Desde antes de saber qué era el análisis desde el privilegio, lo reconocía en mí.
Desde muy joven fui consciente de una serie de ventajas y oportunidades con las que contaba por haber nacido en la familia donde nací. Esa toma de consciencia se convirtió en un punto de inflexión para mediar mis relaciones, adhesiones y comprensión del mundo.
Con la implantación de la retórica del privilegio en los discursos, además del acceso que tenemos a un sinfín de vivencias, se multiplica lo que sabemos de nuestros privilegios. Los naturalizamos y forman parte de nuestra identidad.
Ser mujer cis, heterosexual, sin discapacidades, con educación universitaria, son algunos de mis privilegios. Entonces, desde mi pensar y actuar, me corresponde hacerme cargo de ellos.
¿El privilegio cómo método de invalidación?
¿Qué sucede cuando el análisis de los privilegios, en vez de una lectura, interpretación y complejización de nuestro conocimiento sobre la experiencia del otrx y del mundo, se convierte en un método de invalidación?
Las personas conscientes y preocupadas por las vivencias de su entorno eligen quedarse en la sombra. Ellas optan por quedarse en la sombra, callarse por el bien de una causa mayor o más urgente. Son cautelosas de ser expuestas y tienen miedo a tomar estos lugares no merecidos,
Al reconocer estas características como prevalentes en las mujeres y grupos marginalizados, vemos que las mismas personas históricamente invisibilizadas tienen una nueva (y legítima) razón para callarse y no exponerse, invalidando así sus experiencias y luchas.
El foco del privilegio permite visibilizar los desbalances en las relaciones de poder a nivel individual y sistémico. Permite utilizar nuestros privilegios para transformar las estructuras y mentalidades desiguales. Pero anular una experiencia de entrada, por muy conflictiva y compleja que pueda ser, crea un silencio estéril.
Allí el estrado sigue siendo ocupado por las mismas personas y vivencias. Y los privilegios permanecen intactos, en la oscuridad.