¿El debate que se nos impone desde el poder es el que realmente importa? ¿Qué pasa con las minucias que se multiplican en la cotidianidad y que nos constituyen como animales políticos? No vamos a callarnos, no vamos a cuadrarnos, no vamos a ponernos solemnes, ¡seamos superficiales!
Katia Carmesí / La Pesada Subversiva
He estado viendo en las redes sociales, durante la cuarentena, ese discursito ñoño de que las cosas que más extraña la gente son aquellas cosas inmateriales como la presencia de otro ser humano, la socialización, una charla, un abrazo, esas cosas que, supuestamente, son las “esenciales”, aquello que es lo más auténtico en las relaciones entre personas en contraposición a lo material: aquello que es prescindible, lo artificial, lo superficial. Interior versus exterior.
Mientras tanto, durante estos días, me levanto obsesionada con mi piel, me toco las piernas y siento esos pequeños vellos crecer, siento que ese no debería ser el proceso de mi cuerpo. Pero, según la biología, así es. Le dedico horas a eliminar esa textura de mi cuerpo, de la forma más obsesiva y morosa, pero también la más barata. A veces deseo simplemente gastar un montón de dinero en meterme laser hasta en los orificios y eliminar cientos de vellos que se convierten en miles cada vez que los arranco de su lugar de origen. Siempre me pregunto cuántos pelitos arrancaré en todo un año.
¿Pero qué estupidez es esa? ¿Qué mierda tiene que ver eso con lo que está sucediendo ahora mismo? Hay cosas tan importantes de las que hablar en este momento y te pones a hablar sobre depilación. Qué cosa más irresponsable, qué visión más superficial de la situación.
Evito entrar desde el análisis político/social global amplio. Por un lado, porque creo que lo que diga se quedará corto, eso se los dejaré a los grandes pensadores. Por otro, creo que me interesa entrar al micronivel, hablar de esas pequeñas cosas que son borradas de los grandes discursos y reflexiones. Cosas que, digámoslo así, son superficiales.
“embeces la bida no es como queremos :’(”
-meme de gatitos
Lo superficial es lo exterior, lo que se ve en primera instancia: la piel. Eso en lo que no se puede confiar porque es engañoso. En el fondo las cosas pueden ser diferentes, como en el marketing, como en las portadas de libros, como esos videos de mujeres chinas y coreanas transformando los rasgos de sus caras con maquillaje, dejando asombrados a los espectadores (sobre todo onvres heteros), quienes comentan “ya no se puede confiar” o “antes de besar tírenle agua a la cara”.
Y bueno, Katia, ¿esto que tiene que ver con el KHAAAARAAANAAAVAIIIRUUUZZZ?
Esta visión binaria del “exterior engañoso”/“interior esencia” está presente en varios pensamientos occidentales y orientales, que llegan hasta nuestros días de wifi como conocimiento popular.
Lo superficial, aparte de engañoso, es lo prescindible, especialmente en momentos crisis, es un lujo que no se puede permitir.
Pero hay experiencias que siempre pasan de largo dentro del radar heterosexual. ¿Por qué algo tan superficial como la ropa o el maquillaje, algo tan simple, causa tanto problema en la gente? ¿Por qué esas cosas tan superficiales despiertan reacciones tan fuertes en las personas? ¿Quizás la superficialidad nos intenta decir cosas que vienen desde la profundidad interior?
Diccionario transfóbico
Hombre vestido de mujer: hombre que no se acepta tal y como es, que no se respeta a si mismo pero quieren que lo respeten, aunque use falda en el fondo (en la interioridad de su cuerpo) sigue siendo un hombre.
Hace mucho le explique a una amiga por qué me automedico (no he pisado un hospital en más de 6 años). Le contaba las experiencias negativas de entrar a un consultorio. Ella me respondió que es preferible pasar un mal un momento y no pasarla mal por complicaciones de salud, me quedé perpleja y no pude contestarle nada.
Me pongo a pensar en el hipotético caso de quedar infectada con COVID-19 y tener que enfrentarme no solo al deficiente cis-tema de salud, sino también al «malentendido», las miradas y vocabulario obsoleto de lxs funcionarixs de salud, del médico al que supuestamente tengo que llamar héroe. Pero, mi peor miedo es pensar en qué mierda haría con mis malditos vellos (esos que se niegan a entrar en cuarentena), o que me digan que no puedo usar delineador.
Una clásica forma de humillación trans es despojar al cuerpo de sus características feminizantes o masculinizantes, del maquillaje o la ropa, obligar a hablar con la voz verdadera, despojar lo “superficial” para mostrar lo “auténtico”, eliminar el exterior engañoso y dejar el verdadero interior.
Lo último en que se preocuparía el sistema de salud pública en estos momentos, su última prioridad, sería informar o concienciar en estos temas: en el trato a las personas trans, eso es un lujo en estos momentos de “guerra”.
“Una guerra contra un enemigo invisible”, repiten los medios, las autoridades, los políticos y la gente. Una guerra es una buena excusa para evitar hablar de temas que son considerados prescindibles, en la guerra no hay espacio para lujos innecesarios, no hay espacios para cosas superficiales, te conformas con lo que hay y punto.
“No es el momento para esas cosas”.
Esa frase me hace eco en la cabeza y me recuerda a otro momento de ciudades inmovilizadas, pero con menos aislamiento: esos 21 días que solo se relatan desde una mirada hegemónica, como una resistencia victoriosa donde todxs nos unimos contra un enemigo en común. Pero, sin entrar a profundidad en el tema, empiezo a encontrar similitudes con lo que vivimos actualmente, en donde lo importante es solo una sola cosa, una sola preocupación y no hay espacios para cosas tan pomposas como los análisis crítico o denunciar la peligrosidad de las calles para los cuerpos que no entran en las estéticas del ciudadano decente. Si algunos derechos son pisoteados, pues, será por el bien mayor y «común».
-¿Aaaaah, o sea, lo que más te preocupa de todo es no poder depilarte, ni parecer “femenina”? ¿Qué acaso piensas que eso te convierte en mujer?
-Por favor, hay peores cosas por lo que la gente está pasando, más superficial y te mueres…
Hay otras cosas que en momentos como estos llegan a considerarse superficiales, como las garantías de ciertos derechos, como la situación de los bolivianxs que migraron por trabajo a Chile y ahora intentan volver al país pero son rechazadxs por el Gobierno por «temas de cuarentena». La ciudadanía, en tiempos de guerra, como dice el ministro de Economía, se convierte en un lujo, y bajo el discurso belicista se agrava aún más la situación, porque en la batalla no hay recursos para «comodidades» como servicios básicos, buena alimentación, medidas de salubridad. Peor aún para un espacio íntimo.
En la guerra tampoco hay lugar para policías y militares sensibles. No es tiempo para explicarles sobre las trabajadoras sexuales y cómo es que ellas necesitan salir a las calles. No hay tiempo para informar en un país con una gran brecha de acceso a la información, la única solución es el orden policial y “dios”, el castigo, la cárcel. No es el momento de hablar de los derechos dentro de las celdas. No es el momento para criticar los tratos humillantes ni para hacer preguntas sobre las medidas que está ejecutando el Gobierno central y las autoridades regionales, mucho menos hablar sobre experiencias trans y esas cosas: ¡ESTAMOS EN GUERRA!.
Y en todo esto, Katia, ¿qué mierda tienen que ver los vellos? ¿Son los vellos del cuerpo algo político? Quizás. Aunque, de seguro, cuando las feministas dicen “lo personal es político” no hablan sobre depilarse las piernas.
Quizás desde las cis-experiencias es difícil imaginar por qué alguien pone tanto énfasis en cosas superficiales, algo tan exterior como la piel. Tal vez por eso, para las biomujeres, es difícil entender la necesidad constante de feminización del cuerpo de las trans. Sí, parece algo absurdo, pero también es absurdo que por lo “superficial” la experiencia en la calle sea, en muchos casos, tan agobiante. O sea, solo es un poco de ropa y maquillaje, ¿no?
La feminización sirve como una coraza, una forma de defensa, a veces incluso puede ser una cuestión de supervivencia.
Muchas veces me preocupo de que mi apariencia y mi voz entren en el terreno de lo femenino, porque con el simple hecho de escuchar un pronombre masculino me obsesione tanto que me cague el día y aunque me sepa mucha teoría cuir, mi cerebro y mi cuerpo aún queda perpleja por algo tan simple como una palabra de mierda, por un sonido que hace la boca.
Esto se pone más jodido cuando hablamos de ser detenidx por los policías o acceder al sistema de salud público.
Depilación barata, por Katia Carmesí
Necesitarás:
-Pinzas para cejas (mejor si son de las negras)
-Un espejo
Procedimiento:
-Acostumbrar la piel al pequeño dolor de arrancar un vello
-Poner el espejo cerca de tu cara
-Asegurarse de tener buena iluminación
-Empezar a retirar los vellos uno por uno (usar los dedos para sostener la piel de ser necesario)
-Para la parte inferior de la quijada usar una fuente de luz para ver mejor los vellos (puede ser la linterna de tu celular)
-También puedes usar la luz de tu celular para ver mejor aquellos vellos más pequeños o delgados
-Los vellos más pequeños pueden ser jalados de a poco y lentamente
-Para piernas y otras partes del cuerpo es mejor un lugar que sea cómodo (puede ser la cama)
-No es recomendable usar rasuradora o “cremas depilatorias”, ya que solo cortan los vellos y eso hace incrementar el grosor cuando crezca de nuevo
Tiempo del procedimiento:
-De 30 minutos a 2 horas dependiendo del nivel de acabado
-Depilación de todo el cuerpo puede llegar hasta las 4 horas
Frecuencia de depilación:
-Diariamente para la cara
-De 5 días a 1 Semana para las piernas
-De 1 a 3 días según la parte del torso
Una vez realizada la depilación, puedes sentarte a pensar en el tiempo que has gastado depilándote y pensar que tu cuerpo hace lo mejor para adaptarse a lo que tú quieres.
En caso de ser cuestinadx sobre asimilarse a los estándares de belleza, ¡ZAS!, lanzas todas las contradicciones de esa persona en su cara. Luego la consuelas, le dices que lo sientes y que la existencia en este mundo es un poco compleja.
¿Y al final? ¿Esto tiene algo que ver con el COVID-19, con China, con la política, con el Gobierno o con los gatos?
Quizás algunas cosas sí, quizás otras son puro pedo mental de alguien que no sabe qué escribir, o que al menos no tiene la intención de dar un gran discurso con horizonte utópico que trascienda ante la lectura de otrxs.
Quizás solo son cositas que salen desde los pensamientos de cuarentena, pensamientos más personales, pensamientos más vulnerables. De alguna manera hablar de cosas más pequeñas, aquellas que se callan en una pandemia global, abraza la redundancia de lo superficial.
Lo superficial nunca es “superficial”, la construcción de ese concepto se llega a materializar en el cuerpo. Estas cosas que parecen insignificantes tienen un gran peso en esta realidad, en la vivencia de la calle, en las relaciones sociales.
Lo superficial demarca aquello que está por demás, el exceso, lo que no entrará en el presupuesto, eso en lo que no se gastará las energías, lo que no entra en el horario de oficina, de lo que se puede prescindir en los grandes análisis políticos, de esas experiencias que no entran en los libros de historia.
He tratado de que este texto sea lo más superficial posible.
“embeces solo necesitas un mishi o ser un mishi :3”
-una publicación que hice en feisbuk