Las mujeres constructoras en Bolivia elevan muros, casas y edificios tan desafiantes como sus sueños. Sin embargo, el machismo y la violencia hacen que su vocación se convierta en una lucha diaria contra los estereotipos y las malas condiciones laborales que rigen su rubro.
Este trabajo fue respaldado por el Fondo de Apoyo a la Producción Periodística de Mujeres y Personas LGBTIQ+ de la Revista Muy Waso. Si quieres aportar a la sostenibilidad de este proyecto, déjale tu aporte al CHANCHITO MUY WASO.
Las historias laborales de las mujeres constructoras en Bolivia tienen muchos hilos comunes. Casi como un tejido que envuelve a más de 21 mil obreras. El 4.5% de las 471 mil personas que se dedican a la construcción en el país, según un reporte de 2014.
En ese tejido se hilvanan y trenzan los esfuerzos de las mujeres constructoras por organizarse de manera colectiva, su lucha por la igualdad de condiciones laborales y una mirada común hacia el futuro en un sector históricamente dominado por varones.
Pero en todas estas historias también están enmarañados distintos tipos de violencia dentro el sector de la construcción: discriminación sexista, acoso laboral e incluso sexual.
O condiciones de explotación, reflejadas principalmente en la brecha salarial por el solo hecho de ser mujeres y en las injustas condiciones de contratación que les obligan a aceptar. Un ejemplo son las jornadas de “prueba” sin remuneración.
Además, las mujeres constructoras también sienten el desdoblamiento de su jornada laboral debido a los trabajos de cuidado que se ven obligadas a realizar en sus propios hogares.
Como ejemplo, las mujeres constructoras en El Alto le dedican unas 14 horas diarias a estas tareas. El doble del tiempo que reconocen como “tiempo libre”, ya sea para descansar, dormir o recrearse.
Dentro este panorama general también existen otro tipo de diferencias y asimetrías. En especial, en lo referido a oportunidades laborales y a la inversión (pública y privada), diferenciada por regiones, en la construcción.
En Santa Cruz de la Sierra y La Paz, según la percepción general, existe más acceso al trabajo para las mujeres constructoras, a diferencia de otras ciudades más pequeñas como Potosí, Sucre o Cobija.
“Las pioneras”
Inkar Acosta es una constructora y jefa de familia que vive, precisamente, en la capital del departamento de Pando. Ella decidió trabajar como albañil hace más de 20 años.
Inkar cuenta que ingresó a este rubro porque necesitaba cubrir los gastos de su hogar. Pero su vocación de lideresa la llevó a convertirse en cofundadora de “Las Pioneras”, una asociación de constructoras cobijeñas.
Ella es afiliada de la Asociación de Mujeres Constructoras de Bolivia (Amucbol). Desde su experiencia, aún hay muchas condiciones de desigualdad contra las que se debe luchar.
“Siempre nos decían que no contrataban mujeres porque una mujer no trabaja igual que un hombre”, cuenta Inkar y explica que muchas veces la ponían a prueba “gratis” por dos o tres días.
Sus empleadores le exigían demostrar que era capaz de cumplir con la faena.
Así como sucede con Inkar, más de la mitad de las mujeres constructoras son asignadas a tareas básicas. Esto representa, en la mayoría de los casos, una peor remuneración y malas condiciones laborales.
Apenas tres de cada diez mujeres son contratadas como ayudantes de albañilería, según la Encuesta de Hogares 2014 del INE.
“Siempre les demostré (que sí podía). Si las mujeres en la casa trabajamos diez veces más que el hombre. ¿Por qué en un trabajo no podríamos hacer lo mismo?, ¿no ve?”, cuestiona Inkar.
Además, Inkar reclama la precarización de su oficio como constructora y las condiciones de inseguridad a las que se arriesgan.
“Nos contratan y ni siquiera nos dan un casco para ponernos”, protesta.
También según el INE, se sabe que ocho de cada diez trabajadoras de la construcción no cuentan con ningún tipo de seguro de salud. En el caso de constructoras indígenas, esta cifra asciende a nueve de cada diez.
Trabajo independiente
Norma Humaniz también es jefa de familia. Vive en Potosí y tiene seis años de experiencia en la construcción. Sin embargo, ya había aprendido mucho sobre el oficio durante su infancia, gracias a su papá.
Norma cuenta que buscó trabajo en la construcción por el nivel salarial del rubro y su necesidad de cumplir económicamente con su familia.
Después de muchas experiencias con empleadores, actualmente trabaja como independiente. Norma también es parte de Amucbol e impulsa a sus compañeras a continuar el camino juntas.
“Ha habido muchos tropiezos”, confiesa, recordando su trayectoria en la construcción. Además reivindica su decisión de trabajar por su cuenta.
“Hoy por hoy, por ejemplo, ya trabajo independiente. Ya no voy a decir ‘¿me puede dar el trabajo?’. Pequeñas obras ya independiente agarro yo, más que todo en pintura y refacción de fachadas”, explica.
Norma es parte del 0.6% del total de mujeres constructoras que se desempeña en esas áreas, habitualmente cooptadas por varones.
Vocación por la construcción
También desde el sur del país, pero desde la ciudad de Sucre, Basilia Callaguara cuenta que desde muy pequeña le gustaba el oficio de la construcción.
Es así que ya lleva una década de trabajo en el sector, aun pese a que sus amigas le preguntan constantemente si no tiene miedo a su entorno laboral.
“Yo antes costuraba polleras. Aburrido nomás en la casa, por eso he salido a trabajar aquí. En la Alcaldía estoy trabajando desde el 2011”, relata Basilia.
“En mi casa me puedo enfermar; así (afuera) me gusta trabajar, siempre salgo”, insiste Basilia y remarca su vocación.
Ella es la única mujer de su “sección” (cuadrilla de trabajo).
“Otras mujeres tienen miedo (de trabajar en la construcción)”, lamenta.
Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo, tres de cada diez constructoras (en las ciudades de La Paz y El Alto) recibieron gritos de parte de sus superiores o compañeros de obra.
Esta situación es más marcada en aquellas que trabajan como dependientes, quienes además suelen sufrir acoso sexual. Especialmente cuando inician sus carreras en el sector.
No solo madres
“Nos han metido a la cabeza de que somos madres. Y las madres cocinan, lavan, planchan y nada más”, protesta Yacqueline Camacho, representante de las mujeres constructoras de Santa Cruz.
“Nosotras las mujeres somos capaces de conseguir muchas cosas y mire que la lucha en la construcción es dura pero muchas han conseguido sobresalir y (un) buen trabajo”, comenta Yacqueline.
Ella trabaja en el rubro desde hace 13 años. Fue aprendiendo del oficio poco a poco y se siente orgullosa de impulsar y formar parte de Amucbol.
Ahora se capacita en el uso de herramientas tecnológicas para ampliar sus posibilidades laborales. Aunque inicialmente fue reacia a este aprendizaje, los efectos de la pandemia acabaron por convencerla.
Una cuadrilla de mujeres
En La Paz, Santusa Mamani y Gladys Álvarez son parte de la única cuadrilla de mujeres constructoras conformada desde el 2015. Trabajan dentro la Unidad de Mantenimiento de la Secretaría Municipal de Infraestructura Pública (SMIP) del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz.
Con más de 12 y 6 años de trabajo en el rubro, respectivamente, ambas jefas de familia admiten que se iniciaron en el oficio sin saber mucho. Pero fueron aprendiendo, capacitándose y apostaron por la empatía.
“Tenía miedo porque los varones decían, las mujeres que van a poder, eso tenía miedo. (Es) entonces cuando nos hemos unido”, comenta Santusa. Para ella, aquel fue un momento clave.
“Eso me gustaba a mí, la unión, la comunicación. En el primer día hemos conversado y decíamos las mujeres podemos”, celebra Santusa.
“Aquí no hay ayudantes ni maestros, aquí todas le metemos”, agrega Gladys.
Organización entre compañeras
Sonia Quispe es trabajadora de la construcción desde hace diez años en el ámbito público, por cuenta propia. Vive y realiza sus actividades en El Alto.
Sonia tiene confianza en que la consolidación de los lazos entre las mujeres trabajadoras de la construcción beneficiará a todas sus colegas.
“Ya tenemos nuestro estatuto y reglamento interno (…). Quisiera la verdad ya tener la personería y ayudar a mis compañeras”, explica sobre sus intenciones de fortalecer y formalizar la asociación de mujeres constructoras en El Alto.
De la asociación de mujeres constructoras en Bolivia
Hace más de diez años la asociación Red Hábitat inició un diagnóstico sobre la situación socioeconómica de la mujer constructora. En él se identificaron las brechas y las vulnerabilidades a las que se enfrentan las constructoras.
Así surgió el Programa de Apoyo a la Generación de Empleo de Mujeres Constructoras.
A partir de esta iniciativa se realizaron acciones hacia la organización política y económica. Además, se promovió la capacitación técnica, impulso a la formación orgánica y otros mecanismos de reconocimiento.
Anelise Méndez, representante de Red Hábitat en La Paz, comenta que “se implementaron cursos prácticos y teóricos tanto en aula como en obra”. En total consiguieron concretar “170 intervenciones urbanas en escuelas, centros infantiles, sedes sociales de juntas vecinales y murales”.
Estas acciones, impulsadas por Red Hábitat, formaron parte de una estrategia de visibilización del rol de las mujeres en la construcción y el mejoramiento de la ciudad.
Así lograron reunir a un grupo de mujeres que, sin conocerse, poseían problemáticas similares y carecían de una representación colectiva.
Esta agrupación, en primera instancia, fue propuesta por trabajadoras municipales. Su principal motivación fue la precariedad laboral a la debían enfrentarse, con contratos de corta duración.
En el caso particular de Cochabamba, fue la Fundación de Promoción para el Cambio Socio-Habitacional (Procasha), quien impulsó desde el 2009 la capacitación en albañilería para mujeres. Posteriormente, brindó asesoramiento en la organización de cooperativas de mujeres constructoras. Actualmente, existen registradas al menos siete de estas organizaciones.
Con este impulso, prácticamente nacional, el 2014 se constituye la Asociación de Mujeres Constructoras (Asomuc). Tres años después, con jurisdicción en el departamento de La Paz, la asociación consiguió su personería jurídica.
En 2019, también con el apoyo de Red Hábitat, se desarrolló el Segundo Encuentro Nacional de Mujeres Constructoras. En este evento nació la Amucbol, con el fin de articular acciones a nivel nacional.
De la pandemia y el camino por recorrer
Estas narrativas, son problemas comunes y son aspectos pendientes para la Asociación de Mujeres Constructoras, que —según nos cuentan— también ha sufrido los efectos de la pandemia.
En algunos casos postergando sus labores que viraron hacia emprendimientos más oportunos. Como en el caso de las asociadas en Cobija, que se dedicaron al cultivo de hortalizas buscando un mercado para sus productos. O el de Santa Cruz, que se apoyó en redes sociales y aplicaciones para sobrellevar este tiempo.
“Yo les digo a mis compañeras de todo Bolivia que (nos) daremos fuerza. Como Amucbol tenemos un futuro prometedor para nosotras, nuestras hijas, sobrinas, primas. No desmayaremos, seguiremos adelante. Yo sé que el camino es largo pero caminaremos juntas de la mano”, pide Norma a sus colegas.