Concluimos la primera semana de talleres de escritura literaria del proyecto LIBRERAS dentro la cárcel de San Sebastián Mujeres y no queremos comenzar la siguiente sin que conozcan a una de nuestras capacitadoras.
Se trata de la cochabambina Patricia Requiz Castro, quien, junto a Mauro Gatica, dirige el proyecto editorial Electrodependiente. Además, fue ganadora del X Premio Nacional de Cuento Adela Zamudio en 2016. El 2014 publicó ‘Los lunares de Crawford’, la opera prima con la que se dio a conocer en los circuitos literarios nacionales. Es una de las voces más interesantes de una generación, aún emergente, de escritoras jóvenes.
Ella compartió dos sesiones, junto a más de una decena de compañeras reclusas, en las que pudo compartir su experiencia en el oficio de la escritura y en las que brindó algunas claves sobre el influjo de la memoria y su riqueza al momento de crear ficciones.
Con mucha confianza, risas, recuerdos y pequeñas historias… ¡así arrancó LIBRERAS! A continuación, les compartimos un cuento breve de la autora que con tanto cariño y entusiasmo se ha sumado al proyecto.
Patricia Requiz Castro
Sofía no lleva puesta su ropa interior. Recorre el patio de su casa dando pequeños brincos de un lado a otro, evitando tocar las líneas. Sofía se equivoca y frunce el ceño, está enojada con ella y con el mundo.
Desde el otro lado de la casa se escucha:
−¡Iqui!… ¡Perdiste!
Era Vanesa. Sofía la observa, quiere encontrar en sus ojos el recuerdo de esa tarde junto a ella. No quiere empezar con el juego de las líneas otra vez, pero reglas son reglas. Parada sobre su pie derecho, dispuesta a dar el primer brinco, se oye gritar:
−¡La canción Sofía… la canción!
Sofía no quiere cantar. Quiere jugar con Vanesa y Juan. Quiere el cuarto oscuro, el televisor encendido y la cama con su olor a ruda. Sofía quiere rodillas rasmilladas y tacitas de té junto a Vanesa. Quiere olvidar las tontas reglas, que para empezar no sabe quién las invento. Sofía quiere todo, pero no hace nada, salvo saltar y cantar.
L, M, N, O
Que si tú no me quieres otro novio tendré yo
Chocolate, Molinillo
Corre, corre
que te pillo.
A estirar, a estirar
Que el demonio va a pasar.
Sofía salta la última línea. Vanesa ríe. Sofía escucha quieta desde el otro lado su risa. Quiere a Vanesa a su lado. No quiere cantar. No quiere una muñeca vestida de azul, nunca le gustaron. Sofía no sabe quién es pin pon, no sabe si es guapo y juguetón. Sofía no entiende como una chinita en el bosque se perdió. No quiere romper la piñata. No le agrada cepillin y tara tara su guitarra. No quiere ser una señorita de San Nicolás para casarse vaya saber con quién. No siente dolor ni pena por Mambrú. Sofía no quiere volver a saltar la cuerda, ni jugar el avioncito. No quiere navidad sin Vanesa.
−¡Sofia!… ¡Sofia! – Grita su hermana desde el otro lado.
No le gusta cómo se escucha su nombre en la boca de su hermana. Aprieta demasiado la i cada vez que grita. Odia a su hermana. Vanesa dice que es una puta. A ella le gusta esa palabra. Sofía Cierra los ojos, no quiere que la encuentren. No quiere estar ahí y en ningún lado. Sofía aprieta los puños y presiona las rodillas contra su pecho.
−Basta Sofía, deja de jugar y entra. La abuela está a punto de soplar las velas.
No quiere ver a nadie y tampoco que nadie la vea. Su familia está sentada aplaudiendo y sonriendo alrededor de la abuela. La abuela está feliz y sonríe. La torta tiene muchas velitas encendidas. No quiere velas, ni pastel de cumpleaños. Sofía no se ha dado cuenta, pero alguien la sentó en la falda de la abuela. Todos cantan que los cumplas feliz. Ella no, piensa en Vanesa y sus ojos cafés bajo las sábanas. Recuerda a ver visto por última vez su calzoncito blanco en el cuartito oscuro de Juan, el mismo que le regalo la tía Nina en navidad. Tía Nina siempre regala cositas así, piensa Sofía, una docena de medias y un paquete de calzoncitos blancos.
−¡Vamos a tomarnos una foto junto a la abuela!
Sofía solo puede pensar en calzoncitos de colores. Blanco, rosa y amarillo. Amarillo, repite. Vanesa usa calzoncitos amarillos. Odia que la abuela diga que Vanesa es una niña sucia. Sofía quiere jugar pata-pata y a las vendavenditas con Vanesa. Ensuciarse en el lodo, en el parque y en el cuartito de Juan. Apagar la luz y encender el televisor, escuchar si alguien viene, cerrar la puerta con llave, no hacer ruido, desaparecer. No te acerques a Juan le decían sus hermanas. Él solo cierra la puerta para que las niñas jueguen, piensa Sofía. Sofía tiene miedo que la abuela se dé cuenta que no lleva puesto su calzoncito blanco. Siente vergüenza. Sabe que Vanesa tampoco lleva puesto su calzoncito amarillo. Sofía sabe que su secreto está guardado. Sabe que Vanesa y su hermano nunca le dirán nada a la abuela y a nadie.
−¿Y sabes, por qué? Le había preguntado un día Juan.
Sofía negó con la cabeza, mirando al suelo.
−Porque nadie quiere a las niñas sucias, Sofía.