Aquí te dejamos ocho puntos clave para que no te vendan gato por liebre. ¿Realmente servirán los transgénicos para reactivar algunos sectores de la economía y garantizar la seguridad alimentaria nacional? ¿El decreto de Áñez es solo un caballo de Troya para los sectores agroindustriales soyeros?
Stasiek Czaplicki Cabezas
La aprobación del Decreto Supremo 4232, la semana anterior, desató en Bolivia un debate bastante penoso, pero necesario, sobre los transgénicos, sus riesgos y su potencial. La norma, impulsada por el Gobierno de Jeanine Áñez, abrevia los procesos de evaluación para el uso de variedades genéticamente modificadas de azúcar, algodón, maíz, trigo y soya. Sin embargo, se enmarca dentro de una política pública bien establecida de apoyo continuo al sector agropecuario y que se está acelerando estos últimos meses.
Los transgénicos, y sus potenciales impactos sobre la salud, suelen despertar muchos miedos y precauciones a través del mundo. Son, en gran medida, las razones por las que los grandes países y regiones consumidoras del mundo, como China, la Unión Europea y Japón no permiten esa producción dentro de sus territorios. Pero, sí la relegan a países con estándares de salud y ambientales mucho más permisivos como es el caso de Brasil, Argentina, Estados Unidos, Bolivia, Paraguay, entre otros.
El argumento para apoyar el cuestionado decretazo se constituye sobre un conjunto de potenciales beneficios económicos que, por lo general, son fantasiosos, erróneos o de mala fe.
Es hora de romper ciertos mitos y malas concepciones sobre los transgénicos y, en particular, sobre su cultivo reina: la soya transgénica.
• El decreto aprobado por Áñez no autoriza el uso de transgénicos, sino que simplifica un procedimiento cuyas bases legales eran dudosas desde hace tiempo y que fue emitido en abril de 2019. Es importante recalcar que, en Bolivia, el uso de los transgénicos es de larga data y común en la producción de soya y maíz pese a que esta prohibido en innumerables leyes y, sobre todo, en la Constitución Política del Estado aprobada el 2009.
• Ahora bien, aunquee este decreto menciona otros cultivos además de la soya, apunta claramente a ella, ya que las variedades llamadas HB4 e Intacta están siendo evaluadas desde marzo 2020. Los otros cultivos, excepto en el caso maíz, están en el decreto para divertir la atención, como varios «caballitos» de Troya. Tomo el ejemplo del trigo: si bien existe una variedad transgénica desde hace más de 15 años, su producción a nivel mundial es prácticamente anecdótica.
• Si bien la producción actual de soya en Bolivia se realiza en su mayoría (más del 90%) con base en semillas transgénicas, la lista de beneficios que esta medida llevaría adelante da a entender que se tratan de semillas milagrosas. Por ejemplo, la Asociación de Productores de Oleagionasas y Trigo (ANAPO), indica que esperan nada menos que multiplicar por prácticamente tres la producción de granos del país; eso, generando 300 mil empleos adicionales.
• La realidad es que cada par de años el sector pide (y obtiene) autorizaciones de uso de nuevas semillas transgénicas con promesas similares al mito de El Dorado que nunca se cumplen. ¿Otro ejemplo? El año pasado, se aprobó una variedad de soya para el biodiesel que tendría que haber permitido la sustitución de importaciones de gasolina en Bolivia y dinamizar las exportaciones. Pero, actualmente, la realidad es otra: el biodiesel no está ni cerca de sustituir a la gasolina y nuestras exportaciones de soya están en picada desde hace algunos años. Mejor ni mencionar que precisamente este año el precio del biodiesel esta por los suelos.
• Otro punto importante, es que con la aprobación de la variedad de soya Hb4 aspiran alcanzar una reducción de las perdidas productivas por sequia de aproximadamente el 25%. Vale decir que en años sin sequia el aumento de productividad es menor. Sin embargo, hay algo que debería preocuparnos: el Hb4 solo esta autorizado en Estados Unidos, Argentina, Brasil y Paraguay, países productores y exportadores de soya a quienes no vendemos nuestra producción. Ningún país ni región importadora de soya, hasta ahora, emitió una autorización a esta variedad. En otras palabras, toda soya de variedad Hb4 es para la producción y consumo nacional del pequeño ganado. En el caso de Bolivia, la carne de pollo y chancho se «produce» con alimentos hechos de maíz o soya transgénica.
• En cuanto a su potencial económico, el sector soyero se constituye de aproximadamente 14 mil productores que explotan una de cada tres hectáreas agrícolas del país. Siendo una cadena de valor bastante tecnificada, sus procesos industriales, almacenamiento y transporte también requieren de poca mano de obra. Por otro lado, los precios de la soya están en caída libre desde 2016 y con la crisis actual sus perspectivas a futuro son bastante negativas. Así queda muy claro que alcanzar la generación de 300 mil nuevos empleos directos e indirectos en el sector de los granos, incluyendo el maíz, trigo y otros, se trata, una vez más, de una recurrente y grosera sobrevaloración de los beneficios de los transgénicos y las medidas de apoyo productivo que favorecen al sector.
• Además, no hay que olvidar que, en cuanto a lo agropecuario, los ingresos se concentran en un par de empresas y los mayores productores representan una nueva forma de latifundismo. Igualmente, la expansión de la soya implica la destrucción masiva de bosques con todas sus consecuencias para el país: sequia, inundaciones, aumento en el riesgo de propagación de epidemias (dengue, malaria), entre otros.
• Por ultimo, pero nunca menos importante, las variedades de maíz en Bolivia, con la irrupción de semillas modificadas genéticamente, corren el riesgo de ser contaminadas por transgénicos, como se ha visto en otros países. Siendo uno de los países mas diversos en maiz seria una verdadera tragedia nacional que esto ocurriera.