Las escuelas bolivianas llevan cerradas más de un año. No importa si están en las grandes ciudades, o en pequeñas comunidades a siete horas de la capital. Las autoridades siguen sin encontrar alternativas y la brecha educativa se ensaña con las poblaciones y familias con menos recursos.
Sañonama está a más de 450 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra, a unas siete horas de viaje desde la capital cruceña.
En Sañonama viven menos de 100 personas y para conectarse a internet tienen disponible el servicio de una sola telefónica. Pero no es tan fácil, para “capturar” algo de señal deben hacer todo tipo de malabares.
En esta comunidad de San Ignacio de Velasco —como en muchas otras donde, a veces, ni siquiera cuentan con acceso a internet— la educación virtual es impensable.
Lxs estudiantes en Sañonama y otras comunidades dispersas de San Ignacio no solo tienen limitaciones en la conexión, sino que tampoco cuentan con dispositivos móviles. Menos aún con computadoras.
Para resguardar el derecho de acceso a la educación de los niños en esta región, las maestras de la zona decidieron adoptar la modalidad semipresencial, con clases en sus escuelas tres veces por semana.
Pero esta opción en Sañonama está disponible solamente para el nivel primario.
Lxs estudiantes más jóvenes, deben viajar hasta San Ignacio para recibir clases. Esto implica un gasto extra en la precaria economía de las familias de la zona.
Bolivia es uno de los países con mayores brechas educativas entre el área urbana y rural. Según la AGETIC, apenas el 18% de lxs estudiantes en zonas rurales tienen acceso a una computadora y solo 3% cuenta con acceso a internet.
¿Por qué se sigue vulnerando el derecho a la educación de lxs niñxs bolivianxs? ¿Cuánto más le tomará a las autoridades encontrar alternativas para las distintas realidades de lxs escolares en el país? ¿Por qué se asume que las restricciones en las ciudades son igual de necesarias que en zonas menos pobladas?
¿Qué consecuencias tendrá en la brecha educativa, a corto y largo plazo, la exacerbación de las desigualdades en el acceso a la educación?
Son preguntas que quedan zumbando en el ambiente, mientras el tiempo corre y el Estado boliviano mira al costado sin atender las necesidades de las poblaciones más afectadas por la pandemia.