Una osa bandera y una tapir se convirtieron en emblemas de sobrevivencia en los eventos de fuego de 2019 y 2020 en Bolivia. Ambas murieron en diferentes circunstancias. Trabajar en su recuperación, con todos los costos que implicaba, fue un desagravio a toda la fauna que se perdió o se afectó por intervención del ser humano. Pero, ¿qué pasaría si ese dinero se utilizara en prevención antes que en atención?
Daniela Vidal fue quizás una de las personas más importantes en la vida Valentina; la osa bandera (Myrmecophaga tridactyla) que sobrevivió a los incendios forestales de 2019 en Bolivia. Junto a un equipo de profesionales y voluntarios, estuvo con ella desde que llegó al refugio de animales silvestres Biotermal, en Roboré.
El día que la mataron en Santa Cruz, “Dani” -como la conocen sus amigos- estaba de viaje, justamente preparando el espacio que ocuparía la joven hembra antes de volver a su hábitat: el Parque Nacional Otuquis, en la frontera con Brasil. A casi un año del deceso, todavía espera el momento adecuado para cumplir la promesa que le hizo al verla: “Vas a regresar, poné de tu parte y vas a regresar”.
—Le dije que prefería mil veces que volviera a vivir aunque sea un día más en libertad. No importaba que después la cazaran. Porque ella nació libre y era lo que se merecía. A raíz del incendio vivió este proceso y lo que correspondía era devolverle lo que se le había quitado.
Durante seis meses, veterinarios, biólogos y voluntarios de Ser Fauna -un centro de custodia de vida silvestre- se encargaron de que esta mamífera en estado vulnerable de conservación, se recuperara.
El 6 de septiembre de 2019, cuando guardaparques de Otuquis la encontraron, tenía las patas sangrando por quemaduras. Estaba inconsciente, deshidratada y se le veían las costillas. Con el tiempo, sus cuidadores llegaron a la conclusión de que pisó brasa ardiente cuando volvió para buscar a su cría.
El 5 de marzo de 2020, una voluntaria la encontró muerta en el Bioparque Play Land Park, al norte de la capital cruceña. En ese momento Valentina estaba lista para ser llevada a Biotermal, en Roboré, antes de retornar a Otuquis.
En dos necropsias a las que La Región tuvo acceso, se determinó que tenía “lesiones en vasos mesentéricos que provocaron un shock hipovolémico”. Con la llegada de la pandemia al país, la investigación sobre su deceso quedó en el olvido.
Para Vidal, quien lleva más de diez años dedicada primero a la educación ambiental y luego a la recuperación de animales víctimas de tráfico en Ser Fauna, el golpe fue tan fuerte que pensó en dejar todo y dar un paso al costado.
— La muerte no fue a raíz del manejo del personal del Bioparque, fue una persona que ingresó. Mucha gente con la que trabajo quería retirarse por los ataques en redes sociales. Sabía que era injusto llevar años haciendo esto en silencio, en algo tan minucioso y complicado, como para que digan que no hacemos nuestra labor.
El costo de una vida
En el proceso de recuperación de Valentina se gastó al menos dos mil dólares, según una estimación que hizo este medio en base a diferentes fuentes (ver recuadro). Para las personas que estuvieron con ella e hicieron esfuerzos para recaudar fondos y donaciones, la cifra es incalculable.
Ayudarla fue un desagravio a la fauna que se perdió durante los incendios que consumieron 6,4 millones de hectáreas en todo el país, en 2019.
“En menos de dos kilómetros de recorrido encontramos cinco osos bandera con crías muertas cerca; se ve que trataban de empujarlas. Unos tres chanchos troperos, dos urinas y otros animales que se alcanzaba a ver que escapaban (del fuego). Estaban cojeando, estaban lastimados”, recuerda el biólogo Suri Cabrera, por entonces técnico del Parque Nacional Otuquis y actualmente en el ANMI San Matías.
Mientras tanto en Aguas Calientes, José Sierra asegura que funcionarios del Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MMyA), la Gobernación de Santa Cruz y el municipio de Roboré, le pidieron un espacio en su hotel Biotermal para habilitar un albergue temporal de animales víctimas de incendios. Hoy el lugar es un centro de custodia por el que han pasado más de 300 individuos, según reportes trimestrales que se envía a las autoridades.
Aquí comenzó la recuperación de Valentina, que precisamente lleva el nombre por la valentía con que enfrentó la situación. Mariely Negrete, bióloga de la oenegé Savia y activista, recuerda que la primera donación que se recibió para ella fue Bs 300 para comprar una fórmula especial de alimentación. De ahí en adelante se perdió la cuenta de todo lo que se requirió para salvarla.
Raúl Rojas (+), Cecilia Dorado (entonces dependientes de la Gobernación), Mario Zambrana (Zoológico Municipal de Fauna Sudamericana Noel Kempff Mercado) y Daniela Vidal (Ser Fauna) estuvieron pendientes de manera integral de la osa bandera. A ellos se sumó otro grupo de profesionales y voluntarios de apoyo, respaldados por activistas que se encargaban de conseguir y distribuir otros insumos necesarios.
En Valentina, Zambrana explica que lo primero que se hizo fue aplicar antibióticos y sedantes para que se deje curar. “Son animales salvajes, pelean porque no están acostumbrados al trato humano. La primera semana hacíamos turnos para cuidarla día y noche”, afirma.
Al cabo de diez días cuando se decidió su traslado al Bioparque Play Land Park, se necesitaba construir un recinto adecuado. La activista Romina Landívar gestionó Bs 5.000, que era casi la mitad de lo requerido, con lo cual estima que costó Bs 9.000.
De forma paralela, por primera vez en una especie silvestre, se aplicó parches hidrocoloidales que se usan en humanos con quemaduras de tercer grado. Cada uno está valuado en Bs 500 y se usó cuatro (uno por cada pata), en tres oportunidades, lo cual suma Bs 6.000. También se utilizaron cremas de alto costo y se recibió asesoramiento de especialistas del Parque Nacional Iberá de Argentina.
Para la alimentación, Landívar entregaba hasta cinco bolsas de leche deslactosada (cada una en Bs 8) por semana, Nestum (Bs 25 la lata) que es un suplemento infantil, y también se extraían termitas, dado que es la principal fuente de alimentación de la especie en el bosque.
A ello se sumaba frutas y verduras para los otros animales que están tanto en Ser Fauna como en Play Land, a manera de aminorar un poco lo que se gastaba en Valentina.
El otro reto fue conseguir taurina, un aminoácido que usan fisiculturistas en Estados Unidos y que está en las termitas. Una publicación en Facebook permitió que un laboratorio nacional donara dosis para dos meses (cada dosis en Bs 35, en total, Bs 210). Otro tanto llegó desde Estados Unidos, con un valor de Bs 487 ($us 70) el frasco de 400 gramos. También por la red social se consiguió que un viajero pudiera traer el encargo.
“En Estados Unidos, una señora hacía Uber y rifas para reunir dinero para Valentina. De esa manera se consiguió un equipo que necesitaban las veterinarias para controlar la presión y la temperatura. Si bien tenían uno, este es especial porque va conectado a la orejita”, dice Mariely Negrete. El costo aproximado, refiere Amazon, es de Bs 280 ($us 70).
Para su ambientación se trajo tierra desde la Chiquitania. Según Landívar, en combustible, por cada viaje a Roboré, se necesita al menos Bs 500.
Solo en los artículos enumerados y tomando en cuenta una semana de alimentación con leche y Nestum, el costo asciende a Bs 11.917. A ello hay que sumar pomadas, vendas y antibióticos, monto que supera los Bs 1.000, según diversas fuentes consultadas. Ese total, Bs 12.917, que representan alrededor de $us 1.860, puede superar por mucho los $us 2.000 considerando que Valentina estuvo en tratamiento seis meses.
En el caso de los funcionarios públicos, Raúl Rojas (+) y Cecilia Dorado por entonces de la Gobernación, y Mario Zambrana, del zoológico municipal, trabajaron más de 50 días en las zonas de desastre, sin descanso por fines de semana ni festivos.
Sierra, de Biotermal, afirma que durante los días de emergencia, su hotel también se encargó de alimentación y hospedaje no solo de estas personas, sino de bomberos y otros funcionarios de Ministerios que estaban en la zona debido a la emergencia.
Los voluntarios de Ser Fauna no perciben salario y de los activistas, Landívar alterna esa labor con su trabajo en una empresa de consultoría en recursos humanos. Durante los incendios de 2019 tuvo que ausentarse en dos ocasiones a la Chiquitania: una para llevar alimentos y otra para acompañar los rastrillajes que se hacían en busca de animales afectados.