Arturo Murillo se perfila como uno de los personajes más nefastos en la política boliviana de los últimos años. El lunes, en una conferencia de prensa, mintió sin escrúpulos sobre la cantidad de muertos y la realidad epidemiológica de varios departamentos y ciudades.
Al exparlamentario y actual ministro de Gobierno Arturo Murillo seguramente le gustaría que lo recuerden como uno de los «hombres fuertes» del régimen transitorio de Jeanine Áñez. Sin embargo, en cada una de sus intervenciones públicas, con toda su bravuconería, no hace más que reforzar el mote que le impuso Samuel Doria Medina, líder de su tienda política: «un bolas», alguien a quien «le planteas un tema un poquito más complejo y sale por la fuerza».
Si antes muchas de sus torpezas pasaban por anécdotas enervantes pero ramplonas, hoy, desde la impunidad que parece revestir las paredes del Palacio de Gobierno, se convierte en una amenaza para la opinión pública, el debate político e, incluso, la salud física y mental de la ciudadanía.
Murillo no escatima esfuerzos en alimentar un discurso de odio y un escenario de confrontación azuzado por él y sus rivales políticos, más aún desde noviembre del 2019. Lastimosamente, esos esfuerzos muchas veces implican tergiversaciones, desinformación y calumnias. Como cuando acusó, sin mostrar prueba alguna, a un alcalde chapareño de haber negado la existencia de la COVID-19.
Entonces, los medios de comunicación reprodujeron la información de manera textual, en muchos casos sin siquiera atribuir la cita al hombre de confianza de la presidenta Áñez. Algo así sucedió también el reciente lunes 27 de julio, cuando algunos medios transcribieron de manera textual, sin contrastar ni verificar, la información brindada en una conferencia de prensa de Murillo, en la que el también empresario hotelero volvió a utilizar políticamente la pandemia y reforzó la apuesta del Ejecutivo nacional por eludir sus responsabilidades en la cada vez más evidente pésima gestión de la crisis sanitaria.
La del lunes fue una comparecencia improvisada, prácticamente inventada, como puede comprobarse en un video en el que Murillo arremete contra sus colaboradores por no «haberle preparado la conferencia de prensa». Una improvisación que atenta contra el derecho a la información de la población, más aún en un contexto en el que cada uno de los números representa el luto y dolor de cientos y miles de familias bolivianas.
A continuación analizaremos a detalles cada una de sus mentiras (o medias verdades), su incapacidad para abordar preguntas por fuera de su agenda y los insterticios de su actitud polizonte.
Mentiras
1. Luego de sacar de una truculenta galera los nombres de muchos de sus adversarios políticos que murieron o padecen actualmente la COVID-19, Murillo lanzó una cifra desproporcionada respecto a la cantidad de fallecidos por el nuevo coronavirus.
Según el Ministro, el reporte epidemiológico del 26 de julio, Bolivia anotaba 1148 fallecidos en todo el país. El titular de Gobierno no supo explicar de manera adecuada si se refería al reporte diario de muertes o si se trataba del acumulado de decesos. En cualquiera de estas posibilidades, la cifra ESTÁ ERRADA.
El acumulado de personas fallecidas desde la llegada de la pandemia al país, para el domingo, era de 2583 y el número de muertes durante esa jornada llegó a 48 en todo el país. La cifra citada por Murillo, en realidad, se corresponde con el total de casos nuevos, confirmados por laboratorio, registrados durante el domingo.
Si bien pudo tratarse de un lapsus, por el ánimo de la rueda de prensa, también se intuye cierta intencionalidad. O, más sencillamente, falta de preparación y conocimiento de los datos con los que se deberían estar elaborando estrategias para frenar el avance de la enfermedad pandémica. ¿Improvisan en sus comparecencias públicas tanto como en sus planes de contención de la crisis?
2. Murillo volvió a incurrir en imprecisiones, desinformando a la población, dando la idea de un supuesto control epidemiológico en Beni. Según aseguró en la misma conferencia de prensa, en Beni el contagio se redujo debido a «medidas radicales». Cuando en realidad, desde hace varias jornadas el Servicio Departamental de Salud beniano acusa falta de reactivos para conocer las cifras reales de la cantidad de contagiados, como sucede también en otras regiones del país.
Entonces, ES FALSO que el reporte de un solo nuevo caso confirmado de COVID-19 en Beni para el 26 de julio represente una mejoría en la situación epidemioógica en uno de los departamentos más afectados por la emergencia sanitaria y con una de las infraestructuras sanitarias más precarias del país. Las irresponsables declaraciones de Murillo no coinciden con la realidad, podrían provocar una falsa sensación de seguridad en ciertos sectores de la población beniana y deslindan de responsabilidades a las autoridades en un momento en el que la escalada de contagios se torna irrefrenable.
3. Algo similar sucedió con la información que el ministro de Gobierno brindó sobre la situación epidemiológica de Santa Cruz. A su criterio, que poco o nada tiene que ver con una evaluación especializada, la curva de contagios descendió. «Miren como la curva ha bajado», se lo oye decir, para luego comparar este supuesto logro con lo que sucede en La Paz, donde, según él, los nuevos diagnósticos se «dispararon» (un término muy propio de su argot).
No obstante, en Santa Cruz también se sabe de una severa demora en la entrega de resultados a las pruebas COVID-19, también por falta de reactivos y equipos, que están siendo gestionados bajo tutelaje del Gobierno central. Por otra parte, el FALSO DESCENSO en la cantidad de contagiados diarios reportado por Murillo, encuentra su «desmentido» en las cifras difundidas por el Ministerio de Salud un día después, cuando el departamento oriental se anotó 431 de los 1146 casos nuevos diagnosticados por laboratorio en el país, con una tasa de positivad, durante esa jornada, del 44%. En contrapartida, el martes La Paz reportó solo 215 casos.
Estas afirmaciones, además de imprecisas, también denotan una severa ignorancia respecto a los criterios epidemiológicos que implica un «descenso» o, mejor dicho, un aplanamiento de la curva. Murillo necesita anotar que es imposible realizar evaluaciones sobre la evolución de la pandemia en el país con base en informes diarios comparados entre sí. Se necesitan estudiar tendencias, con múltiples factores y complejidades. Estamos pidiendo mucho.
Lo importante es que, al menos, quede claro que las interpretaciones antojadizas de las cifras cuentan como desinformación y que solo es posible hablar de «aplanar la curva» cuando el número de casos nuevos y muertes es menor al día anterior durante dos semanas, que es el tiempo de incubación del Sars-CoV-2, como bien explica en ese enlace el doctor Carlos Castillo-Salgado, de la Universidad Johns Hopkins.
4. Uno de los datos falsos más graves difundidos por Murillo el lunes tiene que ver con la cantidad de cadáveres «recogidos» en la ciudad de El Alto durante los últimos días. Siempre con poca claridad en sus aseveraciones, el Ministro habla de «40, 60 o 70» fallecidos en la urbe alteña a diario. Aunque no aclara si se refiere a casos confirmados o sospechosos de COVID-19, por el contexto de la afirmación presumimos que sí. En cualquier caso, según reportes epidemiológicos y policiales, esta cifra es FALSA.
El Alto, hasta este 28 de julio, tiene 76 fallecidos a causa de complicaciones por la COVID-19. Hasta el domingo tenía 73 acumulados desde que comenzaron los contagios con el nuevo coronavirus en esa región.
Pero, dándole el beneficio de la duda al Ministro, podríamos analizar si se trata de una confusión con el número total de levantamientos de cadáveres realizados por la Policía en esa ciudad. En ese caso, Murillo vuelve a desinformar con datos erróneos y especulativos.
Según un informe del jefe nacional de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen, Iván Rojas, entre el viernes y el domingo se realizó la constatación de 213 muertes extrahospitalarias. En ninguno de los días el departamento de La Paz, con todas sus provincias, superó los 33 reportes. Por ejemplo, el sábado efectivos policiales recogieron 75 cuerpos sin vida en todo el país.
Algo que Murillo no menciona ni por asomo, es que, según el mismo jefe de la FELCC, el 80% de las personas reportadas en ese informe tenían COVID-19 o eran casos sospechosos. Es decir, la gente está muriendo en sus casas o en las calles porque los hospitales están desbordados, porque los respiradores mecánicos no aparecen ni abastecen y porque las pruebas siguen sin ser parte de la estrategia de contención de los contagios.
Aunque parezca increíble, esto no fue lo peor. Murillo, luego de inventarse números sobre la cantidad de fallecidos en El Alto, hizo una penosa comparación con la ciudad de La Paz que recae, una vez más, en lo que podría entenderse una estigmatización sistemática de ciertos sectores de la población boliviana.
5. No conforme con mentir con algo tan sensible como la muerte de ciudadanos bolivianos en la ciudad de El Alto, Murillo dijo, con tintes discriminatorios, que «en la ciudad (por la sede de Gobierno) están siendo más conscientes, se están cuidando más, nos estamos cuidando más». Pero, más allá de un predecible desliz clasista, la verdadera alarma surge cuando el Ministro vuelve a MENTIRCON LAS CIFRAS DE FALLECIDOS.
Tal como se oye en la grabación, Murillo dice que la cantidad de fallecidos en la ciudad de La Paz es solo una cuarta parte de la que hay en El Alto. Una comparación TAMBIÉN FALSA Y ERRADA. Hasta el martes, siempre con las cifras reportadas por el SEDES, el municipio paceño tiene 107 víctimas fatales del nuevo coronavirus, frente a 76 en El Alto.
Si afinamos más el ojo a la evolución de personas fallecidas, La Paz tiene 30 más que hace siete días. En cambio, El Alto sumó 24. Aunque sigamos buscando comparaciones, en ningún caso El Alto supera a La Paz en la cantidad de muertes por COVID-19, así como tampoco sucede en la cantidad de casos confirmados.
Pese a que es cada vez más claro que existe un dramático subregistro en la cantidad de enfermos y fallecidos, los números ofrecidos por Murillo no son un golpe de sinceridad, sino responden a sus intereses políticos y a su insistente obsesión por desprestigiar a sus rivales electorales. Vivimos un momento crítico, pero él parece tener la mirada puesta en las urnas.
6. «Todo nos indica que el señor Arce Catacora también está contagiado. Está contagiado y se está guardando como el más grande de los secretos».
Esta información fue verificada por el portal Bolivia Verifica, donde se calificó la afirmación como FALSA.
Desvaríos
Murillo, aka El Bolas, nos tiene acostumbrados a un amplio repertorío de desvaríos atolondrados. Como cuando mandó a las mujeres que luchan por el derecho a decidir a «que se maten, que se tiren del quinto piso». O cuando perdió los estribos frente a sus otrora aliados políticos en Santa Cruz y les gritó que Jeanine Áñez tenía «más cojones que todos nosotros». O cuando, en un tuit aparentemente escrito con los pies y con un machismo demasiado arraigado, dio a entender que a la Presidenta le sobraba valor pese a ser mujer.
@carlosdmesag porque no te callas, cuando debiste defender la Republica, escapaste hoy que @JeanineAnez defiende la Democracia y la vida de los Bolivianos no te cansas de atacarla es mujer si, pero le sobra lo que siempre te falto Valor contra @evoespueblo No te equivoques. https://t.co/AM13Zn2ZbZ
— Arturo Murillo (@ArturoMurilloS) July 24, 2020
La conferencia de prensa que desmenuzamos no podía ser la excepción, así que, con mucho pesar, también nos vemos en la obligación de desglosar sus «deslices».
1. Murillo en esta conferencia de prensa volvió a insistir en el ataque en contra de sus adversarios políticos, usando la muerte y la enfermedad de algunos de ellos.
Volvió a señalar al fallecido exalcalde de Entre Ríos Aurelio Rojas como alguien que supuestamente no creía en la enfermedad y se burlaba de ella. En esta nota indagamos en esta acusación y comprobamos que no tiene ningún sustento.
2. «Creen que les va a segurar su cargo político ser duros con sus adversarios políticos, pero no es así».
El ministro de Gobierno, el ministro de la «mano dura», el ministro de «todo el peso de la ley», lanzó esta contradictoria afirmación, pese a su perfil autoritario y persecutorio. Lo hizo, como apuntamos antes, minutos después de nombrar uno a uno a sus contrincantes políticos, especulando sobre su estado de salud o repasando los desaciertos de aquellos que perdieron la vida en una de las catástrofes sanitarias más graves que vivió el país.
3. «Estamos expuestos a la muerte por una buena causa, por ayudar a nuestro prójimo. Pero exponernos solamente por hacer política, eso está mal».
En el siniestro juego que habitualmente practica Murillo, luego de atacar a «sus enemigos» sobreviene una exaltación de sus supuestos valores humanitarios y democráticos de su bando. Lastimosamente para él, la realidad cada vez le da menos margen de maniobra: el Gobierno transitorio centró la gestión de la crisis sanitaria en labores electorales y politiqueras. Lo sigue haciendo a costa de la vida y la salud de millones de bolivianxs.
Curiosamente, mientras hacía esta declaración Murillo no llevaba tapabocas ni lo hizo durante los 20 minutos que duró la rueda de prensa en la que no tocó ningún tema referido a la gestión. Se dedicó -sin barbijo, en ambiente cerrado y pequeño, a poca distancia de los periodistas- durante cada uno de los minutos a defenestrar a sus rivales políticos e intentó estigmatizar a amplios sectores de la población. Como apuntamos antes, siempre con datos imprecisos o falsos.
4. El guion de Murillo está prefabricado. Tiene la retórica de la politiquería preconfigurada, le son suficientes un par de adjetivos peyorativos, unas gotitas de desinformación y alguna frasecilla tremebunda.
Cuando lo empujan por fuera de esa burbuja se desarma. Durante su alocución el lunes, una periodista le consultó sobre el aumento de los casos de infanticidios y feminicidios. La respuesta de la autoridad fue atropellada y divagante: «eeeeehhhh, eeeeeehhhhhh, eeeeehhhh».
Segundos después de apenas articular una idea bastante básica y limitada al respecto, volvió a lo único que se siente capaz de hacer: atacar. Esta vez no a sus contrincantes, sino a organismos de defensa de derechos humanos, locales, nacionales e internacionales.
5. «Una mala mujer, para irse con su amante»
Pero Murillo siempre puede superarse. No tiene el temple ni la sagacidad suficiente para recatarse, salvarse de sí mismo, guardar silencio. Su verborragia e impulsividad lo arrojan al barranco del desvarío. Cuando su intervención no podía ser más vergonzosa, decidió insitir con su agenda de estigmatización sobre la región del Trópico de Cochabamba y habló sobre «una mala mujer» en el Chapare que «descuartizó a su hijo para irse con su amante».
Algo raro pasa en nuestro país y en nuestro mundo.
Con esa «enigmática» conclusión Murillo cerró una de sus más vergonzosos contactos con la prensa.
Algo raro, algo malo, tiene que estar sucediendo, Arturo, para que tú estés al frente de una de las tragedias más grandes que le tocará vivir al país en el siglo XXI.