El Ekeko es el dios de la abundancia, la fortuna, pero también estuvo asociado a la fertilidad, la sexualidad y el amor. Con el paso de los años su concepción de deidad se ha ido transformando.
Tuvo sus orígenes bajo la categoría de dios, en un sistema de creencias politeísta, como es el andino. Según diversos teóricos llegaría a ser una transformación de una deidad Tiwanakota o Kallawaya.
El Ekeko también ha sido considerado una Illa, es decir “un elemento sagrado y principio reproductor dentro del mundo religioso andino”. Usualmente se representan en figuras de piedra, arcilla o en metales preciosos.
Las illas poseen un vínculo con lo oculto y están relacionadas con la suerte, el origen de las cosas, la protección o la buena fortuna. Las illas se suelen considerar amuletos, aunque esta última sería una cualidad de menor jerarquía.
Muchas veces el Ekeko ha quedado reducido a ser un amuleto o talismán. En este caso, una estatuilla que posee atributos sobrenaturales o mágicos para conceder objetos deseados.
“Se deduce, (…) que ha experimentado también el Ekeko un trastocamiento jerárquico de dios precolombino a simple talismán coeval.”
Este apunte, del antropólogo Ponce Sangines, señala que esta podría ser la causa de que el Ekeko prevalezca y tenga una fuerte presencia en las prácticas populares actuales. Logrando sobrevivir a la incisiva extirpación de idolatrías durante la colonización.
Del Ekeko ‘Khala’, sus trajes y su cargamento de deseos
Actualmente se representa al Ekeko como un hombre de estatura baja con brazos y piernas cortas. Tiene los ojos bien abiertos y siempre está sonriente. En la boca lleva un orificio que sirve para poner los cigarros que se le ofrenda.
Antiguamente el Ekeko venía desnudo y quien lo compraba tenía que encargarse de su vestimenta, que generalmente eran tejidos y manufacturados como una prenda convencional pero en tamaño miniatura. Una de sus prendas, desaparecida en la actualidad, “fue la que usaban antiguamente los waca-kjaris de los mercados”.
El Ekeko, solía usar una camisa, un chaleco en miniatura, bufanda café de lana de vicuña, chullo con orejeras y sombrero. En la parte inferior llevaba “el pantalón partido del chuta, generalmente de color verde o rojo, con faja al cinto y chaquetilla sobre el cuerpo”. Sin embargo, las estatuillas más contemporáneas ya vienen con la vestimenta incorporada. Ocasionalmente se le suma un chulo u otro elemento.
“Una mujer, sea burguesa, chola o indígena, que en la feria de Alacitas lo compra desnudo (khala en lenguaje aymara y pelado en el habla popular de la ciudad), está obligada a vestirlo y escoger personalmente los objetos que le interesa que cargue».
La figura del Ekeko se elabora en yeso y su tamaño varía entre 15 y 30 centímetros. Aunque existen piezas mucho más grandes. Esta forma de manufactura fue introducida durante la colonia ya que se tiene registro de versiones más antiguas del Ekeko confeccionadas en piedra, oro y plata (esta última en una especie de prendedor de no más de 190 milímetros).
Además, el Ekeko debe llevar un cargamento con los objetos que se le quiere pedir. Trae encima toda clase de miniaturas. Bolsas, cajas o paquetes de alimentos, herramientas, casas, autos, billetes y todo lo que le pueda interesar a quien se dirige al Ekeko. Los últimos años también se han incluído títulos universitarios, visas, computadoras y otros elementos más contemporáneos.
Orígenes precolombinos
Los registros más antiguos sobre el Ekeko se remontan a la época prehispánica. Es decir, existe documentación que confirma que el Ekeko no ha sido traído por la colonización sino, que sus antecedentes se remontan a los Tiwanakotas, Kallawallas y al Incario. A pesar de su apariencia actual.
Según Carlos Ponce Sangines, que cuenta con uno de los estudios más completos sobre los orígenes del Ekeko en su libro Tunupa y Ekako, existe una relación entre el dios Tiwanakota del rayo, Tunupa, y el Ekeko. Donde señala que este vínculo está firmemente documentado por el sacerdote jesuita Ludovico Bertonio.
“Ecaco, 1. Thunnupa: Nombre de vno de quien los indios antiguos cuentan muchas fábulas: y muchos aun en este tiempo las tienen por verdaderas: y assi seria bien procurar deshazer esta persuacion que tienen, por embuste del Demonio» 42” (sic)
Sin embargo, no se cuenta con documentación de cómo se representaba a Tunupa. Puesto que se cree que esta deidad Tiwanakota era un “sujeto polifacético o multiforme” y que tenía muchas apariencias o figuras.
Una de las conjeturas sobre el vínculo que conservaría el actual Ekeko con el Tunupa, es que al estar relacionado con el dios del rayo, tendría la potestad de viabilizar los deseos de quien se acerque con fe a esta deidad.
“Entonces este personaje mítico, Eqeqo Thunupa (…), tiene dos aspectos en común, está relacionado a la abundancia, la reproducción y producción de las cosas, para lo cual cuenta con el atributo de germinador, almacigo, procreador y para ello cuenta con la energía sustancial del rayo”.
La versión Kallawalla
Por otro lado también se tienen registros de que el Ekeko tuvo presencia en la cultura Kallawaya. Existe una relación con el ídolo, Keko, perteneciente a la época mitológica de los ‘gentiles’ y que está vinculado a la buena fortuna.
“Los kallawayas poseen el talismán litico denominado Keko, cuya efigie se talla como de un ser humano gibado, a quien se supone con poder para atraer fortuna. Se considera que se remonta al tiempo gentílico, vale decir, a la etapa precolombina. Asimismo, que otrora Keko era mago y predicador”.
Una afirmación similar realiza Rigoberto Pardes, «El Ekhako, popularizado con el nombre alterado de Ekhekho, era el dios de la fortuna y de la prosperidad entre los antiguos kolla”.
Además de la abundancia y la buena fortuna, el Ekeko estuvo asociado a la fertilidad, a las uniones sexuales y al amor. Explica Paredes que el Ekeko » favorece los matrimonios» y debido a esta cualidad, los jóvenes que deseaban casarse tenían uno en sus habitaciones.
‘Divino Ekhako, exclaman las indias jóvenes, dame marido, o mándame mi hombre’ y le cubren de ardientes besos y le prodigan tiernas y frecuentes caricias».
Así mismo, Costas Arguenas, escritor y antropólogo relata que el Ekeko «goza de preferencia» entre las mujeres, «quienes le atribuyen el poder de darles marido o bienes terrenos».
Todos los procesos históricos y de transculturación que tuvieron lugar en la región desde la época prehispánica, contribuyeron a la transformación de la figura del Ekeko.
Pero existen algunos momentos clave, que podrían conectar esta imagen precolonial con la estatuilla con forma de hombre blanco, barrigón, con traje y abarcas que actualmente conocemos como el Ekeko.
El hombre colorado, blanco y barrigón
La versión de Ekeko que conocemos en la actualidad —con la tez blanca, rechoncho y con bigotes— podría tener su origen en el siglo XVIII, en los alrededores de las rebeliones indígenas a principios de la década de 1780.
Se cree que luego de los alzamientos indios, incluido el mítico cerco de Tupac Katari a La Paz, la población local comenzó a satirizar a los “fatídicos chapetones” (como se conocía a los oficiales de la corona española).
De allí surgieron artesanías de “muñecos coloradotes, gordinflones y de una sonrisa muy sugestiva y hasta maliciosa”.
No obstante, Díaz Villamil (1944) también sugiere la teoría de que estas formas, “estatura petiza, la cara redonda y colorada”, se corresponden con la imitación que hicieron artesanos indígenas de “un español asentado en La Paz, de nombre Rojas”.
Estas figurillas solían aparecer, principalmente, durante las celebraciones del solsticio de verano, en diciembre.
¿Es el Ekeko la imagen de un gobernador de La Paz?
Según escribe Zacarías Monje en 1948, un decreto del entonces gobernador intendente de La Paz, Sebastián Segurola, trasladó la fiesta al 24 de enero. Este cambio tenía el objetivo de reunir la efervescencia festiva popular con las liturgias en nombre de la virgen de Nuestra Señora de La Paz.
Aunque otras fuentes apuntan que el traslado de los ritos del solsticio de verano hasta enero fueron anteriores a este periodo de sublevaciones.
Sebastián Segurola, dice Nemesio Iturri Núñez, era “colorante, retacón, panzudo, cejijunto y de poco aguante para pulgas”. Mismas que coinciden con las de las estatuillas contemporáneas del Ekeko.
Nemesio Iturri, cuenta en una nota de prensa, que este conjunto de características físicas habrían trasladadas por algunos artesanos, a la figura del Ekeko durante la celebración de las Alasitas.
Es por esto que algunos autores consideran que la imagen actual de los Ekekos es una alegoría directa de Segurola.
En cualquier caso, la figura satirizada de Segurola está muy ligada a la celebración de las Alasitas. Principalmente, por el cambio de fechas en las celebraciones del solsticio de verano que se le atribuyen.
Alasita y los rituales al Ekeko
En la fiesta de las Alasitas, celebración de las miniaturas y los deseos, que inicialmente se realizaba en La Paz cada 24 de enero, la figura del Ekeko ocupa un rol central.
En esta fiesta popular, que se ha expandido masivamente a distintos departamentos de Bolivia, se compran todos los objetos miniatura que una persona desea obtener. Se ch’allan con alcohol y sahumerios pero también hay quienes los bendicen (según las formalidades católicas).
Después la o el creyente, se lleva todos estos insumos a su hogar, junto con su Ekeko. O de manera separada quienes no tienen uno.
El Ekeko, ya adornado, debe ocupar un lugar central en el dormitorio o en la casa. Durante su fiesta y en días específicos se le debe prender un cigarro, ofrecerle coca y alcohol. La creencia popular dice que de esta manera el Ekeko no se enoja y te ayuda a conseguir lo que has pedido. También es necesario hablarle como cuenta este testimonio:
“al levantarse de la cama se le pide mirándole con ternura, más o menos con las frases: ‘Ekekito lindo, Ekekito de mi corazón, dame pues este año casa, finca’, etc”
De esta manera, el Ekeko ayuda a las personas a obtener lo que han pedido mediante las miniaturas y ofrendas. Otorgando abundancia, suerte y buena fortuna al hogar donde habita.
Sin embargo, existe la creencia de que se debe tener un solo Ekeko por casa ya que más de uno, puede provocar un efecto contrario y traer mala suerte.