Mucha agua ha corrido bajo los puentes de las redes sociales luego del incendio en la catedral de Notre Dame. Por lo general, se trata de discusiones que abundan en los mismos tópicos, a modo de loop, en posturas polarizadas y aparentemente irreconciliables. Pero, ¿son tan indestructibles las cajas de resonacia armadas por los algoritmos? ¿Y si intentamos escuchar al otro? Aquí un intento de cambiar la agresión por el diálogo, la destrucción por una mirada crítica conjunta.
Lil Gabriela Fredes
Hago este texto de sistematización de opiniones sobre el tema de Notre Dame gracias a mi comedido comentario frente a la situación: “#UnpopularOpinion: Y si, en vez de darse palo los que están felices por lo de Notre Dame, los que están tristes por Notre Dame y los que creen que hay cosas más importantes que Notre Dame, ¿escuchamos las razones del otro? Hay tres hilos narrativos con cosas valiosas, podemos aprender de los tres”.
Bueno, acá estamos. El propósito de este texto es generar algunas preguntas sobre los hilos narrativos que se han vertido en las últimas horas en redes sociales frente al incendio que se produjo en Notre Dame. Trataré de hacer un ejercicio de síntesis de las diferentes cosas leídas, que han generado un campo de tensión como si fuesen opuestas cuando en realidad, me parece, son complementarias. Sí, escapan al maniqueísmo del bien y el mal, de la razón o la no razón y generan líneas de pensamiento que tal vez los otros no se habían planteado. En fin, vamos con mi clasificación de comentarios y posts al respecto.
«Los patrimonialistas coloniales-decoloniales»

En este grupo aparecen dos falsos opuestos: los colonizados eurocéntricos y los decoloniales. La verdad es que a ambos les une una narrativa: la preservación del patrimonio. Digo que es un falso opuesto porque lamentar la pérdida de una edificación histórica en Francia no te hace –necesariamente– eurocéntrico, porque dependerá de aquellas construcciones simbólicas que nos unan esa edificación y que no implica un desprecio por las culturas de nuestra América Latina. Por otro lado, argumentar que nadie puso el grito al cielo por otra edificación histórica como Curahuara de Carangas no te hace –necesariamente– decolonial. Especialmente porque Curahuara de Carangas sigue siendo una iglesia y porque con orgullo la llamamos “la Capilla Sixtina de Los Andes”.
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Ahora, estoy de acuerdo con que más se pronunciaron por Notre Dame que por Curahuara de Carangas. Ahí creo que hay dos factores que influyen: Uno sí colonial que tiene que ver con nuestros consumos culturales e informativos que son, efectivamente, más occidentales. Esto tiene que ver con quiénes tienen los medios de comunicación (porqué vimos a Notre Dame en Disney y no a Curahuara de Carangas o cualquier otra edificación importante de nuestras localidades). Sí, estamos más pendientes de lo que sucede en Francia que de lo que sucede en nuestras narices porque tenemos más acceso a la información de un lado que del otro y eso nos habla de cosas tan importantes como: profundas desigualdades en la tenencia de los medios, en una costumbre nuestra a no “curiosear” sobre nuestras realidades, a una currícula educativa en la que la historia de Latinoamérica que se enseña inicia –esencialmente– en 1492 y una tendencia a divulgar más conocimiento de occidente que de otros parientes.
Lo otro también tiene que ver con el ruido mediático que cada uno puede causar. Me explico: Una muerte repentina suele generar más estupor que una muerte anunciada, ¿cierto? Bien, en Bolivia y en Latinoamérica somos campeones para el descuido de nuestro patrimonio, anuncio tras anuncio nos dicen cómo se van deteriorando nuestros símbolos estéticos que, aunque muchos hayan sido construidos en la colonia, han generado una hibridación con los elementos de nuestras culturas que los hace también propios y diferentes. Entonces, frente a la muerte anunciada, el shock vendrá cuando la muerte suceda: ¿Cómo fue que no nos ocupamos? Esa será la noticia y eso copará todos los medios informativos… bueno, no todos porque con los elementos del párrafo anterior no todos los medios estarán al tanto.
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Esta “muerte”*, la de Notre Dame, fue sorpresiva y nos dejó atontados. Claro, también es muy colonial pensar que en Europa tienen todo resuelto frente al cuidado del patrimonio y que estas cosas solo pasan en Latinoamérica o en los países del mundo que no son “desarrollados” (nótese y resáltese el uso de comillas). En fin, el punto es que no causa el mismo impacto mediático algo que se incendia de pronto que algo que se desvanece de a poco. *(También aquí resalta el quehacer mediático, ayer en la tarde y en “vivo” nos presentaron la total devastación y final de Notre Dame; hoy en la mañana resulta que sigue en pie, que conserva muchos de los íconos de su estructura y que las obras resguardadas en su interior están tranquilitas y en orden… estrategia del pánico para vender más, quién dijo yo).
Ahora, ¿tiene más valor Notre Dame (incendiada ayer) que Curahuara de Carangas (en emergencia hace varios años) o la mezquita Al-Aqsa [2] (que ardió al mismo tiempo que Notre Dame)? No. Las tres son valiosas en diversas dimensiones y no solo de una manera local, porque nos cuentan partes de la historia de diferentes pueblos, porque son testimonio de pensamientos, estéticas, elementos históricos, dominaciones y subalternidades que a todos nos compete estudiar/pensar/plantear. Notre Dame nos dice mucho de nuestros pueblos, también… y, como se preguntaría la señora Alegría, ¿alguien quiere pensar en los franceses? Digo, para ellos ese edificio está lleno de símbolos no solo de dominación sino de historia y memoria de lo que no debe repetirse, y reflexiones de lo que se podría hacer, por ejemplo, con los miles de millones que ya han ofrecido algunos multimillonarios. Aquí viene de lujo una de las cosas que leí en redes al respecto (y de un francés):
“Victor Hugo remercie tous les généreux donateurs prêts à sauver Notre-Dame de Paris et leur propose de faire la même chose avec Les Misérables” “Victor Hugo agradece a todos los generosos donantes listos para salvar a nuestra señora de París y les propone hacer lo mismo con los miserables”.
Ollivier Pourriol
«La única iglesia que ilumina es la que arde»
Sí, no y más o menos. Es innegable que la iglesia es un gran negocio, que ejerce todo el poder de dominación y que efectivamente Notre Dame es uno más de los símbolos de toda la tragedia (perdonen las tías que vayan a leer esto, pero es una verdad innegable) que ha significado la iglesia católica en todo el mundo: inquisición, persecución, pedofilia, patriarcado, dominación y extirpación de símbolos/idolatrías/mundos diferentes, exclusión, tramas de mentiras y poder, etc. Sin embargo, creo que no hay que tomar la frase de forma tan literal y pensar que lo que tiene que arder no es la infraestructura arquitectónica sino la estructura de poder de la iglesia (y no solo la católica, sino de todas aquellas que ejercen dominación).
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El incendio de Notre Dame no acaba con nada. De hecho, que ya sean 700 millones de euros los que han donado para su reconstrucción nos muestra que la estructura, que la trama organizativa de ese espacio tiene mucha fuerza y que las llamas de ayer habrán devorado el techo, pero los escándalos de siglos no han tocado ni un solo cimiento. Por otro lado, en varios momentos de las historias (occidentales o no) podemos aprender que la destrucción de símbolos no acaba con aquello que subyace, que las lógicas alrededor de esos símbolos persisten y que muchos de esos símbolos (especialmente los que han sido de dominación) deben servirnos para un ejercicio imprescindible: la memoria.
«Hay tragedias más importantes»
Ya es una constante en redes sociales que cuando ocurre algo trágico llega una extensa lista de otras cosas alrededor del globo que están sucediendo y que, al parecer, nadie les está prestando atención. Frente a esto hay varios elementos que me parecen importantes:
- ¿Será que nadie le está prestando atención a esos otros hechos o es que nuestra caja de resonancia está sintonizada solo con algunos hechos?
- Gracias a todos los que hacen esa lista de otros hechos por los que deberíamos preocuparnos, rompemos un poco la caja de resonancia y eso es valiosísimo. Más que sentirnos atacados deberíamos agradecer el cuestionamiento. No son unos haters del dolor (o fingimiento del dolor) ajeno, sino unas luces para preguntarnos sobre otros temas.
- No me parece muy respetuoso instaurar un termómetro de nivel tragedia, aunque rescato algunos puntos que se relacionan con la idea desarrollada arriba sobre la muerte anunciada y la muerte repentina:
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- La muerte anunciada nos exige tomar una posición ética al respecto que, además, tiene que ir ligada a algunas acciones. ¿Qué hacemos para revertir, frenar o cambiar tal situación? Nos pone en conflicto. Por otra parte, la muerte repentina nos exime de ciertas responsabilidades frente al hecho o los hechos: lo que opine, haga o plantee no cambia lo que ya pasó. Con ello, creo que sí hay –en cierto punto– hechos más relevantes que otros y son aquellos que nos ponen en conflicto.
- Es más fácil expresarse frente a un hecho repentino: qué tragedia Notre Dame, qué tragedia el terremoto, qué tragedia la inundación. Es más difícil expresarse frente a un hecho en desarrollo y que tiene premeditación y relaciones de poder entre grupos: ¿Venezuela? ¿Estados Unidos? ¿Iraq? ¿Siria? ¿Palestina? Más allá de ello, ¿industria? ¿comodidad de consumo? ¿naturaleza? ¿plástico? ¿cambio climático? ¿descolonización? ¿rock? ¿cine de “culto”? ¿“cultura popular”?
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Al respecto, creo que sí hay una tragedia mayor que Notre Dame, que Al-Aqsa y que Curahuara de Carangas: los 29 millones de hectáreas de bosque nativo que se han perdido en la amazonía en los últimos 17 años. ¿Saben por qué? Porque todo arderá en conjunto y no habrá donación que valga para salvarlo si no tomamos posición y acción al respecto, no se salva Notre Dame, ni la torre Eiffel, ni El Fuerte de Samaipata, ni la Muralla China, y todas nuestras discusiones habrán sido estériles. Esto, sobre todo, porque la querida Mille Torrico anotó un argumento importante sobre Notre Dame: “los humanos la erigieron, los humanos la volverán a erigir” (y, tal cual, ya vemos cómo han conseguido tanto presupuesto y voluntad en un solo día), pero… ¿erigimos los humanos la naturaleza?
En fin, el objetivo de este escrito era hacer una sistematización de posturas que tal vez nos ayude a quitar el velo del maniqueísmo y ver que todos tenemos un poquito de razón. Sobre todo, que de estos poquitos se desprenden cientos de preguntas irresueltas en que podríamos ponernos a trabajar. Una última anotación: a quienes pidieron que los “contrarios” a su opinión los eliminen de redes: ¡No le hagan el trabajo gratis al algoritmo y a la caja de resonancia! Como ven, no somos “contrarios”, tenemos mucho que aprender y cuestionar en conjunto.