Seguimos leyendo y difundiendo las voz que compañeras feministas desde todos los rincones del país. Voces desde el feminismo anticapitalista, anticolonial, antiracista. Desde el feminismo contra la transfobia.
¡Qué emocionante! Estamos viendo al movimiento feminista crecer velozmente en el país y en todo el continente. Da mucha fuerza y esperanza. Es por lo que venimos luchando. Casi ya podemos imaginar un mundo feminista, sin toda la violencia y las opresiones.
Pero no es tan simple, a medida que crece el movimiento, los feminismos se complejizan y van surgiendo nuevos desafíos. Uno de los principales, en este momento y a nivel global, es la urgencia de separar muy bien al feminismo de la transfobia.
Pero también surgen otros retos y nos toca estar atentas para reconocerlos.
El crecimiento del movimiento no es un fenómeno difícil de explicar. Internet nos ha conectado, y cualquier mujer que decida entender y aprender sobre feminismo, tarde o temprano, se sentirá inevitablemente llamada por esta lucha que hace frente a siglos de violencias y opresiones que siguen vigentes.
Pero, ¿realmente estamos reconociendo estos problemas? ¿O es como muchos antifeministas dicen y esto no es más que una moda?
El feminismo como lucha no puede ser definido como moda, porque aunque el tema dejara de ser trending topic, las transformaciones que ha generado en la sociedad no pasan con la temporada. Llegaron para quedarse.
Lo que sí está de moda es usar la narrativa del feminismo liberal, que nos vende esa idea del empoderamiento de la mujer que es capaz de ser fuerte y de hacer todo lo que hace un hombre.
Lo que está haciendo el capitalismo es banalizar los verdaderos propósitos de esta lucha para vendernos la idea de que solo es cuestión de repetir ciertas frases hechas y convertirte en una mujer “fuerte e independiente”. Una mujer con la capacidad de consumir productos para mujeres fuertes e independientes. Una mujer con la capacidad de acceder a puestos de poder antes reservados solo para los hombres.
Pero el feminismo es mucho más que lo políticamente correcto.
Es notorio el espacio que ha ganado el feminismo en Bolivia en los últimos años, tanto en las calles como en las redes sociales. Hace pocos años, «feminista» aún era una mala palabra entre hombres y mujeres.
En mi experiencia personal, con suerte tenía dos amigas feministas con las que podía hablar de un tema que ya me parecía urgente, pero que a la mayoría de la gente le daba mucha lata revisar.
Esto, obviamente, en mi burbuja.
Mientras yo despertaba a lo más revelador que me había pasado, muchas hermanas feministas bolivianas ya llevaban décadas en esta condición de «parias», de «chinchosas», de «pesadas», de «amargadas», insistiendo con un tema que de verdad no importaba a casi nadie.
Hoy veo a las mismas personas que rechazaban el feminismo, compartiendo todos los artes y mensajes que circulan por el 8M y levantando la bandera feminista. Sí, es maravilloso, porque justamente esa es la idea: que cada vez seamos más.
Pero también es importante que revisemos de qué manera se está popularizando el feminismo para que la lucha no pierda su indispensable sentido político.
Una buena brújula en la búsqueda del norte feminista es tener presente que el feminismo es siempre incómodo. El feminismo que no incomoda no sirve, porque no transforma. La sociedad difícilmente va a cambiar aquello que tiene naturalizado con comodidad.
El feminismo es sobre todo incómodo en los primeros acercamientos, cuando empiezas a reconocer el machismo omnipresente, cuando de pronto lo reconoces donde menos lo esperabas: en ti misma.
Pero de nada sirve reconocer las opresiones que sufres si vas a seguir reproduciéndolas a otros niveles. De nada sirve el afiche feminista si vamos a ponernos a distinguir a qué hermanas apoyamos o cuáles derechos reconocemos.
Sí, hay muchos feminismos, pero eso no quiere decir que toda postura pueda ser considerada feminista siempre que venga de una mujer.
Si tu postura no reconoce el derecho de cada una a decidir sobre su cuerpo, entonces no es feminismo.
Si tu postura responsabiliza, aunque sea parcialmente, a una mujer que ha sufrido abuso, entonces no es feminismo.
Si no incomoda, porque no cuestiona, porque no rompe con lo establecido, porque no defiende la libertad, no es feminismo.
Si relativiza la violencia que ha sufrido una mujer porque el perpetrador es un ser querido, no es feminismo.
Si romantiza una lucha que apenas empieza y que surge desde el dolor y de la muerte, solo la banaliza.
Y no, no es que solo haya espacio para la rabia y la disputa dentro del feminismo. Claro que construimos desde el amor y la alegría, pero eso se va a poder levantar realmente cuando la violencia y la injusticia sean escombros de la historia. Hasta eso, hay que seguir incomodando y cuestionándolo todo.
Esa es la deconstrucción, primero propia y después inevitablemente colectiva.
Por eso insistimos con que no se celebra el 8M, no porque no tengamos esperanzas, si no porque seguimos en plena batalla, porque estamos marchando al lado de nuestras hermanas que han perdido a sus mujeres amadas en manos de feminicidas. Estamos cargando entre todas el dolor por nuestras muertas que por ahora sigue siendo más grande que nuestras conquistas.
Es una gran esperanza ver cada vez más mujeres comprendiendo la urgencia de esta lucha. Llena de emoción ver cómo las más jóvenes la tienen mucho más clara que muchas de nosotras a esa edad.
Me alegra pensar en que están más protegidas, en que el machismo está menos impune.
Patriarcado, capitalismo, racismo, fascismo, colonialismo, son todas estructuras interdependientes contra las que lucha el feminismo. Para no dejar a ninguna mujer atrás hay que reconocerlas todas y para ser feministas tenemos que estar en un proceso de constante alerta y cuestionamiento.
Hoy agradezco especialmente a todas esas mujeres que me han incomodado en mis primeros acercamientos al feminismo. A las rebeldes que han hecho y siguen haciendo que me cuestione mi manera de entender la vida.
Gracias a las que han defendido el feminismo furiosamente mucho antes de que la moda las avale, antes incluso de que se nos reconozca el derecho a reclamar nuestros derechos.
Mi mayor respeto y gratitud por todo lo que nos siguen enseñando.
Gracias por este regalo que nutrimos entre todas. Entre las que abren los caminos y las que los recorremos, identificando nuevos horizontes, abriendo nuevas sendas.
Gracias a las más jóvenes, que están abrazando con fuerza esta lucha y que me están enseñando también muchas cosas.
¿Lo que ya nunca vamos a estar solas? ¿Qué fuerte no? Qué poderoso.
Sigamos recorriendo y nutriendo juntas esta lucha, hermanas. El tiempo y la vida nos están dando la razón.
Está floreciendo, pronto veremos los frutos, van a ser dulces y hermosos.
A las que todavía no creen en el feminismo: aquí nos vemos, hermanitas, sé que tarde o temprano nos vamos a estar encontrando. La puerta siempre está abierta.