La crisis sanitaria y la cuarentena avivaron desigualdades y violencias de manera abrumadora. Las víctimas del machismo en Bolivia se multiplicaron y, en respuesta, se entretejieron activismos y solidaridades feministas en todo el país. Aquí les compartimos algunas de esas historias de lucha.
En medio de una crisis sanitaria, económica, política y cultural, integrantes de colectivos feministas se encontraron en una situación de emergencia que las llevó a agruparse en un espacio mucho más grande: la Articulación Sororidad Bolivia, un colectivo nacional creado por la preocupación de activistas ante el incremento de casos de violencia contra las mujeres.
Daniela Rodríguez, activista del colectivo Ivaginarias de Tarija, nos comenta que ante el estrepitoso aumento en las cifras de violencia contra la mujer en cuarentena, varios colectivos del país decidieron unirse bajo el mismo objetivo: hacerle frente a la violencia machista.
Se contactaron a través de redes sociales y se fortalecieron para acompañar las denuncias de violencia que Daniela, con gran pena, confirma que llegan todos los días.
“En lo que va del año, ya son 86 feminicidios registrados (hasta la fecha de esta publicación se sumaron 14 más). Hay siete violaciones diarias en el país, de las cuales cuatro son a menores de edad. Por eso decidimos articularnos con distintas organizaciones a nivel nacional y ahora hacemos parte de Sororidad Bolivia, donde se está aglutinando a diferentes colectivos de todo el país”, cuenta Rodríguez.
Según un reporte del diario cochabambino Los Tiempos el 18 de septiembre, los infanticidios sumaban 42 casos.
La decisión de articularse como un conglomerado de colectivos feministas no fue algo azaroso, tenía una intencionalidad sustentada en el deseo de generar acciones que sean más contundentes y con mayor alcance.
Ante el creciente número de denuncias de violencia contra la mujer alrededor del país, las acciones individuales de cada colectivo dejaron de ser suficientes.
De acuerdo a los reportes emitidos por las Fiscalías Departamentales, se registraron 346 casos de víctimas de violencia familiar en todo el país solo durante los primeros 15 días de cuarentena. En promedio, hablamos de una denuncia cada hora.
Esos son únicamente los datos de denuncias realizadas. Para tener una visión más clara, tendríamos que considerar el alto índice de subregistro y sumar los casos que no son denunciados.
“Si bien con la cuarentena muchos delitos han reducido, la violencia de género no”, reflexiona Natalia Aparicio, vocera del colectivo Ñañas.
Silvia Vásquez Benavides, activista de la misma organización y Colectivas al Sur, añade su preocupación ante la banalización de la violencia contra la mujer y denuncia que los medios de comunicación y la sociedad han reducido este problema estructural a cifras diarias.
Tanto el colectivo Ñañas, como Ivaginarias y Colectivas al Sur se formaron a raíz de las movilizaciones del 8 de marzo de 2020, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Desde entonces trabajan en conjunto por los derechos de la mujer.
Ahora que forman parte de Sororidad Bolivia, toman acciones y medidas coolectivas para ayudar a mujeres que sufren de abusos y violencia en estos tiempos que de por sí son más complicados para todos.
Rodríguez comenta que lograron articular grupos de apoyo psicológico para las víctimas, además, dentro de esta organización se encuentran abogadas dispuestas a brindar ayuda a través del acompañamiento jurídico y legal. El trabajo de todas las integrantes, dicen, es seguir uniendo voces en contra de la violencia.
“Hay compañeras que nos han pedido ayuda psicológica”, cuenta Natalia. Para responder a esta necesidad, se valen de espacios digitales para brindar la posibilidad de acceso a esa ayuda de forma gratuita, con psicólogas especializadas que se han vuelto parte de este movimiento feminista.
Los números de estas psicólogas se encuentran en las redes sociales del colectivo.
Como agrupación de colectivos feministas, las mujeres de Sororidad Bolivia están enfocadas en el apoyo y la búsqueda de justicia para todas las víctimas de violencia machista. A partir de esa lógica es que desarrollan acciones que, debido al contexto de la crisis sanitaria, muchas tienen lugar en las redes sociales y plataformas virtuales.
Este es el caso, por ejemplo, de la vigilia virtual en protesta por el caso de Esther, una niña de nueve años de El Alto cuyo cuerpo fue encontrado tirado en una acera de Villa Alemania después de haber sido violada y estrangulada.
Ante la falta de cobertura mediática y ante la indiferencia de las instituciones y autoridades, las mujeres de Sororidad Bolivia se autoconvocaron en las redes como forma de protesta, porque “lamentablemente las autoridades están totalmente calladas sobre todos los casos de violencia contra la mujer, pero cuando hay hechos más mediáticos aparecen y se llenan la boca diciendo que están erradicando la violencia cuando no es así”, reclama Daniela desde Tarija.
Ciberactivismos y creatividad
La masiva «migración digital» que atraviesa el mundo, no se dio en gran medida en los grupos feministas, la mayoría surgieron poco antes de que empiece la pandemia, entonces, el ciberactivismo y su alcance ha sido utilizado de forma constante por los colectivos alrededor del país.
Una gran forma de reclamar por justicia es a través de la visualización y viralización de las denuncias, acudiendo a las redes sociales e internet como medios de comunicación masiva para lograr que más personas se enteren de estos casos de violencia contra la mujer, consolidando así un activismo mediático.
El objetivo es no permitir que estas víctimas sean olvidadas ni que la violencia machista sea normalizada.
Sofía Gabriel, activista del colectivo Niñas Malcriadas, comenta las facilidades y oportunidades que les brinda trabajar dentro de las redes sociales, por ejemplo, el poder expresar su discurso con recursos multimedia, combinando textos, imágenes e incluso canciones.
La asociación a la que pertenece está conformada por artistas, cantantes, escritoras, que, según explica Sofía, generan consciencia desde el área en la que mejor se desenvuelven, siendo la voz de las mujeres a través de canales alternativos.
Esta apropiación de canales para los discursos está presente en la mayoría de los colectivos y espacios virtuales feministas, donde se puede encontrar desde artículos académicos, talleres virtuales, ilustraciones, y charlas, hasta podcasts y canciones feministas.
La búsqueda de las activistas por ser escuchadas se transforma y adecúa.
Silvia, además, comenta que la modalidad virtual ha permitido el crecimiento del colectivo, en el sentido de que muchas más personas pueden estar involucradas, asistiendo a reuniones y aportando desde el espacio en el que se encuentren.
Los esfuerzos dentro del ciberactivismo feminista, se materializan con proyectos como “Ñañas Solidarias”, un espacio creado para combatir la violencia económica, donde, a través de un portal web, brindaron víveres a las personas que solicitaban ayuda en la cuarentena rígida.
Además, daban un espacio para la venta de productos, ofrecidos por quienes necesitan generar ingresos.
Otro proyecto realizado por los colectivos feministas, en particular por Ivaginarias, es la campaña de “Unimos voces”. Todas las noches, a las 19:00, el colectivo sube a sus redes sociales la canción que, gracias a su contundente y crítica letra, que según Daniela, se ha convertido en el nuevo himno del feminismo: «Canción sin miedo».
Con ese acompañamiento musical se publica la denuncia de una víctima de violencia contra la mujer en cualquier parte del país.
“Todos los días tenemos casos de violaciones, de feminicidios, de violencia”, reitera con pesar la activista.
La idea de esta campaña es concienciar sobre cómo “la violencia es una pandemia más que viene desde hace muchos años”, explica Daniela, y así lograr visibilizar la violencia por la que muchísimas mujeres tienen que pasar.
«Policía machista y violadora»
El pasado viernes 11 de septiembre, más de 12 grupos de activismo feminista de los nueve departamentos del país realizaron un plantón virtual en protesta por los abusos y la violencia de la Policía, al cual también asistieron víctimas y sobrevivientes de la violencia por parte de esta institución.
“Más de 222 denuncias contra policías por violaciones, violencia y feminicidios en lo que va del año. Y no todos han sido esclarecidos”, afirma la integrante de Ivaginarias.
Anibal Rivas, comandante policial de la fronteriza ciudad de Bermejo, Tarija, declaró ante la violación de una mujer durante la segunda semana de septiembre que: «yo pienso que no le ha amarrado las manos porque no presentaba marcas. La víctima tiene dientes, ¿por qué no mordió a su agresor, por qué no lo arañó? Hay muchas cosas que me hacen pensar de que la actuación de la víctima fuera porque quiso que sucedan de esta manera».
Las acciones de los colectivos lograron que, el pasado 16 de septiembre, Rivas fuera destituido de su cargo.
La impunidad de la violencia, el incremento de la misma, el desinterés público y mediático y la ineficiencia de las autoridades, han provocado un cambio en el accionar de estos colectivos. Las redes sociales, a pesar de su gran alcance, no son suficientes para combatir la violencia.
El pasado 15 de septiembre, los colectivos volvieron a tomar las calles en una marcha en contra de la policía nacional. Tarija, La Paz, Santa Cruz y Cochabamba se unieron a la lucha para frenar la impunidad de este cuerpo de seguridad y exclamar por la justicia de todas aquellas mujeres que han sido violentadas.
“Tomando las medidas de bioseguridad, hemos salido a las calles y si es necesario seguir saliendo, lo vamos a hacer, con la premisa de que el barbijo no es mordaza y nunca más van a tener nuestro silencio”, declara Daniela.
Las activistas feministas expresan que el llevar la lucha contra la violencia de forma solitaria las llenó de impotencia y abrumación. Sin embargo, al agruparse en una colectiva articulada a nivel nacional encontraron el sentimiento de que cada acción realizada es parte de un gran cambio, aprovechando el poder las acciones conjuntas, su fuerza y alcance.
Natalia nos comparte su experiencia personal. Comenta que conocer todas las realidades supone un desgaste psicológico, añadiendo el impacto de “ver a una madre rota en llanto porque asesinaron a su hija, o ver a una mujer con sus sueños destruidos…”, habla con dificultad y tristeza, pero también sostiene que estar cerca de ese tipo de testimonios reafirma el valor de su lucha y sus ideales.
La vocera del colectivo Ñañas expresa que el feminismo enfrenta un reto constante: que su lucha sea comprendida.
Aspira a la creación de una conciencia colectiva, un cambio de mentalidad que lleve a un cuestionamiento de acciones machistas por parte de hombres y mujeres. Esperanzada, confía en que poco a poco este cambio pueda presentarse.
Mientras, Vásquez añade que todavía falta bastante que reflexionar, que aún existen muchos prejuicios contra los colectivos feministas, desde un espacio donde la gente no se preocupa por investigar y analizar la situación del país, mucho menos por analizar sus propias acciones, sino que deliberadamente se ignora lo que pasa alrededor, se normaliza la violencia, se normaliza el machismo y olvida a todas aquellas víctimas de la mano negra del machismo.
La lucha feminista abarca un sinfín de conceptos, emociones, acciones y experiencias.
En un ambiente hacinado por la injusticia, los colectivos retoman las responsabilidades de un Estado y de una sociedad que en teoría apoyan la lucha contra la violencia de género, pero en la práctica encubren a los perpetradores y criminaliza a las víctimas.
Es una lucha contra instituciones corruptas y contra leyes arbitrarias, pero también contra la ignorancia, contra las consecuencias de una sociedad patriarcal y de los que la defienden. Una lucha para que pronto no tengamos ni una menos.