La campaña contra la violencia de género «Yo soy mi primer amor», auspiciada por Maricruz Rivera, esconde más que buenas intenciones. En realidad, dentro esta iniciativa rosa, excluyente y prebendal , la pregunta sería: ¿tiene buenas intenciones?
María Galindo
El tránsito de modelo Corimexo a primera dama del gobierno municipal de La Paz es un tránsito para el cual Maricruz Ribera ha decidido utilizar, como máquina recicladora de su figura, el campo de la lucha contra la violencia machista en la vida de las adolescentes; primero de la ciudad de La Paz y luego, a partir de allí, a otras ciudades como Santa Cruz, etc.
Se trata de la construcción de una plataforma de autopromoción y de reciclaje de su figura que poco o nada tiene que ver con una lucha contra la violencia machista, sino todo lo contrario.
Corimexo es una firma cosificadora del cuerpo de las mujeres y ni duda cabe que se trata de una publicidad que por sus contenidos promueve y ejerce violencia mediática contra las mujeres bolivianas. De hecho nosotras hicimos la denuncia por violencia ante la Fiscalía en Santa Cruz contra Corimexo; pero la Fiscalía no abrió proceso alguno porque seguramente bastaron un par de llamadas para parar la apertura del proceso*.
En ese contexto, ni Maricruz, ni modelo alguna puede ser responsabilizada por los contenidos de la publicidad en la que participa puesto que estos contenidos suponen su participación como mero objeto y no como sujeto. Lo que sí se puede esperar es que cualquier modelo o reina de belleza pueda asumir un papel crítico y auto crítico respecto de ese papel. Desde ya son memorables y contundentes los cientos de ejemplos a escala mundial de modelos y reinas de belleza que lo han hecho, rebelándose contra el lugar de mujer cosa.
No es el caso de Maricruz que transita de un papel al siguiente como quien escala un peldaño más; una carrera se superpone a la siguiente en una suerte de suma de méritos. Lo que me pregunto es la compatibilidad entre modelo cosa y lucha contra la violencia. El sujeto que elige Maricruz para su reciclaje son las niñas entre 11 y 14 años de escuelas públicas, chicas que vienen de un mundo de pobreza, de un mundo en muchos casos de violencia en sus propias casas. Chicas para las cuales Maricruz se acerca a la personificación de una Barbie y que por lo tanto la idolatran por ser rubia y parecer una muñeca. Allí Maricruz se planta frente a ellas: jóvenes morenas, gordas, pobres, bajitas sin cintura. Allí se planta Maricruz a decirles que su problema es la autoestima.
El cuadro es grotesco: jóvenes que necesitan reivindicar sus cuerpos reales, el color de sus pieles, reinvidicar su tamaño y rebelarse contra la cirugía estética, contra los implantes de silicona, jóvenes que necesitan rebelarse a ser medidas por parámetros de belleza que las estereotipan las cosifican y las destruyen, tienen a una Barbie, que por ambición las usa para promocionarse.
Además de que la violencia no es producto de una carencia de autoestima y que esa es una interpretación machista de la violencia porque exime al violento de su responsabilidad y vuelve a cargar la responsabilidad sobre la víctima, lo que hace Maricruz en realidad es decirles con su presencia exactamente lo contrario. Las niñas funcionan entonces como funcionaba el sofá donde ella posaba, las niñas se convierten en soporte utilitario de su autopromoción donde lo que menos importa es la consciencia contra la violencia. Importa la foto, la sonrisa, la ropa, la pose. Es como si alguien usara la piel de tigre de alfombra para proclamar el amor por los animales.
¿Cómo no van a apoyar con cientos y miles de bolivianos todas las empresas que ella toque, una campaña y una propuesta educativa tan reaccionaria, tan conservadora y tan poco interpeladora de la violencia machista? ¿Cómo no van a contribuir felices de la vida banqueros violentos, empresarios violentos con miles de bolivianos a que Maricruz se promueva a sí misma y confunda una vez más el campo de lucha contra la violencia machista, si la campaña calza perfectamente por su superficialidad a contribuir al fortalecimiento de la hipocresía social en torno de la violencia?
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Ella está en su derecho de hacerlo a título personal, pero no a nombre del gobierno municipal. Porque una institución pública debe pasar por parámetros de profesionalidad y de interés público. La idea de que porque es la esposa del Alcalde tiene el derecho de usar el nombre del gobierno municipal es abuso de poder por parte de Revilla.
!Qué vivan las gordas, qué vivan las morenas! Quiero ser mujer sin modelos que imitar.
*Este texto fue publicado en medios nacionales en agosto de 2016