¡Estrenitos! El Festival de Cine Radical estrenará el próximo 21 de septiembre la más reciente película de Sergio Bastani, a dupla con el estadounidense Alejandro Sescosse, en la Cinemateca Boliviana. La función arrancará a las 19:30.
Mijail Miranda Zapata
Invención de la naturaleza puede deberle, o no, su nombre al grueso volumen que Andrea Wulf le dedicó a Alexander von Humboldt, padre del pensamiento ecologista. “Humboldt fue el primer científico que abarcó la biología como un todo, como una red de relaciones que regía el comportamiento de cada parte y que comprendía los espacios y los tiempos”.
Si bien la película de Sergio Bastani y Alejandro Sescosse no se trata de un trabajo pionero, como el legado del alemán, sí toma aquellas premisas que nos permiten comprender la vida como una red infinita en la que la imaginación, la memoria, los paisajes, los sueños, las máquinas, las emociones, el dibujo, el cine y la música, entre otras tantas cosas, se entrelazan y dependen de su interrelación para sobrevivir. Para recrearse, también, de maneras inagotables.
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Poco podemos hablar sobre Sescosse, quien debuta dirigiendo un largo en esta colaboración, sin embargo, sí podemos referirnos a la obra de Bastani, quien parece regresar tras aquel rastro que había dejado con “Amarillo” -parte la trilogía Rojo, Amarillo, Verde, firmada por las “tres B” (junto a Rodrigo Bellot, Martín Boulocq). Después de recorrer con bastante solvencia el documental, con títulos como Our fight o la entretenidísima Boliwood, el cineasta boliviano, nacido en Texas, vuelve a una veta mucho más experimental y arriesgada. Para poner algunos términos de referencia, hablamos de un cine que deambula entre la excentricidad discursiva de Lars Von Trier y la contemplación aguda de Abbas Kiarostami.
Siempre bajo tópicos que parecen ser recurrentes en él -asumimos que sucede lo mismo con su coyuntural partner-, casi a manera de obsesiones, Bastani explora con osadía la experiencia sensitiva del desarraigo, la búsqueda incesante de raíces afectivas e identitarias, el quiebre de las fronteras y el retorno a los orígenes, sea lo que fuere que esto signifique: un ensayo sobre el espíritu migrante.
Y cuando referimos lo “sensitivo”, hablamos, principalmente, de una construcción sonora que toma la potencia de la música incidental “adornada” con contrapunteos de música popular, ya sean Jobim o Selena, para volver a los ruidos más sordos de la naturaleza misma.
Estas irrupciones sensoriales entre espacios, que en otros contextos suelen estar compartimentados, parece formar parte de la propuesta estética de Bastani y Sescosse, acaso haciendo referencia al legado de Humboldt. Porque, de la misma manera, los límites entre los territorios oníricos, sentimentales, ficcionales e, incluso, documentales, dentro el relato que hace a Invención de la naturaleza, están siempre interconectados y atravesados. Como si los directores tentaran imaginar una suerte de ecosistema abstracto y casi metafísico.
Como una cartografía de los territorios que nos habitan -como esas otras que tan bien supo describir y entrelazar Humboldt a distancias imposibles-, este filme consigue trazar la hoja de ruta de su protagonista, Mina Gaber, hacia un viaje de descubrimientos, reencuentros y, finalmente, inutilidad.
En términos concretos, la cinta propone una historia sumamente sencilla, pero esta se complejiza y enriquece gracias a un montaje que lleva este ejercicio cinematográfico más allá de la simple concatenación de fotogramas con un sentido narrativo e insiste, a veces con contundencia, a veces con menor suerte, en proponer no solo un salto entre imágenes, sino un vaivén entre distintos estados de conciencia, géneros narrativos y soportes paisajísticos. La diégesis llevada al extremo.
Aunque por momentos Invención de la naturaleza derrapa en los límites del videoarte -esto no implica juicio de valor de ningún tipo- los realizadores aprovechan la versatilidad del relato y sus formas para reencauzar sus intenciones, sin extraviarse en la experimentación.
En ese sentido, esta obra de Bastani y Secosse opera como una suerte de embrujo. De repente, uno parece estar frente a una alucinación, luego uno es arrojado hacia una introspección contemplativa desgarradora. También hay momentos en los que uno tiene la suerte de ser un testigo privilegiado de testimonios vitales que van del dolor de un padre mexicano que añora a su prole al otro lado de la frontera, a la sonrisa amplia y melancólica de una mochilera que sueña con un jipismo viajero de largo plazo.
Como Humboldt, la dupla que dirige Invención de la naturaleza amplia las perspectivas respecto a todo lo que observamos y aquello que lo circunda. La agudeza de esta reflexión destila ideas y nociones que quizás de momento no seamos capaces de entender, pero seguramente, con los años, entendamos que esta cinta fue mucho más que un enrevesado ejercicio fílmico.