La escritora argentina, en su libro recientemente publicado bajo el nombre de El otro lado, perfila al legendario autor de novelas y relatos como un escritor anfibio con un pie en el terror y otro en la ciencia ficción. También explica los mitos de Cthulhu, acaso su creación más importante.
Cuando era niño, Howard Philip Lovecraft solía despertar gritando en medio de la noche. “Sufría de terrores nocturnos”, escribe Mariana Enríquez en el prólogo del cuento “El modelo Pickman”, “decía que lo atacaban seres oscuros y no podía volver a dormirse”.
Pronto usaría las pesadillas para sus primeros cuentos, anota la escritora argentina en “Mueran humanos”, texto incluido en el volumen El otro lado (Ediciones UDP, 2020), “pero en esos primeros años los sueños espeluznantes solo eran una penuria más que se agregaba a su ya bastante desdichada vida”, aclara.
Cuenta Mariana Enríquez que, cuando la madre de Lovecraft acabó en el mismo siquiátrico que el padre y luego de fracasar en una relación amorosa que lo llevó hasta Nueva York, de vuelta en Providence “creó dos grandes hitos de la literatura de terror: los mitos de Cthulhu y el Necronomicón”.
Fue cuando se volvió un escritor anfibio, “con un pie en la ciencia ficción y otro en el terror”. El mismo Lovecraft definiría este asunto en su ensayo de 1927 “Supernatural Horror in Literature”. “Para él”, sintetiza Mariana, “el principal terror es el miedo a lo desconocido”.
Y si bien ese miedo se ha ido reduciendo con el avance de la ciencia, “la mayor parte del cosmos exterior aún permanece sumergida en un depósito de infinito misterio… Por eso existe el horror cósmico y es imprescindible cierta atmósfera de intenso e inexplicable pavor a fuerzas exteriores y desconocidas”.
Al horror cósmico pertenecen los mitos de Cthulhu, su creación más importante, que incluso cuenta con un libro entero a cargo del artista H. R. Giger, que diseñó el monstruo de Alien.
“Hace eones —anota Enríquez—, cuando la Tierra estaba habitada por seres primitivos, el planeta fue conquistado por dioses antiguos llegados desde el espacio. Dominaron el mundo con magia negra y todo el poder de su maldad. Un día sus fuerzas mágicas decayeron y perdieron sus poderes. Fueron expulsados de la tierra. Pero no están muertos y conspiran y acechan en los vacíos que habitan, esperando el momento para volver a la Tierra”.
La clave para que esos dioses vuelvan a entrar en la Tierra se llama Necronomicón, un texto apócrifo, un libro de magia negra inventado por Lovecraft que muchos, incluso hoy, creen que es real y que ha existido alguna vez, aunque sea apenas un método literario.
“Ese es el gran horror”, concluye Enríquez, “la vuelta de los dioses siderales que tarde o temprano acabarán con la humanidad”.
Según la escritora, Lovecraft era un conservador acérrimo, “y este destino final de los humanos tiene algo de sentencia: creía que la civilización era decadente, que estaba siendo corrompida, que se acercaba a su fin”.
La escritora pone énfasis en que el estadounidense no fue famoso ni prestigioso en vida, como ahora que hasta inspiró una serie de HBO, Lovecraft Country. “Sus posturas ideológicas y políticas eran, además repudiables: era racista, germanófilo, admirador de los fascismos europeos y profundamente reaccionario”
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Antes de morir en la pobreza en 1937, cuando tenía apenas 46 años, Lovecraft no tenía confianza en el futuro. “Cosa extraña en un hombre que, al mismo tiempo, estaba fascinado por la ciencia, pero hay muchas contradicciones de este tipo en la vida de Lovecraft”, plantea la argentina, “la más obvia es que su esposa, Sonia Greene, era judía, mientras él se proclamaba antisemita. Y aunque el matrimonio fracasó, la separación resultó amistosa».