En la tercera sesión de aprendizaje del Fondo de Apoyo a la Producción Periodística para la Acción Climática conversamos con Suzanne Kruyt y Huáscar Salazar, del Centro de Estudios Populares CEESP.
En los últimos meses, están investigando sobre crisis, migraciones climáticas y reproducción de la vida. Así, han realizado entrevistas sobre soluciones comunitarias implementadas frente a la crisis climática. Esta temática se entrecruza con los temas de interés del Centro: las tramas comunitarias y los procesos organizativos, porque “ya no es un problema externo sobre el que hay que concientizar. El cambio climático es parte de la vida cotidiana”, apunta Huáscar.
En este recorrido conociendo, escuchando y preguntando a las comunidades, tomó fuerza el concepto de incertidumbre climática. Para ello, es importante entender qué significa la idea de reproducción de la vida. Huáscar Salazar explica que la reproducción de la vida es el conjunto de actividades que hacen posible la vida en lo cotidiano, así como todas las relaciones que las movilizan. Hace la distinción de que la reproducción de la vida no es buena en sí, sino que depende de los modelos que actúan detrás.
“Hay una forma de reproducir la vida capitalista, hay una forma de reproducción de la vida indígena, etcétera. Es aquello que tiene que ver con todas aquellas actividades que hacen posible la vida, humana y no humana, el vínculo con la naturaleza”.
Suzanne Kruyt puntualiza que existen intereses contrarios a la vida que generan los llamados “enclaves de sacrificio”, territorios que han sido dispuestos para recibir un gran impacto ambiental y ser, básicamente, destruidos. “Se ha ampliado la mancha del agronegocio, un modelo que no busca la reproducción de la vida, porque saben que a mediano plazo dejan a la tierra incompatible con la vida: sin agua, sin fertilidad en el suelo y sin árboles».
Incertidumbre climática
Este término recoge no solo los problemas específicos registrados a nivel de clima, de escasez de agua o de comida. Explica Suzanne Kruyt, “este cambio total de las condiciones en el territorio también son incertidumbres sobre si vas a poder seguir viviendo en esta comunidad, si tu hijo va a querer vivir allí, si de aquí a un año aún va a existir la organización o dirigencia”.
Estas dudas están relacionadas a la crisis social que existe en organizaciones indígenas y territoriales en tierras bajas. No solo por temas políticos, sino por la incertidumbre que impide planificar sus procesos territoriales.
“Los actores locales tienen muy claro cuáles son las causas locales de este despojo climático, de la crisis climática. Saben muy bien lo que está pasando, saben qué significa la deforestación, quién está detrás, qué significa la ganadería, etcétera. Pero no tienen la fuerza, a veces, de denunciar y de generar una resistencia organizada, por este debilitamiento de sus condiciones de vida. Entran en un ciclo complicado”, explica Kruyt.
La incertidumbre climática está relacionada con no poder prever cuándo cosechar, cuándo van a tener agua y, por tanto, cómo esas condiciones cambian sus medios y formas de vida. Si su modelo de reproducción de la vida está relacionado con los ciclos de la naturaleza y estos son alterados, su modelo de vida está en riesgo. “Como decía la gente, ya no hay estación. Para alguien que vive de la relación con la naturaleza, esto es mucha inseguridad”, cuenta Suzanne.
Así mismo, resalta que si a la crisis económica que vive el país se le suma el que no puedan cultivar sus propios alimentos, la fragilidad es mayor. Ya no tienen soberanía alimentaria, sino que dependen del mercado y, con la crisis, no pueden pagar lo mismo que hace un año.
Otros lenguajes
Desde Muy Waso, se enfatizó en tener una apertura hacia las posibilidades del lenguaje para comunicar estas problemáticas. “No necesariamente tenemos que utilizar conceptos ya establecidos, podemos transgredirlos. Hay términos que parece que no se pueden tocar, pero hay que discutirlos e incluso disputarlos”, apunta Mijail Miranda.
En esta línea, se problematiza el concepto de resiliencia, utilizado para resaltar la adaptación a estas condiciones climáticas que complejizan la supervivencia. Según Huáscar Salazar, el término tiene un uso altamente neoliberal al transferir la responsabilidad de adaptación al individuo,
“Efectivamente nos tenemos que acostumbrar un poco, para poder subsistir. Al tiempo que nos acomodamos, tenemos que cuestionar qué genera esas condiciones. Tenemos que politizar y dar otro sentido a la resiliencia. Necesariamente tiene que ir de la mano de un proceso de resistencia, porque si solamente nos vamos a acomodar va a llegar un punto en el que nuestro acomodo no va a ser suficiente para hacer posible la vida”, enfatiza Salazar.
“La minería es una de las actividades que acelera terriblemente la crisis climática y destroza el territorio. A la vez, las consecuencias de la crisis climática empujan a la gente a aceptarla, porque ya no pueden vivir de esa otra relación con la naturaleza como han estado viviendo”, ejemplifica Suzanne Kruyt. En esa comparación de dos modos de vida, reflexiona sobre la importancia de aprender a escuchar cómo se refiere la gente a su relación con la naturaleza, pero sin romantizar.
“No todas las comunidades indígenas viven en armonía con el bosque. Hay muchas dinámicas, pero sí hay otros lenguajes sobre esta relación. Si seguimos con un lenguaje de resiliencia que se adapta fácil a la imposición de un modelo económico y de consumo, se pierde este otro lenguaje y otra manera de pensarnos como seres humanos”, enfatiza.
La necesidad de un enfoque multidimensional
También se plantea recuperar la base de la ciencia: la duda. Huáscar Salazar explica que existe una hegemonía del discurso científico que define qué es o no un problema ambiental, usualmente con base en datos duros, sin un enfoque multidimensional.
Cuenta que las personas del Valle Alto de Cochabamba consideran que viven en sequía. Situación que es negada por científicos, cuyos datos muestran un pequeño aumento en la cantidad de lluvia. No se puede denominar estrictamente como sequía, lo que invalida las vivencias:
“El ciclo de lluvia se ha vuelto impredecible. Se vive como sequía porque no sabes cuándo sembrar: el 80% de las veces que siembras, no llueve. Luego, la lluvia no sirve para el riego porque se concentra en dos o tres meses y se transforma en inundación. La gente, entonces, vive una sequía permanente porque no puede producir con las formas tradicionales”, explica.
“Esos conocimientos tradicionales que tenían sobre el ciclo de la lluvia se vuelven poco útiles, porque ya no saben cuándo llueve. Esa información ya no sirve”, añade Salazar.
Enfatiza en que tampoco hay que invalidar a la ciencia, porque da información fundamental. Es importante tener una mirada crítica. Desconfiar cuando la ciencia se centra en probar sus conceptos, en vez de enfocarse en las preocupaciones de la gente.
“Las respuestas científicas tienen que estar de la mano de respuestas políticas, en el sentido de política de la vida cotidiana, de la gente que se organiza para cuidar sus condiciones de vida, no de la política de Estado. Hablo de la gente organizándose, preocupándose, luchando contra las mineras, contra los incendios, de esa política. La ciencia no puede ser el discurso hegemónico y menos pensar que la salida debe ser tecnócrata; la salida es, principalmente, de lucha”, resalta.
Soluciones comunitarias, resistencia y poder local
La resistencia del tejido social está debilitada porque la comunidad está en modo de supervivencia. En vez de planificar modos de resistir, las comunidades se limitan a aceptar proyectos que tengan buenas intenciones, aunque no incluyan a la gente. Así lo explica Suzanne Kruyt:
“Hay tendencias de proyectos que no son planificados, diseñados ni pensados con la gente. Proyectos planteados frente a la emergencia. La misma gente nos dice: ‘Nos vienen a socializar el proyecto cuando ya está aprobado y, básicamente, hay que ejecutar los fondos en un mes”.
En contraposición, Suzanne valora que existen experiencias muy interesantes de resistencia y de resiliencia. Aunque suelen ser soluciones comunitarias pequeñas, proponen acciones concretas para enfrentar los desastres y la incertidumbre. Logran consolidarse y ser más grandes, pero no son fáciles de vender a corto plazo.
Como ejemplo, cuenta la visita a Don Remy, un apicultor que vive cerca de Camiri en el Chaco. Suzanne confiesa que pensó que don Remy le iba a contar sobre la importancia de las abejas para mantener un equilibrio en la naturaleza.
Sin embargo, descubrió que él está conservando y reactivando toda una parte de un bosque casi tropical en Camiri, sin proyectos u ONGs. «Lo más interesante fue como me contaba: ‘Mira este álbum, tienes que mirar a estas hormiguitas, mira qué están haciendo’. En él estaba muy presente eso de que la naturaleza nos está explicando lo que hay que hacer. ‘Pero tienes que escuchar. Es otro tiempo, es otro lenguaje’. Eso me hizo reflexionar», explica.
Dinámicas locales de poder
Suzanne Kruyt explica que tanto Chaco, Chiquitanía y Pantanal, y en general las tierras bajas, son territorios marcados por siglos de “empatronamiento”. Estas lógicas también obstaculizan los procesos de resistencia.
“Son tierras donde el patrón, las haciendas y/o las misiones de las iglesias han marcado las relaciones locales de poder. Cómo se organizan el territorio, la economía o la cultura. O qué se define como cultura, que en la Chiquitanía son las iglesias, las misiones. Todo gira alrededor de esto, pero no ha nacido así: es una imposición”, enfatiza.
Agrega que las agendas y los temas abordados son definidos por estos patrones, quienes también deciden qué partes del territorio son importantes. “Las comunidades que están fuera no tienen agua, ni luz, ni el apoyo del Estado. Esa dinámica sigue muy presente en Tierras Bajas. Promueve una relación de patrón tanto con el Estado, como con la empresa y/o la cooperación”, resalta Kruyt.
A las organizaciones indígenas que defienden su territorio y organizaciones activistas en el tema ambiental les cuesta posicionar sus agendas. “Hay una dinámica de poder muy fuerte de un grupo de familias que define de qué se habla y que tiene vínculos con poderes más grandes de Santa Cruz y del mundo”, explica Kruyt.
En ese contexto, Suzanne insiste en que es clave saber cuáles son las relaciones de poder, de dónde vienen y qué temas están en agenda. “¿Por qué no ha cambiado nada a pesar de la indignación nacional, local y la desesperación de las comunidades sobre los incendios? Hay un movimiento muy fuerte para callar esos tipos de agendas”, remarca.
Comunicar rompiendo las credulidades
La comunicación y el periodismo, desde la ética de contar desde y con el territorio, juegan un rol clave en abordar la incertidumbre climática. Es necesario problematizar las discusiones que suceden dentro de los territorios y que quedan relegadas debajo de los informes o reportes. ¿Qué rol juega la comunicación? «Cuando abordas una investigación lo haces desde un compromiso ético, desde una convicción, desde una mirada también política e ideológica que no tiene que ver con partidos, sino con cómo ves la vida, con quiénes te comprometes y con qué tipo de historias quieres contar», enfatiza Mijail Miranda desde Muy Waso.
Es necesario investigar no solo los informes sino quiénes están detrás de esos informes y a qué intereses responden. Dudar e investigar, para comunicar lo que realmente sucede en los territorios. Huáscar Salazar considera que, frente a la incertidumbre, es importante combatir la credulidad de estos tiempos, como propone la filósofa catalana Marina Garcés.
«Desde la comunicación no solo es responder quién prendió el fuego. Sino, ¿por qué hay un modelo de desarrollo basado en quemarlo todo, que nos parece tan normal? Esa es una credulidad que tenemos muy internalizada, tenemos normalizadas ciertas dinámicas de poder, depredadoras», explica Salazar.
Esa es una invitación a dejar de pensar en lo inmediato, en lo que está en las agendas mediática y política. Más bien, se trata de abordar otras problemáticas políticas y muchos intereses detrás. Romper la credulidad implica también desentrañar problemas más profundos y estructurales, no solo cubrir el hecho ambiental.
«Queremos historias muy rápidas, de éxito. En la comunicación, esto es una trampa, porque los procesos más interesantes son bastante complejos. Se pueden buscar algunos formatos más rápidos y también otros más complejos», agrega Suzanne Kruyt.
Documentar los problemas territoriales y las soluciones comunitarias
Sumergirse en el periodismo territorial, implica reconocer el valor que tiene el registrar los problemas locales y también las soluciones comunitarias. Los modos de organización, los conocimientos y las prácticas de quienes habitan estos territorios son indispensables.
Huáscar Salazar le da valor a esta documentación porque no hay muchos registros. Además, comenta que «a veces nos quedamos con lecturas muy generales o mediadas por un discurso hegemónico sobre lo que es el cambio climático y con respuestas que nos parecen las únicas posibles». Al desconocer los procesos complejos de los territorios, tendemos a aceptar el discurso hegemónico que suele ser pesimista y paralizador.
El pensar que sólo es posible enfrentar la crisis climática con respuestas técnicas es limitarse. Las soluciones comunitarias parten de una contextualización, mientras que las más convencionales pueden ser «científicamente viables, pero social y políticamente totalmente inviables», puntualiza Salazar. A la vez, resalta que documentar los procesos de resistencia y adaptación de los territorios es importante. Son experiencias reales en que se plantean otras formas de hacer posible la vida.
Suzanne reflexiona sobre un tema que no se suele nombrar en este contexto: «En lo periodístico, la incertidumbre es una entrada que nos permite hablar de las emociones. Es muy importante reconocer qué sucede con nuestro bienestar emocional a causa de la crisis climática».
«¿Cuáles son las estrategias también de contención frente a eso? Todos necesitamos espacios de contención frente a este crisis. No solo para no caer en la desesperación, sino también porque de esos espacios salen propuestas y acciones», resalta Kruyt.
Abordar la crisis climática no solo se hace desde el catastrofismo, sino desde un equilibrio que evidencie la dignidad y los conocimientos de los territorios. «Lo que nos falta, nos hace mucha falta, es justamente esto: empezar más a escuchar lo que está pasando hacia abajo», finaliza Salazar.