En un año atravesado por las prohibiciones, la tragedia y las carencias, la posible conquista del aborto legal en Argentina es un destello de esperanza feminista en la región. Movilización masiva, economía popular, fiesta en las calles: ¡así se mueve la marea verde!
Son poco más de las 07:20 de la mañana en Buenos Aires. Hasta hace poco, unas chicas dormían sobre el asfalto con sus cabezas sobre las mochilas. Quizás hayan pasado toda la noche despiertas. En realidad, nadie en las cercanías del Congreso argentino pudo dormir mucho anoche ni la madrugada de este 11 de diciembre.
—Se cierra la votación, por secretaría se da lectura al resultado: 131 votos afirmativos, 117 negativos, seis abstenciones. Resulta afirmativo, se comunicará al honorable Senado.
Se escucha por los parlantes instalados en las avenidas Callao y Rivadavia, que sonaron a todo volumen mientras duró la parte de la sesión extraordinaria de Diputados que debatió el proyecto de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).
En total fueron 20 horas. Pero no solo Argentina estaba en vigilia, Latinoamérica entera tenía el ojo puesto en la Cámara Baja.
Gritos. Dos segundos de incredulidad. Más gritos, saltos, llanto, abrazos. Nos invade una sensación de que por fin pasa algo bueno en este año. Este año…
Sale humo verde y morado. Brota un poquito de alegría, esperanza. El próximo 29 de diciembre, en el paso definitivo, lxs senadorxs argentinxs definirán si el aborto libre y seguro “será ley”.
Hasta aquí llegamos también en 2018. Pero en los últimos días de este año la historia podría ser distinta.
Las calles, las luchas y la economía popular
No salgamos a las calles. Ok. Pero, “¿si los derechos se ganan en las calles?”, cuestiona Mariana Botardo, integrante de Mala Junta, una agrupación feminista que pertenece al Frente de Todes.
“Muchas veces quisimos salir para defender nuestros derechos, pero las cuestiones epidemiológicas complicaron todo. Ahora que está un poco más pasable venimos a manifestarnos”, celebra.
La última vez que nos habíamos visto, así, tan masivamente, fue en la marcha por el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.
La reactivación económica popular se despliega, se moviliza, se siente: la calle es una gran feria. Por un lado, hay gazebos de las diferentes organizaciones donde se dan charlas o se comparte información. Por otro, las tradicionales parrillitas con choris, patis y bondiolas toman las calles.
También aparecen marcianos (en Bolivia se conocen como bolos), hamburguesas veganas, budines, panes rellenos. Incluso veo una casera que llegó desde La Matanza a vender charquekan orureño, algo inusual para las calles porteñas.
¡Qué ganas de quedarnos en las calles!
Después de casi un año de encierro, con casi 30 grados de temperatura, la jornada invita a la gente a ser parte de la historia en el espacio público.
Si bien hubo diferentes movilizaciones a lo largo del año, la primera que realmente fue masiva se vio con el funeral del futbolista Diego Maradona, el 26 de noviembre.
Esta marea verde es la primera, en el orden político, que convoca a miles de personas a tomar las calles para exigir que se amplíen los derechos de las gestantes.
“Quizá hablar en estos términos hace 15 años hubiese sido impensado”, dice Verónica Diz, de la editorial Madre Selva. Recuerda que, si bien la campaña nacional por el aborto tiene 15 años, esta lucha viene desde las asambleas que se hacian incluso antes.
“Estar en las calles, encontrarnos con el público que le gustan los libros, en un día tan importante como hoy es emocionante”, comenta Verónica.
“Pese a que hemos perdido tanto por la pandemia, tenemos que aprender a sostener otros modos de hacer economía alternativa, que no quiere decir una subeconomía, sino una propuesta dentro del capitalismo de hacer relaciones comerciales que sean justas, feministas y colaborativas”.
Lo político es personal
“Tenemos que usar a la política como una herramienta para luchar, si no lo hacemos, otras personas lo harán para ir en contra de nuestros derechos”, arenga Tatiana Fernández, presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires.
Con solo 19 años, Tatiana fue candidata a legisladora porteña por el Frente de Izquierda-Unidad. Ahora está con sus compañeras, como muchas otras jóvenes que vienen a pasar la noche en esta especie de aventura/picnic/fiesta/lucha/catarsis al cierre de un año pandémico.
Tenemos que “poder estar dentro del escenario político”, insiste Tatiana. Ella es crítica con las modificaciones que se hicieron en la ley para conquistar algunos votos indecisos. Le “hacen ruido”, especialmente, la figura de la “objeción de conciencia” por parte del personal de salud y que las adolescentes deban asistir a una IVE acompañadas.
“Sabemos que la violencia intrafamiliar es altísima”, por este motivo muchas no podrán contar con el apoyo de alguien, complementa.
“Una vez salga, tenemos que seguir luchando hasta que se implemente en toda la Argentina, porque sabemos que hay provincias donde la iglesia baja línea y en los hospitales no van a querer cumplir”, añade Verónica de Madre Selva.
Del otro lado de las calles, detrás de los muros fríos que encierran el concepto de Estado, hay mujeres organizadas para que en esos espacios de poder se tomen en cuenta perspectivas distintas para las políticas públicas.
Fernanda Fuentealba, secretaria general adjunta del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidades, e integrante de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) es una de ellas. “Nosotras hacemos carne a este pedido, damos esta misma lucha dentro del Estado para hacer políticas feministas y transfeministas, somos nosotras quienes restituimos los derechos vulnerados”, explica.
La politización de la sociedad argentina, en todos los flancos, es altísima. La gente se interesa por estos temas y no tiene problema en seguir la extensa sesión de debates, que pronto se transporta a conversaciones en Twitter. De ahí a las calles, donde el circuito vuelve a comenzar.
América Latina será toda feminista
Luego de escuchar el resultado favorable en Diputados, una mujer se arrodilla mientras levanta y empuña su pañuelo verde.
Alrededor suyo decenas de desconocidas se enredan en abrazos. Los cánticos anticlericales retumban en el centro histórico bonaerense. Las que se conocen, las amigas de años, se reconocen en miradas cómplices: más de una rememora su experiencia personal, las lágrimas corren. Hay también quienes recuerdan a las que ya no están.
La marea verde argentina, cuando se moviliza, expande sus olas en toda la región. Es de ensueño ver su nivel organizativo y de concertación. Más allá de las diferencias ideológicas, diputadas que apuestan por proyectos de país distintos, hoy se encuentran lado a lado. Hay derechos transversales a las posturas políticas.
Argentina, actualmente, lucha por una Educación Sexual Integral, la mejor distribución de anticonceptivos y la despenalización total del aborto hasta la semana 14 del embarazo, entre otras demandas.
Entretanto, en Bolivia, un diputado antiderechos y exvocero de la Iglesia Católica en Santa Cruz, toma protagonismo mediático por amedrentar y perseguir a activistas que brindan información sobre abortos seguros.