosas con sus hermanos y hermanas tampoco eran de lo mejor.
—Mi hermano me agarraba a patadas si no caminaba bien. Tenía que andar como un robot y aunque yo sentía que caminaba normal, él me agarraba a patadas yendo al colegio.
El padre de Vanina era cacique, pero no sirvió de nada para frenar las presiones excluyentes de la mentalidad cerrada y violenta de la segunda mitad del siglo XX en el oriente boliviano.
A Vanina, la organización y los temas indígenas le despiertan una especie de nostalgia.
—No me dejaron crecer con mis raíces, imagínate si hubiera crecido con mi padre, yendo al cabildo indigenal, tanto que me gusta el folclore, bailando los macheteros (…) para mí haya sido muy diferente estar ahí mostrándome y haciendo cambiar mentes— cuenta Vanina emocionada.
Quizás aquí es donde cobra importancia la interseccionalidad de las luchas y las causas de las que siempre habla esta activista y líderesa trans. Comprender que esto es más grande que la agenda individual de un determinado sector y que va más allá de conseguir determinados derechos.
Cuando Vanina terminó el servicio militar su familia se dio cuenta que el disciplinamiento del cuartel había fracasado. Vanina seguía siendo Vanina. Nada podía cambiar su identidad, era evidente.
Pero el machismo le respondió con violencia. “Migré a Santa Cruz porque cualquier día iba a amanecer muerta. Mis hermanos donde me pillaban me correteaban y me pegaban”, cuenta Vanina.
—Un día me tumbaron de un puente, querían matarme.
Estos fueron los hechos que impulsaron a Vanina a escapar hacia Santa Cruz y nunca más volver a Trinidad.
Vanina en Santa Cruz
Y fue en Santa Cruz de la Sierra donde Vanina empezó su camino como figura transcendental para las luchas de las diversidades sexuales. Participó activamente en varios de los momentos históricos para estas causas.
Fue dirigenta de las trabajadoras sexuales de La Cañoto, enfrentó las duras épocas en que los abusos policiales eran el cotidiano para las mujeres trans. Fue una de las fundadoras de la Utttsc (Unión de travestis, transgéneros y transexuales de Santa Cruz) en 1996.
Vanina también fue la primera mujer trans de esta ciudad en confrontarse al sistema de identificación y conseguir que su foto llevara su verdadera apariencia (1998), rehusándose a que le hicieran quitar el maquillaje y recortar el cabello.
También fue integrante fundadora de TRES Dignidad (trans, gays y estudiantes) y participó de la primera marcha del orgullo de Santa Cruz que, además, fue la primera de Bolivia (2000).
En 2006, con el objetivo de conseguir la ley de identidad de género, se fundó la Red TREBOL. Vanina también fue parte de esta organización.
Vanina todavía sigue vigente en su andar revolucionario. No descansa ni agacha la cabeza.
Aunque su historia es larga de contar, este pedacito retrata todo lo que significa ser una mujer trans. Todas las trifulcas, violencias e injusticias por las que se debe atravesar en busca de un espacio dentro la sociedad en la que vivimos.
La primera casa trans de Bolivia
El 25 de junio de 2021 se inauguró la primera casa trans de Bolivia, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Fue una de las actividades previas al Día del Orgullo.
La Casa Trans nació con el objetivo de tener un centro comunitario dirigido por ellas mismas, que responda a sus expectativas y búsquedas.
—Nos dimos cuenta de nuestras verdaderas necesidades. La vida de una mujer trans no es solo hacer el cambio de género, sino luchar por los derechos de todas las mujeres trans— explica Kerana con firmeza.
La lideresa trans da a entender que la lucha de las mujeres trans no se encontraba en una etapa favorable y que era urgente revitalizarla.
—Cuando nos eligieron (como coordinadoras de la población trans) nos topamos con las chicas incrédulas. Ya no querían seguir participando en talleres y reunioncitas para ser relleno de firmas y un indicador más para las organizaciones.
El primer paso fue generar recursos para costear el alquiler de la casa trans.
Vendieron refrigerios, almuerzos y se organizaron kermeses. Fueron juntando peso por peso el dinero suficiente para buscar una buena opción: una casa céntrica en la que puedan llegar todas las personas interesadas en apoyar, conocer y acompañar las causas de la población trans.
Muriel cuenta que muchas veces se veían proyectos e iniciativas de diversas organizaciones orientadas a las causas de las mujeres trans. Sin embargo, quedaban a medio camino y no se veía ningún cambio.
—Las mujeres trans nos cansamos de que trabajen en nombre de nosotras. Nos articulamos, nos propusimos tener nuestra propia casa y ahora queremos nuestros propios proyectos, que sean las mismas mujeres trans las que decidamos qué es lo que queremos— comenta Muriel.
La casa cuenta con un directorio, dos coordinadoras, una secretaria y una contadora. Es un espacio autosostenible y busca convertirse en un lugar de encuentro y fortalecimiento de las luchas trans.
La primera casa trans de Bolivia fue pensada como un espacio de desarrollo y acompañamiento para infancias trans. Con apoyo psicológico e información sobre procesos de transición para las madres y los padres de adolescentes trans. Con talleres para generar capacidades laborales y como un albergue temporal para personas trans en situación de vulnerabilidad.
Un centro de actividades a favor de los derechos de las personas trans de Bolivia.
—Históricamente hemos sido la cara más vulnerable de la diversidad sexual. Históricamente hemos abierto marchas, plantones, por eso nunca desvalorizamos el trabajo de antiguas lideresas (…) pero la sociedad, y la misma población diversa, no quiere aceptar la verdadera necesidad de las mujeres trans en Bolivia— reclama Kerana.
Un agitado recorrido por la historia
En el año 1993 se fundó Uneldys (Unidos en la Lucha por la Dignidad y la Salud) dando inicio al periodo de ONG (organizaciones no gubernamentales) en el contexto cruceño.
Uneldys fue una organización fundada por unos veinte jóvenes homosexuales que se solían reunir en la plaza principal 24 de Septiembre y decidieron dar un paso hacia adelante en el trabajo de salud sexual y prevención de VIH.
Hasta ese momento las actividades que concentraban las energías de los colectivos existentes eran de tipo lúdico, eventos de belleza y confraternización.
La agenda era otra, se daba mayor importancia a la idea de tener espacios seguros donde no existieran miramientos injuriantes y ataques violentos a la integridad de las personas diversas.
Uneldys le dio un giro a esa dinámica. Hizo talleres, mesas redondas, presentaciones artísticas, eventos sociales. Todo con el fin de contrariar la realidad discriminatoria de la Bolivia noventera, neoliberal, democráticamente joven y nula en avances de derechos para las poblaciones LGBTIQ.
Esta organización también fue la responsable de convocar a las organizaciones para hacer realidad la primera Marcha del Orgullo en nuestro país.
Un verdadero “escándalo”, que sacudió los cimientos conservadores de todas las instituciones cruceñas que buscaban frenar su realización: la Alcaldía, el Comité Cívico Pro Santa Cruz, el Comité Cívico femenino, la Arquidiócesis y grupos evangélicos.
La crema y nata de la “moral y las buenas costumbres” era el principal obstáculo para lograr un avance significativo para la causa LGBTIQ: la ansiada visibilización, pegar un grito al cielo que dijera ¡EXISTIMOS!.
No fueron pocos los momentos de controversia mediática y tensión social entre las instituciones cruceñas y las colectividades de diversidad sexual de la época.
La manifestación terminó siendo abucheada, las participantes fueron apedreadas y agredidas gravemente.
Sin embargo, esta movilización marcó un hito en el recorrido histórico para las personas LGBTIQ de nuestro país y empezó rápidamente a influenciar a otras ciudades capitales de Bolivia.
Como era de esperarse, con el paso de los años se produjeron tensiones al interior de los propios colectivos de diversidad sexual, todavía vigentes hasta el momento.
Estas tensiones surgieron debido a múltiples factores.
Entre ellos, las políticas de financiamiento que se fueron imponiendo desde los organismos internacionales, la frivolidad que suponía reducir a cifras la vida de las personas LGBTIQ, el cobro de mayor visibilidad de unos grupos sobre otros o el surgimiento de nuevos sujetos de lucha buscando un lugar en el territorio de resistencia colectiva.
Es decir, un vuelco de la agenda general del activismo de los 90.
Las que pusieron el cuerpo, las más golpeadas
Esta agitación de la memoria y los testimonios de Vanina, Muriel y Kerana, dejan en claro cuál ha sido la participación de las mujeres trans en el progreso de las agendas, luchas, causas y etapas del activismo LGBTIQ de Bolivia.
Las mujeres trans estuvieron presentes organizando a su población, convocándola a la movilización, impulsando el involucramiento de figuras jóvenes y despertando el interés de sus compañeras en los asuntos colectivos.
Fue la Utttsc la que organizó a las travestis, transgéneros y transexuales para participar en la primera marcha del orgullo, aun sabiendo que serían el primer blanco de ataque de los iracundos y odiadores.
Pusieron el cuerpo para las que vinieron luego, atajando palos y esquivando insultos. Dieron el primer paso: obtener visibilidad social sin pedir permiso, sin miedo ni condiciones.
Las mujeres trans también aportaron a la construcción de la cultura boliviana, instalando nuevas estéticas corporales y expresando valiosos actos de creatividad.
Sin embargo, si ponemos en balance los avances conseguidos para la población con orientación sexual e identidad de género diversas, siguen siendo las mujeres trans las más golpeadas por el sistema de opresión patriarcal y las que menos acceden a los aparatos de representación.
Derechos humanos básicos como la salud, la educación y la falta de condiciones para tener opciones laborales —más allá del trabajo sexual— siguen siendo problemas centrales para la población trans boliviana.