Todos los años, desde hace al menos una década, los animales silvestres son las víctimas silenciosas de los incendios en el oriente boliviano. Este 2021, el 68% del territorio quemado en Santa Cruz corresponde a áreas protegidas. Los animales están atrapados entre el fuego y la indolencia humana.
Las fotografías que acompañan este reportaje contienen material sensible. Por favor, considera esta advertencia antes de continuar.
Para los animales silvestres en la Chiquitania boliviana no parece haber ningún camino que los salve del fuego, de la muerte. Están atrapados en medio de la voracidad de los incendios provocados, principalmente, por intereses económicos.
Los rescatistas, sus rescatistas, llevan botas de trabajo con las suelas chamuscadas y ropa ignífuga (especial para protegerlos de las llamas). Están algo más a salvo que los animales, pero su situación también es precaria.
En su camino, siguiendo las cicatrices que deja el fuego en el bosque chiquitano, encuentran el cuerpo de un loro que parece disecado, cubierto de cenizas.
Luego el de un conejo. También está calcinado, en una posición de escape, con casi nada de pelaje.
También aparecen los cuerpos de dos leopardos. Hembra y macho. Están tendidos cerca de unos árboles consumidos por el fuego. Tienen quemaduras y varias escoriaciones. Los rescatistas, al revisarlos, dicen que murieron intoxicados por la humareda.
Al 26 de agosto de 2021, la Gobernación de Santa Cruz informó sobre 800 mil hectáreas quemadas. El 68% de ese territorio corresponde a áreas protegidas.
Según el Sistema de Información y Monitoreo de Bosques del Ministerio de Medio Ambiente y Agua, hasta la misma fecha, la cantidad de focos de calor acumulada en el año es la tercera más alta de la última década. Solo la superan los desastres de 2010 y 2019.
Antes de continuar queríamos recordarte que el periodismo independiente y autogestionado no es viable sin tu apoyo. Si estás en posibilidades de hacerlo, déjale una donación a nuestro CHANCHITO MUY WASO. Tenemos regalitos especiales esperando por vos.
¡QUIERO APOYARLAS AHORA!
La riqueza del bosque seco chiquitano
El chiquitano es el bosque seco tropical más extenso y mejor conservado del mundo. Los incendios en este territorio ponen en riesgo a más de 1,200 especies (43 son anfibios, 140 reptiles, 788 aves y 242 mamíferos).
Pero esa es solo la parte sobre la que se tienen registros. Debido a la riqueza de su biodiversidad, hay muchas víctimas de los incendios en la Chiquitania que no conocemos.
Según reportes de la Fundación para Conservación del Bosque Seco Chiquitano (FCBC) se conoce aproximadamente el 70% de la fauna de vertebrados y menos del 5% en el caso de los invertebrados (como insectos o arácnidos).
Según un estudio del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés, se calcula que más de 5.9 millones de animales murieron durante los incendios de 2019.
Quemados, sedientos, asustados, los animales buscan un refugio del fuego. Pero no tienen muchas alternativas.
Si llegan a las carreteras, podrían morir atropellados. Si se quedan demasiado cerca de los incendios, morirán intoxicados. Sin alimentos ni agua ni la energía suficiente para huir, sus cuerpos terminarán calcinados.
Un equipo de biólogas del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny, explica este desastre afecta a todas las especies en diferente medida, ya que el bosque provee distintos tipos de refugio, alimentación y sitios de reproducción.
“Las especies que sobrevivan buscarán otros lugares aledaños, solapando nichos de otras especies, en otros ecosistemas, lo que conllevará a un desequilibrio de la cadena alimenticia”, explican.
Las expertas subrayan que, en este tipo de incendios, los animales más vulnerables son los reptiles, anfibios, pequeños mamíferos, pequeñas aves, insectos y arácnidos.
Lastimosamente, esta no es la única amenaza que los animales silvestres deben enfrentar. También está la pérdida y destrucción de sus hábitats (por la expansión de poblaciones humanas), contaminación de los ecosistemas por actividades extractivas, persecución, caza ilegal y tráfico, entre otras.
«El alma duele»
Jerjes Suárez Ruiz vive en Roboré. Es veterinario desde hace 25 años, casi la mitad de su vida. No solo atiende a animales en su consulta, sino que también trabaja como rescatista de vida silvestre. Además, realiza campañas con animales callejeros como perros y gatos.
“El alma duele”, dice Jerjes cuando comienza a describir las imágenes y las escenas con las que se encuentra durante su labor como rescatista en la Chiquitania.
“Cada paso que uno da en las quemazones (incendios) comienza a ver el dolor que han padecido esos animales. Muchos mueren quemados, otros mueren de hambre, otros de sed, otros carbonizados. El drama es muy duro y complejo”.
Actualmente, las tareas de rescate de Jerjes cuentan con el apoyo de la Alcaldía de Roboré, con quienes coordinó la instalación de un albergue para animales silvestres quemados. Este refugio funciona en el Hotel Anahí.
El pejichi y Hércules
Hace poco Jerjes y sus colaboradorxs rescataron a un pejichi (el armadillo más grande de Sudamérica, que puede llegar a pesar más de 30 kilos). El veterinario le diagnosticó quemaduras de tercer grado en su caparazón y le realizó curaciones —todos los días— como tratamiento.
Pero el proceso de curación fue complicado. El pejichi no soportó el encierro. Una noche, rompió las rejas de una jaula para jaguares e intentó huir. Aun herido y quemado, el pejichi prefería seguir libre. “Ese día lloré”, cuenta Jerjes.
“Lloré al ver la impotencia y el dolor del animal, de todo lo que les causamos (los seres humanos)”.
Finalmente, luego de ser encerrado para su recuperación y gracias a las atenciones de Jerjes, el pejichi fue liberado en el parque Tucabaca.
“La verdad no todos son humanos. La palabra ‘humano’ quiere decir tener humanidad, tener compasión, cuando uno ve el dolor (de otro)”, dice sobre la falta de empatía con los animales silvestres.
Otro de los recuerdos dolorosos que guarda Jerjes es el de Hércules.
Hércules es un ocelote (leopardus pardalis) que se vio obligado a huir del monte por la agresividad del fuego. En su escapatoria, fue atropellado en la carretera entre San Matías y San Ignacio.
El ocelote llegó al albergue de Jerjes con quemaduras y una fractura expuesta y conminuta (es decir, con el hueso quebrado en dos o más fragmentos).
Jerjes tiene una especialidad en traumatología que lo ayudó a salvar la vida de Hércules, en una cirugía que se extendió entre las tres de la madrugada y las ocho de la mañana.
El veterinario rescatista corrió con todos los gastos de la intervención.
Gastos y solidaridad
Según un reporte de La Región, la atención de animales silvestres afectados por los incendios y la pérdida de su hábitat tiene costos exorbitantes para los rescatistas.
Como ejemplo, la atención de una osa bandera y un tapir requirió más de cuatro mil dólares. Pese al esfuerzo económico, ambos animales murieron en diferentes circunstancias, según informó La Región.
Según cuenta Jerjes, cuidar de Hércules implica curar sus heridas, darle alimento, un espacio para su recuperación y medicinas. Lo mismo con los otros 12 animales que comparten el refugio.
“Se hace lo que se puede con lo que se tiene”, dice Jerjes y nos comparte algunos de los principales insumos para el rescate de animales silvestres:
- Alimentos (como girasol para las parabas o carne para los ocelotes).
- Lincomicina, cefalexina, ceftriaxona y otros antibióticos de uso veterinario
- Metrodinazol
- Cánulas de 14, 22, 24
- Jeringas
- Suero glucosado
- Gasas y vendas
- Papel higiénico
- Toallas desechables
Estos son solo algunos de los requerimientos.
Quienes quieran colaborar con el refugio del Hotel Anahí en Roboré, pueden enviar donaciones a la cuenta 1561361224 de la Cooperativa San Martín de Porres, a nombre de Jerjes Suárez Ruiz (CI 3898647).
Si están en Santa Cruz o Roboré, pueden dejar sus aportes directamente en el hotel, o contactarse al teléfono +59173194104.
Ya sea por el constante crecimiento de las poblaciones humanas y la voracidad con la que suelen expandirse hacia la destrucción de santuarios naturales, o el ambicioso avance de la frontera agrícola, los animales silvestres están cada vez más arrinconados y son obligados a abandonar sus hogares.
Ellos no pueden pedir pedir ayuda. Nuestra solidaridad, nuestras denuncias contra la destrucción de la naturaleza y el violento avance del “desarrollo” económico pueden llegar a ser su única oportunidad de supervivencia.