Una de nuestras colaboradoras mĆ”s querida reflexiona desde EspaƱa sobre prostituciĆ³n, migraciĆ³n y los feminismos hegemĆ³nicos. Una mirada crĆtica hacia los discursos que nacen del privilegio, que invita a la reflexiĆ³n y al debate.
Valeria Canelas
Entre los grandes principios morales y la realidad cotidiana sucede la vida. Y la vida se desarrolla entre mĆŗltiples contradicciones, necesarias, en muchos casos, para la supervivencia. Y la supervivencia muchas veces entra en contradicciĆ³n con nuestros grandes principios morales. No existe lugar de pureza y continuar viviendo consiste, precisamente, en aprender a negociar humildemente con nosotras mismas a partir de nuestras condiciones materiales de existencia.
Continuar luchando implica no renunciar a un horizonte deseado de justicia pero comprender que en el camino, muchas veces, tendremos que postergar las utopĆas para actuar, precisamente, con justicia ante distintas situaciones complejas.
La prostituciĆ³n existe a pesar de nuestros principios morales y para muchas mujeres es su Ćŗnica forma de supervivencia. La prostituciĆ³n es la realidad de muchas mujeres y lo mĆnimo que podrĆamos hacer es escucharlas y apoyarlas en la consecuciĆ³n de todas las herramientas que ellas consideren necesarias para combatir los estigmas y protegerse de todos los abusos a los que estĆ”n expuestas. Independientemente de lo que yo, desde mi privilegio, pueda pensar sobre la prostituciĆ³n.
El debate debe ser constante, claro, pero si al intentar imponer mi punto de vista estoy fortaleciendo el estigma y colaborando activamente para que la vida de las mujeres que se dedican a la prostituciĆ³n sea mĆ”s difĆcil, es bastante claro que me importan mĆ”s mis grandes principios morales, mi horizonte deseado de justicia, que la vida y los cuerpos de esas mujeres. Me importan mĆ”s mis discursos y mis opiniones que la vida y las problemĆ”ticas concretas de esas mujeres de las que hablo como si fueran una simple proyecciĆ³n de mis coordenadas Ć©ticas.
Ā«… muchas veces, tendremos que postergar las utopĆas para actuar, precisamente, con justicia ante distintas situaciones complejasĀ».
En su libro PotosĆ, Ander Izaguirre cuenta cĆ³mo en Bolivia se intentĆ³ prohibir el trabajo infantil, algo que, independientemente de lo terrible que nos parezca, es una realidad en muchos paĆses y es para muchos niƱos y niƱas la Ćŗnica vĆa de supervivencia. Izaguirre cuenta cĆ³mo los propios niƱos y niƱas, organizados en un sindicato, protestaron contra esta medida e incluso se reunieron con el presidente y lograron que no se prohibiera.
Por supuesto que no deberĆa existir el trabajo infantil, pero lo cierto es que volverlo ilegal solo harĆa mĆ”s difĆcil la vida de esos niƱos, condenando su actividad a la clandestinidad y, por lo tanto, beneficiando a aquellos que los explotan. Y el trabajo de los niƱos y niƱas en las minas del que habla Izaguirre en su libro, sobra decirlo, es tambiĆ©n una violencia terrible hacia su cuerpo. Es una condena de muerte porque las condiciones en la mina tienen como resultado una esperanza de vida corta.
![](https://muywaso.com/wp-content/uploads/2019/09/somos-migrantes-trabajo-sexual-262x300.jpg)
Claro que yo, y creo que cualquier persona, imagino un horizonte en el que no exista el trabajo infantil, pero mientras esa opciĆ³n siga siendo la Ćŗnica para la supervivencia de esos niƱos y niƱas y de sus familias solo podemos hacer todo lo posible para que dispongan de la mĆ”xima cantidad de herramientas legales para defenderse de los explotadores. Y eso no significa ni proteger a los explotadores ni renunciar a un horizonte en el que no exista el trabajo infantil (en el que no exista, si me apuran, el trabajo en las minas).
Cuando leo la virulencia de algunas abolicionistas espaƱolas, la gĆ©lida certeza con la que hablan de la prostituciĆ³n, me cuesta imaginar que contemplen realidades como la de Bolivia o la de cualquier otro paĆs del Sur global, lugares de donde, por otra parte, son muchas de las trabajadoras sexuales en EspaƱa, paĆs que mediante su ley de extranjerĆa condena a la clandestinidad a muchĆsimas personas migrantes.
He tenido la Ā«oportunidadĀ», por decirlo de alguna manera, de preguntarles a dos de las abolicionistas mĆ”s mediĆ”ticas su opiniĆ³n sobre la ley de extranjerĆa y sobre cuĆ”l creen que deberĆa ser el papel de la policĆa -instituciĆ³n estructuralmente racista- a la hora de aplicar posibles normativas en contra de la prostituciĆ³n.
Ninguna me contestĆ³ nada concreto y una de ellas -la que mĆ”s autopromociĆ³n hace con el tema y que ademĆ”s no tiene ningĆŗn reparo en irse de gira con un proxeneta arrepentido- incluso se tomĆ³ bastante mal que le dijera que la instituciĆ³n encargada de llevar a cabo los operativos contra la trata es la misma que deporta migrantes, las encierra en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) o les pide los papeles en la calle, algo que incluso se comentaba en uno de los cortos que ella misma habĆa dirigido.
Sigo sin entender por quĆ© las abolicionistas mĆ”s mediĆ”ticas y con mĆ”s poder social no dedican sus esfuerzos y emplean los importantes medios econĆ³micos e institucionales de los que disponen en la lucha por la derogaciĆ³n de la ley de extranjerĆa, que es una de las principales causas de la trata.
Sigo sin entender cĆ³mo pueden desentenderse tan fĆ”cilmente de lo que sucede con las mujeres migrantes una vez es desarticulada una red de trata. Sigo sin entender por quĆ© no dedican igual ahĆnco en denunciar la trata en el Ć”mbito del trabajo domĆ©stico o del trabajo en el campo.
Ā«Cuando leo la virulencia de algunas abolicionistas espaƱolas, la gĆ©lida certeza con la que hablan de la prostituciĆ³n, me cuesta imaginar que contemplen realidades como la de Bolivia o la de cualquier otro paĆs del Sur global.Ā»
En el manifiesto del 8M no se dice nada de la prostituciĆ³n porque es un tema en el que no existe consenso, aunque estos dĆas se empeƱen en decir que el feminismo es abolicionista, obviando que no hay, que nunca ha habido, un solo feminismo y que hay feminismos que son proderechos, que no es lo mismo que regulacionistas.
Lo que sĆ se dijo en los manifiestos leĆdos en las marchas es que una de las demandas fundamentales del 8M es la derogaciĆ³n de la ley de extranjerĆa. Estos dĆas, esta demanda apenas se menciona pero sĆ se afirma sin pudor la mentira de que Ā«el feminismo es abolicionistaĀ».
Si el 8M hubiera hecho suya esta dogmĆ”tica premisa, sencillamente no hubiera existido, ni en la magnitud ni en todo la potencia polĆtica que residĆa, entre otras muchas cosas, en su transversalidad, esa complicada equivalencia de demandas que se dio y que, en los Ćŗltimos meses, lamento decir que creo que se ha roto.
Me pregunto si las abolicionistas mĆ”s radicales son realmente conscientes de que con sus afirmaciones estĆ”n convirtiendo en enemigas a sus propias compaƱeras, estĆ”n dinamitando espacios de lucha compartidos tan necesarios como frĆ”giles, precisamente, por la diversidad de posturas que estos albergan. Albergaban, quizĆ” deberĆa decir.
Ā«Me pregunto si las abolicionistas mĆ”s radicales son realmente conscientes de que con sus afirmaciones estĆ”n convirtiendo en enemigas a sus propias compaƱeras…Ā»
Por mi parte, si las demandas abolicionistas hubieran sido, como sucede ahora mismo, mĆ”s importantes que las demandas de los colectivos migrantes, sencillamente jamĆ”s me hubiera acercado al 8M ni le hubiera dedicado durante dos aƱos tantĆsimo tiempo, tantĆsima energĆa, tantĆsimo cuidado, tantĆsimo debate. Y sĆ© por todos las asambleas y encuentros, donde por cierto he compartido espacios y debates con trabajadoras sexuales, en los que he estado que no soy ni de lejos la Ćŗnica.
Estos dĆas, las abolicionistas mĆ”s radicales han logrado algo que llevaban tiempo intentando: trazar una trinchera donde antes habĆa un espacio polĆtico. Es decir, un espacio donde habĆa lugar para el disenso, para la escucha de posturas contrarias, para el debate y para el aprendizaje.
Por mi parte, si se insiste en profundizar la trinchera, yo tengo claro de quĆ© lado voy a estar: siempre con las putas que, por otra parte, son a las que, lĆ³gicamente, mĆ”s he escuchado demandar la derogaciĆ³n de la ley de extranjerĆa.