Este texto recibió la Primera Mención honrosa del Premio Nacional de Periodismo Feminista 2023 organizado por Muy Waso.
Es el 8 de marzo de 2023. El 8M. Acabo de llegar a casa después de la marcha. La adrenalina todavía corre por todo mi sistema nervioso. La alegría, el cansancio y, al mismo tiempo, las reflexiones se agolpan en mi cabeza mientras vuelvo ataviada con mi outfit de marcha, el megáfono, el cartel y cuidando los pesitos que hice vendiendo pañoletas.
La marcha empezó en el ingreso oeste de la Universidad Mayor de San Simón. Partir se sintió como un parto. Pero de esos deseados y acompañados, tejido a mano entre hermanas. Empezamos desde temprano con una feria para la que, rápidamente, se acabó el espacio físico de tantas que llegábamos hasta allí.
En esta zona, usualmente, circulan autos, motos y personas. Acaba en la esquina con comerciantes informales, la mayoría mujeres, la mayoría comideras.
Todas nosotras nos metimos en ese pequeño callejoncito y, al momento de partir, tenemos que salir por el pequeño espacio que hay entre las comideras. La escena se queda grabada en mi memoria: salen y salen y no dejan de salir mujeres de todas las formas, colores, estilos y tamaños.
Pasan mucho más de 10 minutos y no puedo creer que tantas hayan cabido en un callejón tan pequeño. Con otras dos compañeras tratamos de controlar el tránsito lleno de hombres al volante. Están hartos de estar esperando para poder pasar y me río de la pura alegría de vernos alegres y listas para la lucha.
Así empieza.
@muywaso ¡Protestamos y también nos celebramos! ¡Qué vivan las mujeres que luchan, qué vivan las mujeres trabajadoras de Bolivia y el 🌎! Así se vivió la marcha por el Día Internacional de la Mujer en Cochabamba, Bolivia. Mujeres de todas las edades marcharon en contra de la violencia patriarcal, la corrupción policial y judicial, y por el derecho a decidir. ¡Nuestra alegría es una trinchera 🔥! #8m #8mbolivia🇧🇴 #feministasbolivia #diadelamujer #diainternacionaldelamujer #feminismobolivia
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Primer punto de parada: el Tribunal Departamental de Justicia. Allí quemamos, con algarabía, el cuerpo de un policía y un fiscal (cuerpos hechos de papel maché, por supuesto). Quemamos su impunidad con un manifiesto preparado previamente y citando casos recientes de injusticia probada, corrupción probada, fallas específicas en el sistema judicial y demandas concretas al sistema judicial.
Pero no hay un manifiesto únicamente, también toman la palabra familiares de víctimas de feminicidio y víctimas del sistema judicial. Somos muchas y me incluyo. No somos pocas las que nos incluimos en esa categoría. Es imposible que todas tomemos la palabra. Yo me contento con correr a la farmacia para comprar más alcohol para quemar apropiadamente a esos muñecos tan bien hechos.
Antes de continuar, armamos un pequeño cordón para que las que pasen no corran el riesgo de quemarse. Somos miles y muchas no vieron de qué trataba la acción.
En el recorrido me encuentro con hermanas de lucha que me llenan de abrazos y cariño. Aún más valioso es encontrarme con aquellas a las que no esperaba ver. Ellas también se acercan a abrazarme.
La ternura es nuestra trinchera. No es solo una frase, es un hecho comprobable.
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Posteriormente fuimos a la Dirección Departamental de Educación (antes conocida como Seduca) para leer un manifiesto en defensa de la educación sexual integral. Esa a la que se oponen maestros e incluso algunas autoridades. También contra el machismo dentro del sistema educativo. Fueron las wawas que acompañaban la marcha quienes más atentamente escucharon el manifiesto.
Luego pegamos este mismo manifiesto en sus paredes y nos fuimos al siguiente punto de protesta.
De camino pasamos por el convento de Santa Teresa, donde no teníamos nada preparado. Pero la bronca colectiva no se puede planificar. Muchas compañeras pegaron afiches, gritaron consignas y pintaron paredes. La colectividad tiene vida propia.
Algo similar sucedió al pasar por la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV). Esas oficinas, que son un calvario, representan maltrato y revictimización para muchas. Ahí, sin aviso ni planificación, algunas grafitearon las patrullas policiales. Sucedió tan rápido, y en sus propias narices, que verlos contemplar la escena desorientados y aletargados fue casi un placer.
El camino planificado era seguir hacia la plaza principal. Pero, nuevamente, la colectividad tomó sus propias decisiones y cambiaron la ruta hacia el cuartel de la Unidad Táctica de Operaciones Policiales (UTOP), donde se oyó el conocido canto de “la UTOP, la UTOP es la guarida del violador”.
No había nada preparado previamente para ese punto. Aunque este año, en las reuniones de organización de la marcha, no se lo había incluido, este es un punto tradicional en las marchas. Allí fue donde, en 2014, un grupo de policías violó a una joven con discapacidad.
Descargamos la bronca y continuamos por una ruta improvisada hacia la catedral.
En este punto, otra de las colectivas que participó de la planificación de la marcha tenía bien preparada una potente acción de protesta y denuncia contra los abusos que comete la iglesia católica. Sonaban los tambores y las consignas preparadas para la ocasión.
También quemamos un rosario gigante.
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En el trayecto continúo vendiendo pañoletas. La favorita de las más jóvenes es la versión morada. Lamentablemente se me acaban en las primeras dos cuadras de la marcha. Las vendo a 10 pesitos y las voy ofreciendo al paso, gritando como buena vendedora ambulante.
Se acercan unas colegialas en guardapolvo a preguntarme, tímidamente, cuánto cuestan. Me dicen que si pueden ver los modelos. Les respondo que sí y se miran con mirada cómplice. Cada una saca cinco pesitos de su bolsillo, me compran una pañoleta entre las dos y se van contentas, como si acabaran de hacer una travesura.
A los pocos pasos me arrepiento de no haberles regalado una más, pero sonrío al saber que se unieron a la marcha.
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Nuestro recorrido es largo y aún no ha acabado.
La marcha no tiene dueñas ni autoría. Al contrario, es colectiva y tiene vida propia. Es cierto que muchas de nosotras organizamos varios aspectos, pero sería injusto atribuirnos el éxito semejante movilización.
Son miles de mujeres. Tenemos unas compañeras encargadas de cortar el tránsito de automóviles. Mientras voy vendiendo pañoletas les doy algún apoyo y les pregunto con honesta curiosidad: “Hermana, ¿cuántas somos? ¿Cuántas cuadras calculas que ocupamos?”
Unas me dicen 10 cuadras, otras 12, otras 15. Yo respondo que al principio conté 13, pero que ahora parecían muchas más.
Una señora, desde su automóvil, bocinea frenéticamente mientras la marcha pasa por una intersección. Me acerco educadamente a pedirle paciencia, le digo que bocinear no ayuda. No hará, mágicamente, que seamos menos o que pasemos más rápido.
Me dice, muy enojada, que es la segunda vez que se cruza con la marcha en el centro. Dice que se siente rodeada, que acababa de salir de otra calle por donde pasamos y que tuvo que esperar más de 15 minutos a que terminemos de pasar.
Intento dimensionar el tamaño de la marcha. Pienso en las marchas de otros sectores que no son tan extensas ni masivas. Algunas marchan haciendo filas y en formación. Digamos que en unas cuatro a cinco filas que mantienen cierta distancia física. Un truco para abarcar más espacio. Pero ni así logran ocupar las calles como nosotras.
Cierro mi conversación con la conductora diciéndole que, para su mala suerte, somos demasiadas las mujeres las que estamos hartas del machismo. “Por favor, disculpe las molestias, pero estamos en lucha”.
La marcha aún no acaba. Ahora tomamos una ruta que no habíamos seguido antes, en ningún otro año. Tomamos la avenida Aroma hasta dar con la plaza San Sebastián.
Llegamos hasta el lado oeste de la plaza, donde queda la cárcel San Sebastián Mujeres. Una parada necesaria e importante para nosotras y para ellas, para esas mujeres tan olvidadas por el sistema. Muchas veces olvidadas hasta por sus propias familias.
Se les ve acercarse a las pocas ventanas que hay para mirar qué pasa. Tengo ganas de llorar de la emoción, de la impotencia, de la deuda que siento que tenemos con ellas y que ahora recordamos.
Otro colectivo feminista tiene lista una acción preciosa. Se suben a un contenedor hediondo con una vulva gigante de la cual surgen dos compañeras con megáfono a expresar solidaridad con las mujeres encarceladas y su repudio hacia el sistema punitivista de Penitenciaría y todos sus abusos.
Tienen una dinámica bien pensada y sentida. Desde arriba, desde encima del contenedor, arrojan una lana roja para que diferentes mujeres puedan tomar la palabra. Así lo hacemos y guardamos silencio tratando de escucharnos entre semejante multitud. La lana y la palabra siguen rotando, mientras yo deseo, con todas mis fuerzas, que las compañeras de dentro de la cárcel puedan escucharnos.
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La marcha continúa. Ya nos acercamos al punto de desconcentración. Allí nos acompañamos entre todas: nadie se va sola.
De repente, de un momento a otro, la calle comienza a verse “normal”. Sin miles de mujeres luchando, compartiendo la rabia y la alegría, sumando la voz a un grito que ha recorrido buena parte de la ciudad.
Así de comprometidas, con cuerpo político y discursivo son nuestras marchas.
Siempre están llenas de acciones y/o manifiestos específicos para cada punto. Tienen más planificación y creatividad que las marchas de otros grandes sectores como magisterio, mineros, obreros u otros. Sin despreciar ni juzgar, de ninguna manera, las luchas ni demandas de esos sectores.
Hago la comparación porque las marchas del 8M implican un gran trabajo colectivo que no es visibilizado por los medios de comunicación. En algunos casos no solamente es ignorado, sino que también es tergiversado y atacado.
He realizado una revisión hemerográfica sobre la cobertura periodística a las movilizaciones por el 8M de Los Tiempos y Opinión en los últimos seis años. Ambos son los principales medios escritos de Cochabamba.
Los Tiempos menciona la marcha autónoma de organizaciones feministas solamente dos veces. Dos años consecutivos, el 2018 y el 2019.
Sin embargo, solo menciona la movilización. No profundiza en el trasfondo de la marcha ni en las demandas, ni en su dimensión o su gran convocatoria. No hay registro de si fueron cuatro, 50 o 100 personas.
En el caso de Opinión, también menciona las marchas de dos gestiones: 2018 y 2022. Tampoco desarrolla la información. Al contrario, utilizan fotografías de manifestaciones feministas de Chile, Barcelona e incluso La Paz, pero no de Cochabamba.
Es decir, en los últimos seis años, ninguno de los dos medios impresos de Cochabamba tiene impresos registros fotográficos de la masiva marcha del 8 de marzo en Cochabamba.
Con la leve excepción de que, este último año, Opinión compartió digitalmente un registro fotográfico de la marcha. Aunque no con imágenes de su autoría, sino que tomó imágenes de la página de Facebook de la Articulación Feminista Wañuchun Machocracia y las compartieron (aunque sin mencionar la autoría).
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La función social del periodismo es informar y educar, ese es su motivo de existencia.
Sin embargo, hoy en día existen para manipular la opinión pública. Son un poder y lo saben. No es novedad que los medios quieran invisibilizar las luchas feministas. Entonces, ¿cómo mantenemos una memoria de las luchas feministas? ¿Cómo visibilizamos nuestro abanico de luchas en la sociedad? ¿Vamos a seguir observando la violencia y negligencia de los medios?
Si bien ahora me enfoco solo en el caso de Cochabamba, la situación en el resto de las ciudades del eje central es muy parecida. Mucho peor en el resto del país, donde el conservadurismo y la falta de profesionalidad de medios de comunicación abundan.
Otro aspecto que resalta en la revisión hemerográfica es que la poca información que ofrecen de la marcha es confusa o, peor, falsa.
Por ejemplo, Los Tiempos, en su cobertura del año 2022, menciona que la marcha fue organizada por Mujeres de Fuego. Un dato completamente erróneo, ya que Mujeres de Fuego participa tanto de la marcha autónoma como de la marcha institucional, pero no es la única organización que participa u organiza la movilización
Es imposible que un solo colectivo o institución pueda gestionar una protesta tan masiva.
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Volvamos al presente. Es el 8 de marzo y el noticiero de la mañana recuerda que es el “Día Internacional de los Derechos de las Mujeres”. Uno de los conductores habla sobre cómo la violencia debe acabar, que las mujeres son el ser más hermoso y por eso deberían dejar de matarlas.
El mismo noticiero, en su edición nocturna, el mismo periodista da un reporte sobre “los daños” a la Catedral de Cochabamba. El edificio fue grafiteado durante la marcha. El periodista condena, enérgicamente. el hecho con frases trilladas como “no son las formas” y otras menos suaves.
Sus comentarios están llenos de odio. Hace un llamados a que las autoridades tomen “cartas en el asunto” para identificar y castigar a las autoras del daño.
No dice nada sobre las demandas de la marcha, sobre lo masividad de la convocatoria o sobre la creatividad que se expresó en otros puntos de la concentración. Nada.
El papel que deciden asumir los medios de comunicación al informar sobre las manifestaciones del 8 de marzo es criminalizar a los movimientos feministas.
Mencioné el ejemplo del presentador de televisión, pero la misma situación es trasladable a los demás formatos y medios de comunicación.
Se escriben y publican sendas columnas de opinión y editoriales. Salen a las calles a preguntar cuál es la opinión de la población sobre la grafiteada a la catedral, entrevistan a las autoridades para saber qué acciones se están tomando. Ese es el seguimiento que realizan de la marcha.
Obviamente no cuestionarán a los fiscales y jueces que denunciamos. No preguntarán por las familias de las víctimas de feminicidio que macharon contra la retardación de justicia. No nos preguntarán por nuestra posición sobre la educación sexual integral o la defensa de las infancias frente a los abusos clericales. Nada de esto, nunca.
En cambio, instalarán en la agenda pública aquellos temas que criminalizan nuestra movilización. No hablo de las contadas excepciones que hay entre los medios, sino de aquellos que tienen alcance masivo.
Probablemente esto que expongo no es una novedad para muchas, pero debe ser un tema que nos convoque a seguir construyendo nuestra memoria de lucha. Para que las que vengan tengan herramientas para combatir la arremetida reaccionaria contra nuestras luchas. Para que, entre todas, las de ayer, las de hoy y las de mañana, podamos construir el mundo que soñamos.