El Iji o la Iji es una criatura maléfica y muy temida en la cultura mosetén. La leyenda cuenta que son criaturas parecidas al ser humano, aunque con rasgos amorfos. Los Iji descienden desde las montañas para robar algunos cultivos y alimentos de los mosetenes, especialmente zapallos.
Algunos relatos mosetenes no distinguen el sexo de Iji. En cambio, hablan de ellos en plural y como si se tratara de una especie animal.
“Tiempo después aparecen más ijis, uno de ellos atrapa al hombre, quien intenta en varias oportunidades escaparse lanzándose gases que tenían el efecto de dejar desmayados a estos ijis”
Otros relatos dicen que Iji es una hembra. En estos casos, se la presenta como la esposa maligna del Opo u Opoj. Ambas criaturas suelen ser descritas como “malignas”.
Aunque, en algunos casos, se considera al Opo como una especie de simio —“un personaje mítico semi humano”— que protegía a los niños cuando Iji quería devorarlos.
Otros testimonios dicen que Iji tenía una mayor predilección por atacar y matar mujeres, al igual que Opo.
La Iji es un monstruo que ataca y “devora humanos”. En el cuello lleva atada una bolsa que le sirve para transportar los zapallos que roba y los cadáveres de sus víctimas.
Otras personas hablan de una “toldera” que cuelga de su espalda y que Iji utiliza con los mismos fines.
Una criatura funesta
En el imaginario de los mosetenes, la Iji es “un horrible personaje” con habilidades sobrenaturales terroríficas.
Algunos relatos dicen que, luego de devorar a alguna mujer, es capaz de transformarse en ella, tratando de engañar a su marido. Pero la transfiguración es burda, por lo que muchos hombres, al percibirlo, intentaron acabar con ella; ya sea descuartizándola o quemándola. Pero sus intentos son vanos, pues “ella vuelve a unir su cuerpo”.
Esta capacidad de la Iji para desmembrarse y rearmar su propio cuerpo también es parte de otras narraciones. Por ejemplo, los mosetenes cuentan que algunas mujeres trataron de salvarse de Iji encerrándose dentro de sus casas. Pero la Iji fue capaz de trepar hasta los techos, para luego caer en pedazos hacia el interior.
También es sabido entre los mosetenes que Iji es capaz de sacarse la cabeza y ponerla sobre sus rodillas para “despiojarse”.
“Por eso cuando estaba, cuando la ha matado a la mujer, entonces ahí estaba hilando la Iji, llega su marido ahí está haciendo sonar su hilador… en su casa. Hay lo que decía iji, ichi, iji ichi hacía sonar el hilador, porque cuando hilaban las señoras suena pues la rueca, pero ella no hacía sonar sino que decía iji ichi, ijic ichi. Entonces el hombre ya sabe que está la Iji ahí”
Comunidad Covendo, 2013
Este tipo de relatos y personajes, con una predilección sobre las mujeres, durante mucho tiempo sirvieron para restarles autonomía a las mosetenes. Como explica Daniela Ricco, “en décadas pasadas” ellas tenían prohibido «ir solas a casi cualquier sitio”.
Actualmente, las personas más jóvenes, han flexibilizado estas normas y relativizan muchos de sus mitos.
Una historia escatológica entre los mosetenes
Una narración acerca de Iji, hecha por Teodora Vani Cualico, dice que los Iji eran “seres deformes y malvados”, además de aprovechadores.
Los Iji solían saquear los cultivos y los alimentos de las familias mosetenes. En algunos casos, también los atacaban y hasta podían comérselos.
Por ejemplo, en el relato de Vani Cualico, un Iji se come a la madre de una familia mosetén. Esto desata la ira de su esposo e hijos, quienes deciden vengarse del Iji.
En este punto, la narración retoma aquella idea de que las flatulencias de algunas personas son capaces de debilitar y desmayar a los Iji. E incluso va más allá.
En un momento de descuido y cansancio del Iji, en cuanto se saca “la cabellera para buscar piojos”, el esposo de la mujer devorada decide orinarle la cabeza.
Esto provoca mucho escozor en el Iji, hasta dejarlo tumbado, con la apariencia de estar muerto.
Otras historias sobre la Iji
Otra historia tradicional mosetén dice que, luego de sufrir varios males provocados por la Iji, la gente acude a Sheshenvitsé pidiendo ayuda.
Sheshenvitsé o Dohit es la deidad suprema de los mosetenes. Se trata de un ser creador que deja el mundo a cargo de sus guardianes o dueños.
Dado su poder, Sheshenvitsé acaba con Iji. Cuando ésta cae derrotada, el suelo se abre en una grieta que dio vida al arroyo llamado Ijiñi, en la comunidad de San José en la TCO Mosetén.
La Iji mosetén, por otra parte, es asociada con la abuela Úju de los tsimane. Úju es una deidad que vive, junto a su pareja masculina, en el árbol Mapajo.
Fuentes
- Del Carpio, Mónica; Gutiérrez, Evelyn. (2017). Cuentos y relatos orales mosetenes. Un acercamiento a la cosmovisión indígena. ISEAT.
- Ricco, Daniela. (2016). En este mundo todo tiene dueño: un acercamiento a la religión Mosetén. ISEAT.
- López, Enrique. (2018). Hacia el incentivo y fortalecimiento del pueblo mosetén de Palos Blancos en la gestión de su patrimonio cultural material e inmaterial para aportar a su desarrollo sostenible. UASB.
- Castro, María; Zeballos, Clara (coords.). (2017). Cuentos mosetenes. ISEAT.
- Soria, Miguel. (2016). Las amenazas del proyecto modernizante y la educación escolarizada al territorio tsimane’-mosetén. UMSS.
- Varios autores. (2019). Etnónimos, arroyos y comunidades mosetenes: resultados del trabajo de campo con comunidades mosetenes de Palos Blancos. UMSA.