Los duendes son criaturas muy presentes en la tradición popular boliviana, aunque se cree que pertenecen más al oriente boliviano, hay relatos de duendes en todo el país. Sin embargo, las historias donde aparecen estos personajes se extienden por todo el continente, desde Argentina hasta Colombia.
Usualmente se habla de los duendes en singular, ya que es un personaje que aparece en solitario, pero están distribuidos en distintos lugares. Muchos de ellos reciben su nombre de acuerdo al lugar donde habitan: El Duende de las Taperas, el Duende de la Posada, el Duende de Las Barrancas, etc.
Las distintas apariencias de el Duende
Quienes han tenido el infortunio de ver uno, lo describen como un ser pequeño, de baja estatura y con un gran sombrero de paja, que proyecta una sombra que le tapa el rostro.
Otros dicen que posee unos «ojos muy malignos y dientes muy agudos». También hay quienes dicen que es bajito y cabezón, vestido con un camisón, y que tiene “una mano de hierro y otra de lana” con la que golpea, según la elección de sus víctimas. Versiones más contemporáneas dicen que los duendes son «niños sin bautizar» que fallecieron.
Aunque su apariencia suele variar según la región, el duende siempre mantiene una naturaleza traviesa y a veces maliciosa. Suele presentarse a los niños de corta edad.
Trenzas y travesuras
La versión más conocida, cuenta que los duendes se mudan a ciertas casas, ahí permanecen hasta que alguien decide echarlos. Les gusta ocultar objetos pequeños y ocasionar una que otra travesura, asustando y causando daños mínimos a sus habitantes.
Las personas que viven en el área rural cuentan que estas criaturas también montan caballos en la oscuridad de la noche. A la mañana siguiente, las crines y colas de los caballos están trenzadas, eso es por que el duende ha elaborado estas trenzas y las usó como riendas para cabalgar.
“El duende tenía un silbido que helaba la sangre y sembraba el terror entre los animales de la estancia. Trenzaba las crines de los caballos y las colas del ganado, y asustaba a las cabras y ovejas hasta hacerlas saltar los cercos”.
También se dice que el duende se puede enamorar de niñas o muchachas jóvenes y suele dejarles regalos extraños para ganar su afecto. La familia generalmente rechaza estos «obsequios amorosos» y toma medidas para evitar que el duende tenga éxito en sus intentos de llevarse a la joven.
Una táctica popular es aprovechar la naturaleza escrupulosa y melindrosa de este personaje, haciendo que la mujer perseguida realice un acto que lo disguste, como fingir comer su propio excremento. Este acto suele ser suficiente para que el duende se enoje y desaparezca para siempre.
Higueras, molles y hornos de barro, los hogares de El Duende
La tradición oral relata que estas criaturas aparecen a la hora de la siesta en los cañadones, quebradas y bajo árboles de higo o molle (Schinus molle). Y que tienen predilección por viejos hornos de barro y casas antiguas.
Se cree que si se deja vacío un horno de barro, un duende podría mudarse allí y provocar que los alimentos salgan siempre quemados o crudos.
Las abuelas también advierten a los jóvenes que nunca duerman debajo de higo o molle. Porque allí viven los duendes y aprovechan la hora de la siesta para causar enfermedades.
Fuentes
Paredes Candia, Antonio. (1969). Antología de Tradiciones y Leyendas Bolivianas
Landívar, Raúl . (2001). La cultura. Mitos Chiquitanos.
Relatos del Viento. (2019). El Duende y el Horno. Cortometrajes documentales
Fuentes orales. Tradición oral cochabambina.