La serpiente de acero (o Mboi Iyasero Vae), a diferencia de otras, es una leyenda guaraní poco conocida. No forma parte de un relato mitológico, más bien se trata de la batalla de un grupo de guaraníes frente a un fuerza sobrenatural.
Además, en este relato, se logra comprender cómo la naturaleza, de la que los seres humanos forman parte, se rige bajo una lógica de complementariedad. Así, según explica Elías Caurey en Arakaendaye (érase una vez), la humanidad y el resto de los animales se relacionan en paridad.
Por otra parte, Caurey también subraya cómo el pueblo guaraní usa la palabra y la transmisión oral como un don. Así, la fuerza de la palabra hablada en estos relatos, asociados a hechos verídicos, sirve para dar una “continuidad cultural”.
El relato
Cerca de la Gran Fiesta o Arete Guasu, un grupo de cazadores sale al monte en busca de animales para su alimentación. Eran tantos, que la cantidad de comida que recolectaron alcanzaba “para un ejército”.
Con el fin de conservar la carne, los cazadores armaron chapapas (toldos) en las que guardaban los restos de los animales hechos charque. Pasaron varios días así, conversando y celebrando la buena caza. La fiesta grande sería plena.
Pero la desgracia llegaría días después. Al regresar de la cacería, encontraron las chapapas vacías. Su campamento había sido saqueado e incluso el encargado de cuidarlo estaba desaparecido.
Luego de descartar varias ideas, como la del ataque de un voraz tigre, los cazadores decidieron armar una guardia mucho mayor en el campamento. Quedaron a cargo cinco hombres, acompañados de sus perros y un caballo.
El segundo ataque de la serpiente de acero
Los primeros días transcurrieron sin novedad. Pero, llegada la cuarta jornada, los guardianes fueron sorprendidos por un estrépito semejante a un trueno.
Cuando alzaron la vista se encontraron con una serpiente alada que descendía hacia su campamento. Al aterrizar, comenzó a devorar todo cuanto encontraba en las chapapas.
Ocultos entre la maleza y llenos de rabia, los cazadores comenzaron a atacarla. Pero sus esfuerzos fueron vanos. La serpiente acabó con los perros, el caballo y la mayoría de ellos.
Llegada la noche, los cazadores que habían salido en busca de alimentos aquel día, retornaron al campamento. El único sobreviviente narró la terrible aparición.
Entonces ser armó una gran deliberación en la que se decidió, con la guía de los más sabios (Arakuaa Iya), enfrentar a la serpiente voladora entre todos, divididos en grupos.
Durante varios días, los cazadores alistaron lanzas, piedras y cuerdas muy resistentes. Además, entrenaron su puntería para no fallar en su ofensiva contra la serpiente de acero.
La batalla final y la mosca
En el día y la hora elegidas para atacar, el mejor de ellos, gran jinete y cazador, subió hasta “la casa de la serpiente”. Allí dio un gran grito y provocó que el animal despertara y lo persiguiera.
Gracias a sus habilidades sobre el caballo, el cazador no fue atrapado por la serpiente y logró llevarla hasta el campamento. Allí se desató otra gran batalla en la que los cazadores, una vez más, no lograron aplacar el ataque del reptil volador.
Además, analizando de cerca a la serpiente, descubrieron que su cuerpo era de acero: “mboi iyasero vae”. No podían contra él.
Cuando ya se sentían derrotados, uno de los cazadores oyó cantar a una mberuovi (mosca verde): “Mberu-mberu!, Mberu-mberu! Jendapiguepe jëgua” (es débil debajo de las alas).
Elías Caurey, quien comparte este relato en Arakaendaye (érase una vez), explica que esta traducción no es exacta, debido a la dificultad de interpretar la idea en castellano, pero es “la que más se acerca”.
Cuando el resto de los cazadores entendió el mensaje de la mosca, comenzaron a concentrar sus ataques en ese punto débil.
Así lograron acabar con la serpiente de acero.
Otras serpientes
La serpiente de acero, como mencionamos inicialmente, no es una criatura muy conocida por fuera del imaginario guaraní.
Sin embargo, existen muchas otras serpientes que forman parte de la mitología de este pueblo. Entre ellas, dos de los hijos de Kerana y Taú: Mbói Tu’i y Moñái.
Asimismo, en la mitología tupi guaraní, se conoce a Mbói Tatá. A esta criatura, cuyo nombre podría interpretarse como “serpiente de fuego”, se le atribuye la protección de los bosques y animales de la Amazonía. Quien se cruza con ella pierde la vida o el sentido de la vista.
Sus apariciones se describen como una luminiscencia atravesando el cielo. Este animal mitológico es muy conocido en la región de Río Grande del Sur, Brasil.
Estas interpretaciones acerca de serpientes voladoras, relacionadas con los rayos y también con los ríos, son muy comunes en distintas culturas.
Por ejemplo, Amaru, para los aymaras, es una serpiente alada vinculada directamente a la “economía de las aguas”, los cultivos y los rayos. Por eso, en algunas regiones andinas, se cree que aquel lugar donde caiga un rayo será una zona fértil.
En los llanos, una criatura similar es el Jichi. Existen varias versiones sobre esta criatura. Se considera que se origina en la cultura tucano, que desciende de la arawak.
El Jichi es una serpiente gigante que habita ríos, lagos, cascadas y otras formaciones de agua. También cumple un rol de protección sobre la naturaleza. Cuando siente que se hace un mal uso del agua o de los animales que habitan en ella, provoca sequías.
Fuentes
- Caurey, Elías. (2018). Hacia el encuentro. Carrera de Antropología de la Universidad Católica Boliviana.
- Fernández-Rubio, Fidel. (2017). “El impacto de las serpientes sobre la menta humana”. Argutorio.
- Aguilera, Domingo. (2023). “Personajes mitológicos conocidos en Paraguay. Un estado de la cuestión a partir de un sondeo en línea”. Revista del Museo de Antropología. Córdoba, Argentina.
- Mires, Alfredo. (2000). Así en las flores como en el fuego. Ediciones Abya-Yala.
- Nogales, Michelle; Miranda, Mijail. (2022). 31 mitos y leyendas ilustradas de Bolivia. Proyecto Muy Waso y Salvador Pomar.