Aprovechando que ahora sí nos ven, después de pintar sus paredes e intervenir sus monumentos, queremos mostrarles un par de «cositas» por las qué marchamos: violencia sistémica, feminicidios sin freno y atentados contra nuestro derecho a decidir.
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora es quizás la jornada más importante de la agenda feminista internacional. Un día en el que nos reconectamos y reavivamos el fuego que nos impulsa durante el resto del año. Un día en el que conmemoramos la lucha de las mujeres proletarias que estuvieron antes.
Este 2021, a pesar de las circunstancias de la pandemia, las feministas bolivianas también dejamos nuestra marca en las calles. Marchas, performances y concentraciones con pañoletas verdes y violetas tomaron las principales ciudades del país.
Lamentablemente, la emergencia que moviliza a las mujeres y las disidencias no es evidente para todxs.
El día posterior a la marcha, las conversaciones en las calles, los medios y la redes se llenaron de cuestionamientos sobre «las formas» en las que nos manifestamos y articulamos. Ninguna interpelación a la indiferencia de la sociedad sobre la violencia machista, solo acusaciones en contra de las feministas y sus incómodas formas de manifestarse.
Nuestras vidas son más que cifras rojas. Tenemos muy claro que la complejidad del sistema patriarcal no se puede evidenciar en gráficas y estadísticas. Pero encontramos en los datos como herramientas para respaldar nuestros reclamos de justicia y cambio social.
Ahora que sí nos ven, queremos mostrarles la crítica situación de violencia, feminicidio y clandestinidad que vivimos las mujeres bolivianas.
Estas cifras no son frías ni estáticas. Estas estadísticas son solo una fotografía de una larga secuencia de violencias sistemáticas. No podemos decir que en 2021 exigimos justicia solo por 24 feminicidios. Luchamos por todas las vidas perdidas y por proteger a las que quedamos.
La violencia en nuestras nucas
De acuerdo al último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en 2021, respecto a la prevalencia de la violencia de género en el mundo, Bolivia es el país con peores cifras de la región.
Esto quiere decir que el 42% de las mujeres bolivianas entre 19 y 49 años será víctima de un hecho de violencia física o sexual en alguna de sus relaciones de pareja, así sea noviazgo o matrimonio.
Lo cierto es que para muchas mujeres el informe no es más que una confirmación de algo que tenemos claro, porque lo vivimos, escuchamos y denunciamos continuamente.
Nosotras, cuando tomamos las calles y reclamamos por la transformación de nuestras instituciones, políticos y sociedades, tenemos presentes las instancias en las que fuimos víctimas o en las que nos tocó sostener a una amiga que se caía ante la imposibilidad de denunciar a un padre violento, un jefe acosador o un novio violador.
Los reportes y los datos nos toca promoverlos, hacerlos y difundirlos porque parece que denunciar nuestro dolor y mostrar nuestras heridas no es suficiente.
Parece que el Estado solo responderá cuando seamos una estadística escandalosa y vergonzosa.
Detrás de los números
En el mapa encontrarás los nombres y los años que vivieron las víctimas de feminicidio hasta los primeros días de marzo de 2021. El lugar donde estuvieron cuando fueron asesinadas. La fecha más relevante del caso, así sea la de su desaparición o cuándo se halló el cuerpo. Finalmente, anotamos el nombre del feminicida.
A través del mapa también se puede visualizar que hay feminicidios en todas las regiones del país, en ciudades grandes y medianas, así como en las áreas rurales.
Hasta inicios de marzo, en Bolivia ya se registraban a 24 mujeres víctimas de feminicidio. Según datos de la Fiscalía, esta cifra ascendió a 30 hasta el 28 del mismo mes.
Sistematizar los números y datos de estos crímenes patriarcales nos permite indagar en detalles que de otra forma pasarían inadvertidos.
Por ejemplo, los cuatro feminicidas que usaron balas para matar a sus víctimas pertenecían a la Policía o las Fuerzas Armadas. Las feministas bolivianas llevan tiempo denunciando que estas instituciones albergan a acosadores, abusadores, violadores y feminicidas.
La edad promedio de las víctimas es de 33 años y la de los feminicidas es de 34. La víctima de feminicidios de mayor edad durante 2021 tenía 59 años. En el otro extremo, está el caso de una joven de 19 años.
Es importante anotar que los crímenes cometidos contra niñas son categorizados como infanticidios. Es así que no forman parte de las estadísticas de feminicidio, pese a que las menores de edad son una población especialmente vulnerable.
Las cifras también confirman que las mujeres son más vulnerables en los ambientes familiares y domésticos. El 83.33% de los crímenes fueron cometidos por las parejas o exparejas sentimentales, esposos, concubinos o familiares cercanos.
Como acotación, más del 50% de los crímenes sucedieron en el domicilio de la víctima o agresor. Sin embargo, esta cifra no es del todo precisa, debido a que algunos casos continúan en investigación.
Lo que nos muestran las cifras sobre el feminicidio es la cara más extrema de la violencia patriarcal y machista. Nos señalan las fallas de un Estado que no responde sino hasta que hay un nueva víctima. A veces ni ahí.
El aborto clandestino también nos mata
Otro gran eje que articula a las feministas bolivianas es el de los derechos sexuales y reproductivos, con especial énfasis en el acceso legal, libre y gratuito al aborto.
Actualmente, la normativa boliviana estipula las siguientes causales para acceder a un aborto: violación, incesto, estupro y cuando, producto del embarazo, la vida o la salud de la mujer corran peligro.
En los papeles, para acceder a este proceso y evitar ser penalizadas las mujeres embarazadas producto de violencia sexual deberán cumplir con un «requerimiento administrativo»: la presentación de una denuncia ante la Fiscalía o Policía, para «comprobar» que fue víctima de violación.
De acuerdo a un informe realizado por la Defensoría del Pueblo, los requerimientos administrativos abruman a las mujeres y retrasan un proceso al que tendrían que acceder sin mayores trámites.
En los casos de agresión sexual las víctimas están particularmente desprotegidas: presentar una denuncia e iniciar un proceso legal suele intimidarlas. Además, probar un caso de violación requiere de examinaciones invasivas que profundizan el trauma.
Es decir, en la realidad, muchas víctimas de violación, incesto o estupro que solicitan un aborto son revictimizadas y agobiadas con requerimientos contrarios a la sentencia constitucional 0206/2014.
Si bien las causales reconocidas por las leyes bolivianas son un avance respecto a la penalización total del aborto, siguen siendo insuficientes para garantizar a las mujeres derechos plenos sobre sus cuerpos y sexualidad.
Las mujeres son castigadas por ejercer su sexualidad con autonomía. Si nos rehúsamos a pasar por la mirada juzgadora de la burocracia judicial debemos optar abortos ilegales y clandestinos. En la mayoría de los casos, en lugares insalubres.
Precisamos una reforma legal profunda, que vaya más allá del debate religioso y que tome el aborto como un asunto de salud pública.
En marzo, los movimientos feministas de Bolivia, las mujeres y las disidencias sexuales marchamos por una revolución de la sociedad que nos permita vivir libres de violencia y con plena libertad sobre nuestros cuerpos.
Ahora que sí nos ven, ahora que nos escuchan, ¡abajo el patriarcado que se va caer!