Solo dos de cada 10 columnas de opinión publicadas en los principales medios escritos de Bolivia son firmados por mujeres. Durante la primera semana de marzo de 2021, en sus secciones de opinión, algunos no tocaron ningún tema referido al Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Otros ni siquiera contaron con una columnista para el 8M.
La agenda feminista y las mujeres, dice la académica argentina Rita Segato, es omnipresente. La discusión sobre las problemáticas en torno a las mujeres, desde diversas perspectivas, es masiva en entornos digitales y fuera de ellos; a nivel nacional, regional y global.
Sin embargo, los medios hegemónicos en la Bolivia parecen resistirse a esta disrupción y a la mayor participación de mujeres en sus segmentos de análisis y opinión.
En una revisión de 234 publicaciones, realizadas durante los primeros ocho días de marzo en las ediciones digitales de nueve medios de comunicación, pudimos corroborar una marcada subrepresentación de las mujeres en las secciones de opinión.
En todos estos medios, en ocho días, solo dos de cada diez textos llevan la firma de una columnista.
En la mayoría de los casos, esta hegemonía masculina en la construcción de la opinión pública ni siquiera se vio interrumpida durante el 8M, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Peor aún en los días previos a la masiva protesta mundial.
Pese a que muchos medios de comunicación son dirigidos por mujeres y cuentan entre su personal con un porcentaje mayoritario de periodistas mujeres, parece ser que las voces autorizadas para emitir una opinión siguen siendo las de los varones con cierto estatus o reconocimiento social.
En el caso de El Deber, de las 42 columnas de opinión publicadas durante los primeros días de marzo, solo once tienen la autoría de una mujer.
En Página Siete, la proporción es de una columnista por cada tres varones. Los Tiempos ofrece arroja cifras similares y se anota dos jornadas previas al 8M en las que no se lee a ninguna mujer.
Estos tres medios son los de mayor presencia digital en el país y comparten al menos dos peculiaridades.
Por un lado, todos ellos repiten columnistas. Es decir, un solo autor publica exactamente el mismo texto en dos e incluso tres periódicos.
¿Es que no pueden buscar a expertas que puedan tocar los mismos temas? ¿Qué los obliga a reproducir las mismas ideas una y otra vez? ¿Cumplen sus segmentos de opinión la función de reflejar una sociedad plural y diversa? ¿No se dan cuenta que al reproducir hasta el cansancio los análisis de varios pares de señorones subrepresentan a las mujeres bolivianas, que equivalen a poquito más de la mitad de la población nacional?
Por otra parte, un detalle no menor, es que muchos de los columnistas varones sí cuentan con un perfil que incluye su fotografía y un archivo con el resto de sus textos. O sea, son publicados regularmente.
No sucede lo mismo con las columnistas. Como muestra, en El Deber hay una publicación en la que puede leerse el grado académico de la autora, pero no su nombre. Casi una semana después el yerro sigue sin enmendarse.
En el resto de los medios analizados el porcentaje de participación de mujeres en los segmentos de opinión siempre se acomoda por debajo del 33%.
Pero los números y los porcentajes son solo una muestra del hedor machista que aún exhalan los diarios más influyentes de Bolivia.
Por ejemplo, en La Razón, el mismo 8M no aparece ninguna articulista y en su segmento de opinión tampoco se tocan temas referidos a los feminismos o problemáticas en torno a las mujeres, sus logros, luchas o derechos.
En el caso del matutino orureño La Patria, la columna de opinión dedicada al 8M fue escrita por un hombre y en ella se pueden leer frases como “la mujer es el ser más importante de la creación”.
El peor ejemplo de la predominancia de varones en un segmento de opinión es el del periódico tarijeño El País. Durante la primera semana de marzo no aparece ni una sola columnista. Tampoco el 8 de marzo, claro.
Pero el problema no solo es de los medios tradicionales.
El portal Brújula Digital, en el mismo periodo, tiene el nombre de una mujer entre 17 textos firmados por varones. Adicionalmente, entre los autores se repiten los nombres de los mismos señores que cuentan con espacios en los medios tradicionales con mayor alcance.
Es decir, aunque este espacio pretende mostrarse como una alternativa a los medios convencionales, no hace más que consolidar la hegemonía de una media docena de opinadores que también copan espacios radiales y televisivos.
Podrán decir que son líderes de opinión. Podrán decir que tienen muchos méritos para ser las voces autorizadas. Podrán poner miles de excusas para seguir haciendo de la opinión un feudo de unos pocos señorones.
La realidad es que, ya sea de manera deliberada o negligente, los medios de comunicación tradicionales no reflejan la diversidad de voces, miradas e ideas que bullen a diario en las calles y las redes sociales.
Sus segmentos de opinión entregan, actualmente, pero también a futuro, una imagen distorsionada, simplificada y aplanada de una sociedad —y sus ideas— con entramados complejos y heterogéneos.
Pero, más allá de que esta desproporción no refleja la pluralidad de voces que deberían configurar la opinión pública boliviana, estas cifras también evidencian una desconexión de los principales medios de comunicación con la realidad y su función en la sociedad frente a los poderes políticos, económicos y sociales.
Tampoco es que todo se resuelva completando un cupo, al mejor estilo del feminismo liberal institucionalizado. Muchas de las columnistas que cuentan con espacios en los medios hegemónicos comparten una visión antipopular y abiertamente antifeminista.
Es el caso de la reputada investigadora y periodista Lupe Cajías, que cada tanto rubrica furibundas diatribas antiaborto y cuestionamientos hacia un movimiento feminista que, claramente, desconoce. Porque los feminismos —apartidarios, autónomos, militantes— están en las calles, no en los cafés de los barrios residenciales ni en clubes sociales-intelectuales.
El cupo tampoco resolverá los problemas estructurales de los grandes medios que alientan estereotipos sexistas, que revictimizan a quienes sufren violencia patriarcal y abusos sexuales, y que son incapaces de implementar enfoques de género básicos en pleno siglo XXI.
Es urgente el surgimiento de un ecosistema de medios alternativos y libres de cualquier condicionamiento político partidario. Por eso es que tienen tanto valor los emprendimientos periodísticos independientes, populares, feministas y autosostenibles.
¡El futuro del periodismo será feminista, diverso y plural!