Imagina que un día te obligan a usar un barbijo desechado por días, meses, semanas, años. Imagina pasar tu vida cubiertx por una mascarilla llena de tierra, grasa y mugre de todo tipo.
¿Cuánto tiempo aguantarías? ¿Cuál sería tu reacción?
En tan solo dos años, entre 2020 y 2021, Bolivia importó 6,234 toneladas de barbijos. Todos ellos, inevitablemente, acabarán convirtiéndose en basura plástica.
Considerando un peso promedio de cuatro gramos por unidad, se podría decir que en esos dos años Bolivia recibió alrededor de 1,500 millones piezas.
Durante 2020 y 2021 ingresaron, en promedio, más de dos millones de barbijos por día. O sea, unas 1,482 mascarillas cada minuto.
Con ese ritmo, cuando acabes de leer esta nota habrán ingresado cuatro o cinco mil nuevos tapabocas.
Sin contar el contrabando, claro.
Los tapabocas se convirtieron en una de las principales medidas de prevención de la COVID-19. Su uso es casi una convención social, incluso luego de la reciente flexibilización de su uso en espacios abiertos.
En muchos casos se han convertido en parte de tu outfit.
Pero, ¿sabes de qué están hechos? ¿sabes dónde acaban luego de que los olvidas en el trufi, los dejas caer «accidentalmente» en la calle o decides cambiarlos por un modelito más cute?
Imagina a tu ciudad cubierta por una gran alfombra hecha con puros barbijos usados y sucios.
¿Cómo la ves?
¿Estamos frente a un problema?
Si armáramos esta gran alfombra en Cochabamba, con los más de 1,500 millones de barbijos (cada uno con un área aproximada de 153 centímetros cuadrados) lograríamos cubrir una superficie equivalente a 10 veces la laguna Alalay.
¡Ay!
Con todo el material plástico de los barbijos importados desde la llegada de la pandemia a Bolivia podrían levantarse cuatro monumentos similares a los de la Virgen del Socavón en Oruro.
La figura religiosa mide 45 metros y pesa 1,500 toneladas. Piensa en cuatro monstruosos gigantes hechos de barbijos recorriendo tu ciudad. ¿Aterrador? Se pone peor.
Las mascarillas están hechas, principalmente, de fibras de plástico. Entre ellas el polipropileno. Esto quiere decir que, luego de desecharse, permanecen contaminando el medioambiente durante décadas.
En su proceso de degradación, los barbijos se fragmentan en micro y nanoplásticos.
Un estudio de 2021 reveló que, en ciertos contextos, una sola mascarilla puede llegar a liberar hasta 174,000 microfibras plásticas en el mar cada día.
Además, algunos barbijos están hechos de una mezcla de papel y polímeros. Esto dificulta los posibles procesos de reciclaje. Su tamaño y forma también representa inconvenientes para algunas máquinas recicladoras.
Adictos al plástico
Pero las cantidades de barbijos desechables que acaban en bosques, ríos, mares y océanos no son un problema por sí mismo. Son un ingrediente más dentro de una acentuada crisis global de residuos plásticos.
Un estudio de 2018, como ejemplo, menciona que en todo el mundo se usan unos cinco trillones de bolsas plásticas descartables cada año.
Mientras leías esta nota se desecharon unas 20 a 30 millones de bolsas de un solo uso.
El «aumento sin precedentes en la producción y el uso de plásticos de un solo uso” que se registró durante la pandemia, dicen las expertas, podría dejar secuelas durante décadas para la vida silvestre.
Incluso hablan de consecuencias a lo largo de cientos de años.
En Bolivia se consumen unas 4,100 millones de bolsas cada año. Y los plásticos en general contribuyen a los residuos sólidos totales con unas 171,239 toneladas, según un informe de la WWF.
Casi que ya no nos hace falta mar, porque vivimos en uno de plástico.
¿Qué dice el Gobierno?
Nada.
Pero no es el único en silencio. Pese a que ya desde 2020 se advertía que la “marea de plástico causada por el COVID-19 también es un peligro para la economía y la naturaleza”, muy pocos Gobiernos se manifestaron al respecto.
En cambio, realizaron compras millonarias para repartir un artículo esencial para prevenir el contagio de la COVID-19. Sin embargo, pocas veces se escuchó mensajes de concienciación sobre el uso responsable y sustentable de los barbijos.
Alrededor del mundo, existen muy pocas iniciativas para enfrentar el problema de los residuos plásticos ligados a la pandemia.
En Bolivia, entre abril de 2020 y diciembre de 2021, más de 300 entidades gubernamentales adquirieron unas 226 toneladas de barbijos en 2,657 contrataciones.
Estas 56.5 millones de piezas le costaron al Estado 160.9 millones de bolivianos.
Obtuvimos estos datos gracias a las bases de datos liberadas por los portales Compras del Gobierno Boliviano (de Mauricio Foronda y Gabriel Weise) y Contratos Abiertos (del Lab Tecno Social).
Aquí puedes descargar la base de datos consolidada con la cantidad de unidades de barbijos que se compraron desde el Estado en más de dos mil contratos.
Para completarla revisamos más de 350 fichas de contratación y actas de recepción.
¿De dónde vienen y adónde van?
Según información difundida por el IBCE, durante 2021 China fue el principal proveedor de barbijos para Bolivia. El país asiático cubrió el 90% de las importaciones de barbijos. Otros 34 países se repartieron el resto.
También en 2021, La Paz fue el departamento que más concentró la importación de barbijos (54%). Le siguieron Santa Cruz (18%) y Oruro (15%).
El estallido de la COVID-19, en cuanto a la importación de barbijos, provocó un movimiento económico de unos 72.9 millones de dólares entre 2020 y 2021.
Durante el primer año de la pandemia, los precios de importación para este insumo también se dispararon.
En 2021, sin la especulación de los mercados internacionales, el volumen de esta importación creció en un 30%, pero su costo cayó un 75%.
¿Entonces qué hacemos?
Múltiples estudios confirman la eficacia del uso de barbijos para prevenir el contagio de la COVID-19. Entonces, ¿qué alternativa tenemos?
Ahora que el uso de la mascarilla se ha flexibilizado en espacios abiertos, es necesario hacer un uso más consciente de este accesorio de protección personal. No gastes barbijos de manera irracional.
Estar consciente del impacto contaminante de estos artículos de protección personal y sanitaria, también puede ayudarte a ser más rigurosa en el uso de otro tipo de plásticos.
Reduce tu consumo de plásticos lo más que puedas. Y, sobre todo, no eches los residuos en las calles, parques, carreteras, pampas o bosques.
¿Qué otras ideas se te ocurren?