En la actualidad existe una convención bastante extendida respecto al Jichi. Se lo identifica como una criatura monstruosa que habita debajo de lagos y curichis. Esta leyenda, aunque es más conocida en las zonas orientales de Bolivia, también se difunde en otras regiones del país.
Sin embargo, el Jichi, o los jichis, también son entendidos como seres constitutivos de la cosmología de distintos pueblos amazónicos.
Desde esta perspectiva, el Jichi no puede entenderse como un ente en particular ni se le puede atribuir cualidades malignas.
Esta simplificación en la representación de los jichis podría deberse a que uno de los más importantes, para quienes habitan la Amazonia, es el de las lagunas, las vertientes y los meandros.
La influencia colonial y narrativas más contemporáneas también podrían haber contribuido a la consolidación de una narrativa teratomorfológica. Esta tendencia encubre la riqueza de las múltiples creencias, relatos e interpretaciones que existen alrededor de los jichis en las culturas amazónicas.
Los orígenes de la mitología alrededor de los jichis estarían enraizados en el gran grupo cultural arawak y sus múltiples migraciones desde hace miles de años.
Los jichis y la naturaleza
Para los pueblos amazónicos, el habitar la selva e interactuar con sus inagotables elementos —fauna, flora, fenómenos naturales— son actividades sumamente ritualizadas.
Desde esta cosmovisión, todas las cosas y criaturas sobre la tierra poseen “dueños o dueñas (madres)”. Pero no en el sentido de propiedad, sino en el de mediación, protección y salvaguarda.
Una potestad que se les atribuye es la de regular el aprovechamiento de los recursos de la naturaleza. Evitando así su explotación más allá de la satisfacción de las necesidades básicas.
Además, los jichis son intermediarias entre los seres humanos, la naturaleza (en toda su diversidad) y aquello que ubica lo divino o inexplicable.
Los dueños son mejor conocidos como Jichis o Nixhix. En la tradición movima también pueden ser conocidos como Caychu.
Todas las especies animales, árboles, ríos, lagos e, incluso, el viento o los rayos, tienen su jichi.
Entre los chiquitanos, el jichi más invocado es Tuúrr, el dueño del agua, “especialmente relacionado con las vertientes naturales y grietas en la tierra por donde fluye agua fresca”.
Por su parte, los tacana asignan nombres particulares a jichis como Edhutsi, Caquiahuaca, Einidhu y Baba Chibute.
Los jichis tienen la capacidad de transformarse en distintos tipos de criaturas. Desde animales hasta personas, pasando por rayos o ventiscas.
Encantos: el hábitat de los jichis
Tanto en la Alta Amazonia como en la Baja, varias investigaciones sugieren la comprensión de una “aparente división del mundo entre lo visible y lo invisible”.
Estos espacios son separados por una frontera “altamente permeable”. Por ella pueden transitar personas humanas y entidades no humanas.
Cabe aclarar que esta división no implica una oposición entre la “realidad física” y un plano trascendente (algo como “el más allá”). Ambos territorios, para las culturas amazónicas, coexisten y se relacionan en el aquí y el ahora.
Entendiendo esta lógica es que pueden explicarse, dentro de la cosmología amazónica, los “encantos”, “encantes” o “encantamientos”.
Bajo este nombre se conocen aparentes enajenaciones, encandilamientos, confusiones o estados alterados de conciencia. A través de estos se atraviesa la frontera hacia lo invisible.
Además, esta denominación también es usada para señalar los territorios de los jichis. El “encante” esta localizado dentro de los árboles, en el fondo de ríos y lagunas, o en las montañas.
Estos territorios son el hogar de los jichis. Allí viven siguiendo las mismas dinámicas sociales y organizativas que los humanos: “practican los mismos usos y costumbres, apacientan sus animales y también celebran las fiestas tradicionales”.
Alejandro Barrientos propone que “la cualidad metamórfica del cuerpo múltiple de los Jichi es, en sí misma, el encanto o, al menos, una transfiguración del paisaje vivo”.
“Dice que una vez, allá en la zona donde vivimos, justo para el día del carnaval, mi abuela escuchó la fiesta que hacen los jichis. Dice que en ese cerro se escuchaban las cajas, las flautas, el bombo, como si estuvieran así, como si fueran seres humanos, así como nosotros, ellos estaban bailando, divirtiéndose a esa hora. Está comprobado que todos los vivientes de la naturaleza se alegran”
Pedro Ipamo
El viaje de las personas encantadas
El encantamiento de los jichis sobre personas suele estar asociado a su capacidad de adquirir todo tipo de formas. Los relatos más comunes señalan la antropomorfización de los jichis como mujeres o varones atractivos.
Así, los jichis logran hechizar a la gente para llevársela a las profundidades de los ríos o a sitios recónditos en el monte. Quienes son llevados hasta estos lugares se integran a la vida de los jichis.
Estos sitios suelen ser descritos como una “ciudad con lindas casas, bastante comida, gente de gran estatura (gigantes), hospitalaria y sin carencias aparentes”. El camino has estos territorios está lleno de “parajes maravillosos”.
El destino de quienes incursionan hacia lo invisible, según la tradición oral, es variado. Pueden permanecer en el “encante” un periodo de tiempo o quedarse para siempre.
“Así, el jichi del agua adopta la forma de una serpiente acuática -anguila o raya- o de una linda muchacha”
Grudun Birk
En el primer caso, quienes retornan, siempre vuelven transformados de alguna forma. Esto puede implicar consecuencias negativas, como enfermedades o locura, y positivas. Entre estas últimas destaca la cualidad de transitar entre lo visible y lo invisible. Esta capacidad, en muchos casos, está asociada a los chamanes.
Las personas encantadas que no regresan, en cambio, se convierten en “cuidadores de los animales” y parejas de los jichis.
En una tercera categoría podríamos acomodar a quienes reciben una suerte de condena. Deben convivir junto a los jichis, a riesgo de que su desobediencia o abandono condenen a la desgracia a su comunidad.
Los encantamientos también suelen atribuirse a estímulos sensoriales de todo tipo durante extravíos en el monte. Ya sean silbidos, murmullos, sombras o la aparición súbita de animales o personas extrañas.
Otros casos de encantamiento, a modo de penitencia por una cacería excesiva, describen apariciones que confunden o dificultan el retorno de los cazadores a casa. Incluso pueden llegar a ser atacados físicamente por fuerzas invisibles. Una perspectiva que remite a la cualidad protectora de los jichis.
El Jichi del agua, ¿una serpiente gigante?
“En el habla popular, el Jichi por antonomasia es (el protector) del agua, el mantenedor de ríos, lagunas y vertientes”
En el libro ‘Mitos y cuentos tacanas’
Pese a la evidencia en cuanto a la complejidad de los imaginarios alrededor de los jichis, la versión más extendida es la de una “deidad acuática, maléfica, que tiene la figura de una monstruosa víbora”.
Esta descripción, difundida por Antonio Paredes-Candia, junto con una serie de relatos comunes en los llanos bolivianos, le dieron al Jichi una connotación fatalista y dramatizada. Es así como existen relatos populares, como el del “Jichi de Iserere”, con distintas versiones y que varían según quien los narre.
Sin embargo, la asociación entre Jichi y víboras o serpientes no siempre implica esta demonización. Es muy común que, entre “los campesinos de los llanos”, se piense que esta criatura ofídica es quien le “da fuerza vital a las lagunas y los ríos”. De esta forma se constituye en el “espíritu del agua”.
Esto justifica la creencia habitual de que las aguas bravas y turbias tienen un Jichi habitándolas. Por el contrario, cuando el Jichi se marcha, dicen en los llanos, las aguas se secan.
Mucha de la iconografía representada en cerámicas, tejidos e incluso en la arquitectura rupestre de Samaipata podría estar vinculada con el Jichi del agua.
Fuentes
- Jemio, Lucy (coord.). (2011). Mitos y cuentos tacanas. UMSA.
- Barrientos, Alejandro. (2021). Paisaje, Jichis y Encanto: Cuando cuerpos invisibles se tornan visibles en la Amazonía Suroccidental. IV Encuentro Latinoamericano de Investigadores sobre Cuerpos y Corporalidades. Lima, Perú.
- Román-López, Ángel; Castro, María B.; Zeballos, María C. (eds.). (2016). Encuentros con la Amazonía boliviana. Reflexionando desde la diversidad de nuestros pueblos. ISEAT.
- Jordán, Álvaro. (2005). Origen y evolución del llano boliviano. Editorial e Imprenta Universitaria.
- Paredes-Candia, Antonio. (1984). Cuentos populares bolivianos. Librería Editorial Popular.
- Paredes-Candia, Antonio. (1981). Diccionario mitológico de Bolivia. Ediciones Isla y Librería Editorial Popular.
- Terán, Felipe (coord.). (2020). Espiritualidad del agua: construyendo alternativas a la modernidad. ISEAT.
- Radding, Cynthia. (2011). Los besiro en los bosques del oriente de Bolivia. Pueblos y rancherías frente a los estados-nación en las fronteras de Bolivia, Brasil y Paraguay.
- Drakic, Danilo. (2013). Siguiendo las huellas del Jichi. Calendario cósmico de El Fuerte de Samaipata. Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz.