El Tokjuaj es el principal héroe mitológico weenhayek. Pese a sus características sobrenaturales y su importancia en el imaginario weenhayek, no es considerado una deidad.
Este uno de sus atributos más interesantes. Pese a ser un gran creador, atemporal y omnipresente, poseedor de conocimientos y habilidades sobrenaturales, no es un dios: Tokjuaj es profundamente humano.
Quizás por esta característica, Tokjuaj es habitualmente antropomorfo. Aunque tiene la capacidad de convertirse en varios animales e, incluso, en algunos relatos aislados, se transforma en mujer.
Estos cambios en su apariencia siempre están condicionados por las circunstancias y su necesidad de sacarles ventaja.
Curiosamente, la escritura de su nombre también es variada y cambiante. Ya sea según los autores o la época, adquiriendo una infinidad de formas.
La primera aparición documentada de Tokjuaj, a decir de Jan- Åke Alvarsson, sucedió a finales del siglo XIX, en una publicación del sacerdote Pedro Remedi. En aquella versión, su nombre está escrito como Tac-juaj.
A partir de entonces recibió los nombres de Takjuaj, Tacuash, Tokhuah, Tok’uaj, entre muchos otros.
Los principales rasgos del Tokjuaj
Tokjuaj es parte de innumerables historias vinculadas, en algunos casos, a la vida cultural weenhayek, en otros, a fábulas relacionadas el habitar cotidiano del territorio chaqueño.
También está ligado a la cosmogonía del pueblo weenhayek. Dentro de las narraciones se le atribuyen la creación de todo tipo de entes, naturales y sobrenaturales, reales e imaginarios. Un ejemplo es su participación en la aparición del caudal de los ríos Pilcomayo y Bermejo.
En todos los casos, las historia de Tokjuaj suelen ser extravagantes y divertidas, llenas de ingenio y torpeza. Así, este héroe weenhayek adquiere un perfil impredecible y cuando menos contradictorio.
Tokjuaj y sus narraciones constituyen “el fundamento ideológico del mundo mataco (weenhayek)”.
Este apunte dialoga con las observaciones de distintos autores que aseguran que muchos de los “deseos”, pensamientos y reflexiones weenhayek siguen un recorrido de ida y vuelta entre las aventuras de Tokjuaj y la vida comunitaria.
Tokhuah es el gran experimentador, primer científico de la humanidad, cuya inmensa curiosidad y atrevimiento resulta en avances que a su vez pueden ser buenos o malos. El rol es especialmente evidente cuando se rebela contra la cultura institucionalizada (…) Tokhuah también trata de desafiar la naturaleza como p.ej. cuando intenta de volar como un pájaro y luego cae y pierde la consciencia. (…) [Estos cuentos] señalan límites por los cuales el hombre no debe pasar impunemente.
Niels Fock, 1982
La predominancia del Tokjuaj en el imaginario weenhayek
La figura del Tokjuaj es tan predominante en la cultura wheenhayek que su nombre aparece citado más de 500 veces en el libro Héroes y pícaros. Introducción al mundo mítico de la serie Etnografía ‘weenhayek de Jan-Åke Alvarsson.
Durante sus incursiones en el Gran Chaco, Alfred Métraux registra al menos 40 relatos weenhayek con la participación del Tokjuaj. Posteriormente, los investigadores Enrique Palavecino, Niels Fock y Wilbert & Simoneau dedicaron varios volúmenes con otras decenas de narraciones sobre este personaje.
Considerando la gran cantidad de historias en las que el Tokjuaj es protagonista, además de su exuberante capacidad metamórfica, Palavecino estructuró una clasificación de sus historias en tres grandes ciclos: ciclo burlado-burlador, la liberación de las aguas y Takjuaj creador.
Estos ciclos están vinculados a momentos fundacionales de la cultura weenhayek, su memoria histórica y a la vida misma en su entorno natural.
“Thokwjwaj es el hombrecito de las historias de los ‘weenhayek. Él es un hombre que cambia su apariencia, es curioso y un imitador. Al mismo tiempo es un mago y un adivino. Este hombre no sabe cómo morir. Y los ‘weenhayek dicen acerca de él: “’Ootes Thokwjwaj” (‘Nuestra raíz Thokwjwaj’)”
El pícaro weenhayek
El Tokjuaj se inscribe en una categoría de héroes míticos americanos llamados tricksters o pícaros divinos.
En la década de los 40 del siglo XX, Enrique Palavecino describía a Tokjuaj como “un burlador perverso que frecuentemente pasa a ser un tonto burlado”.
Dentro de la mitología americana, según detallan el mismo Palavecino y otros autores, el Tokjuaj comparte rasgos con otros personajes, como el Pariacaca o el Coyote, correspondientes a otras culturas indoamericanas.
Aunque el nombre Tokjuaj está comúnmente interpretado como “el invisible” o “el oculto”, en una simplificación bastante común de los estudiosos del siglo pasado, análisis lingüísticos más profundos y contemporáneos apuntan hacia significados mucho más consecuentes con las contradicciones y el dualismo ontológico del personaje.
Dada la posible composición semántica de su nombre, el Tokjuaj suele ser una entidad de extremos: “es el origen de las cosas, pero al mismo tiempo es el destructor de las cosas”.
Asimismo, reinterpretando las conclusiones de Palavecino, Tokjuaj habita dos espacios temporales complementarios. Por un lado, es parte de la memoria de un tiempo mítico, pero también habita su presente y cotidiano weenhayek.
Esta ubicuidad temporal destaca otra característica clave del Tokjuaj: es inmortal. Este héroe o pícaro “no sabe cómo morir”. Sus muertes son una farsa, una apariencia, de la que siempre retorna.
Una sexualidad “desbordante y descontrolada”
Como muchos pícaros divinos, el Tokjuaj tiene caracteres hipersexualizados. Sus actitudes no solo son desinhibidas, sino que pueden llegar a tornarse excesivas y violentas.
El Tokjuaj manifiesta una sexualidad desbordante y descontrolada. En una de sus “aventuras” tiene relaciones con una iguana macho de dos penes, no sin antes propiciar, con esta misma criatura, un “intercambio de hijas”, también con fines sexuales.
“Porque así es Taakwjwaj. Él no deja ninguna cosa, sino hace [prueba] todas las cosas. Y así que así había pasado una vez (…) Y así dicen que es el cuento. Todos mis paisanos, mis abuelos, cuando sentían (escuchaban) este cuento así, todos ellos se pusieron a reírse sobre eso, sobre esta historia, porque esta historia me parece que causó mucha vergüenza…”
Asimismo, el Tokjuaj protagoniza historias como la del origen del clítoris o el de la institución del adulterio como una figura social paralela al matrimonio.
Sin embargo, este apetito exacerbado no es solo sexual. El Tokjuaj es un personaje glotón, capaz de todo tipo de triquiñuelas para agenciarse grandes cantidades de alimento y antojos. Esta habilidad artera del Tokjuaj, según escribe Palavecino, suele ser envidiada por los weenhayek.
Dentro de su universo narrativo, este hedonismo suele conducir al Tokjuaj hasta extremos cuestionables como la violación o el canibalismo. En el último caso, es conocida la historia en la que se come a un bebé luego de engañar a quien lo cuidaba.
El inagotable tejido narrativo de Tokjuaj
Un rasgo peculiar en la arquitectura narrativa que sostiene al Tokjuaj es su capacidad de interactuar e interconectar distintos elementos de la naturaleza en secuencias tan inverosímiles como razonables.
Por ejemplo, el cuento en el que Tokjuaj devora al bebé comienza con él tratando de imitar a un halcón parado sobre una sola pata. En su intento por imitar al ave, Tokjuaj es maliciosamente persuadido por unos pájaros que le incitan a cortarse una pierna.
Al ser consciente de su torpeza, recurre a una araña curandera para que le pueda “cocer” el miembro amputado. Luego visita a la “abuela avispa”, quien cuida al bebé que servirá de alimento para Tokjuaj.
En venganza por el asesinato del niño, la abuela “hace tapar todos sus orificios con cera”. Cuando Tokjuaj está por morir, es rescatado por pájaros carpinteros que logran reabrir sus orificios. No sin antes causarle un daño y un sangrado que acabó por colorear sus plumas con un tono rojizo.
Del relato mitológico al orden de la vida
Este relato, como tantos otros, revela al Tokjuaj como un eje fundamental de la imaginería weenhayek. No solo como un errático creador del mundo y sus elementos o como articulador de estos, sino como un mito aspiracional en el que se proyectan deseos y se establecen algunos de los límites que los humanos no deben sobrepasar. Ya sea en su convivencia social o en su contacto con el entorno.
Sin embargo, estas fronteras no tienen un carácter moral ni prescriptivo, pese a la influencia de la evangelización católica entre los weenhayek.
Dada su estructura alegórica y su tono marcadamente paródico, podrían interpretarse como el resultado de una constante invención y reinvención de normas sociales. Siempre apelando a las contradicciones implícitas del ser humano y de la naturaleza con humor e imaginación.
Fuentes
- Palavecino, Enrique. (1940). Un personaje mitológico de los mataco. Revista del Museo de La Plata. Instituto del Museo de la Universidad Nacional de La Plata.
- Alvarsson, Jan-Åke. (2012). Etnografía ‘Weenhayek, Volumen 7. Héroes y pícaros. Introducción al mundo mítico. Dissertations and Documents in Cultural Anthropology (DiCA).
- Terán, Buenaventura. (1998). El ciclo de Tokjuaj y otros mitos de los wichí. Ediciones del Sol.
- Idoyaga, Anatilde. (1976). Matrimonio y pasión amorosa entre los mataco. Scripta Ethnologica.
- Silva, Mercedes. (2005). Mensajes del Gran Chaco. Literatura oral indígena. Encuentro Interconfesional de Misioneros, Resistencia, Chaco.
- Montani, Rodrigo. (2016). Lengua y artefactos en la etnografía wichí de Alfred Métraux. Journal de la Société des Américanistes.