La historia de la profesora Jamil Miranda, en el distrito minero de Huanuni, refleja las dificultades que vivieron maestras, estudiantes y familias con la educación virtual durante la pandemia.
Las desigualdades en el acceso a educación nunca habían sido tan evidentes.
Han pasado dos años desde la llegada de la COVID-19, pero las brechas educativas y digitales en Bolivia parecen seguir intactas.
Jamil Miranda es una profesora que trabaja en el distrito minero de Huanuni desde hace 22 años. Su carrera como maestra comenzó hace 34.
Cuando la pandemia llegó a su vida, a su trabajo, al distrito de «sus niños», tuvo que reinventar su profesión.
Como otras miles de profesoras, Jamil tuvo que enfrentarse al reto de la educación virtual, en un país con brechas digitales geográficas, de género, generacionales y socioeconómicas. Su historia, resume todas esas desigualdades.
En los primeros meses de 2020, Jamil se repetía una pregunta todos los días días: «¿cómo llegar a mis niños?». Para encontrar respuestas, tuvo que colaborar con sus colegas e intercambiar experiencias.
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Jamil tuvo que inventarse aulas imaginarias para garantizar un derecho humano básico, el derecho a la educación. Una responsabilidad que asumieron miles de maestras en todo el país, ante el abandono estatal.
Bolivia es el segundo país en el mundo con la mayor cantidad de semanas con las escuelas parcial o totalmente cerradas durante la pandemia.
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