«Yo creo que aquí hay una cuestión fundamental de entender: ¿cuáles son los grandes problemas que la mayoría de la gente enfrenta, de la gente que no maneja el capital, de la mayoría de los trabajadores? Son los problemas del territorio, de la vivienda, de los recursos para sustentarse, de la falta de tiempo, de los trabajos de explotación» (Silvia Federici)
La conversación de ZUR con Silvia Federici analiza la época abrumadora en la que estamos y cómo salir de la resignación que nos mantiene paralizados.
En la entrevista, Federici aborda el norte sobre el futuro: tanto el sentido catastrofista que paraliza, como las alternativas posibles que son necesarias para crear un futuro otro. La autora ofrece un mapa para entender los problemas reales de este tiempo, aquellos que afectan en la cotidianidad y la comunidad.
Esta charla es parte del ciclo de conversaciones ¿Qué tiempos son estos?, un espacio al que invitan a diversas personas a repensar el mundo y la forma de habitarlo. ZUR celebra sus 10 años con esta propuesta de diálogo y pensamiento.
“Consideramos que estas conversaciones pueden servir como coordenadas para los tiempos que corren, en los que encontrarnos se ha vuelto un desafío», apunta ZUR sobre este ciclo. Por ello, replicamos aquí fragmentos de la conversa de Silvia Federici con Diego Castro y Huáscar Salazar.
La resignación como lujo
Huáscar Salazar: Este tiempo que vivimos también sentimos que es un momento que paraliza, un discurso catastrofista que tiende a abrumarnos, como si estuviéramos viviendo el fin de todo y que no hay nada que hacer. ¿Cómo enfrentar esta sensación de parálisis?
S.F.: Este catastrofismo y sentido de parálisis es un lujo, porque la gente debe seguir viviendo. Continuamente nacen nuevas generaciones, nace infancia cada día. Entonces es un lujo decir «bueno, no podemos hacer nada». La resignación es un lujo.
La perspectiva desde donde movernos debería ser que, naturalmente, no hay garantías, no hay seguridades, pero lo importante es comprender y empezar a organizarnos. Comprender cuáles son las formas de lucha que son posibles y que son eficaces. No es verdad que nada se puede hacer. En varios lugares se puede parar el avance de la dirección capitalista.
Si miramos el panorama general, vamos a ver un panorama muy negativo. Eso no significa que no se pueda hacer nada. Para mí significa que nos pone nuevos imperativos, nos pone a repensar lo que se ha hecho, cómo hemos llegado aquí.
Entender cómo hemos llegado aquí es importante. […] En Brasil vimos esta gran fuerza de los evangelistas que involucra a muchos proletarios. Me pregunto «¿cómo fue posible?» La respuesta siempre es la misma: «Es que la izquierda no ha sido capaz de ocuparse de las reivindicaciones de la gente».
Creo que este momento de derrota, que parece una derrota y es una derrota, no debe ser interpretado como una imposibilidad o inevitabilidad. No fue algo que no se podía evitar.
Es el momento de empezar a repensar cómo salir de esta parálisis, que no es una parálisis inevitable.
Los problemas reales
Diego Castro.: […] En los momentos donde los progresismos, la centroizquierda gobierna, hay como mucha falta de expectativa porque no se cumple con los deseos de la gente. Pero cuando la derecha vuelve al gobierno, se recoloca rápidamente y la esperanza está en una especie de calesita, de que uno sustituya al otro y así sucesivamente. ¿Cómo salimos de eso?
S.F.: […] Tantas necesidades, tantas reivindicaciones que a nivel popular desde hace años no han sido cumplidas. Hay un movimiento feminista dominante que ha luchado por la igualdad, que ha luchado por la política de los derechos, pero no ha luchado para cambiar de forma sustancial las condiciones materiales de vida de la gente.
«Yo creo que aquí hay una cuestión fundamental de entender: ¿cuáles son los grandes problemas que la mayoría de la gente enfrenta, de la gente que no maneja el capital, de la mayoría de los trabajadores? Son los problemas del territorio, de la vivienda, de los recursos para sustentarse, de la falta de tiempo, de los trabajos de explotación».
Aquí lo vemos muy bien. La gran crisis que todas las familias —y en primer lugar las mujeres— viven desde hace muchos años: la gran crisis del cuidado, de la reproducción cotidiana de la vida, del hecho que no hay seguridad por el futuro. […]
Yo creo que es esta la dificultad de los movimientos, de ocuparse realmente de las condiciones de vida materiales, de la cuestión del futuro, la cuestión de la seguridad. No seguridad como la entiende el capital, que es seguridad militar, de incrementar la policía. La seguridad en términos de garantizar acceso a los recursos necesarios para mantenernos, y también para salir del aislamiento, para salir de la crisis en la cual nos enfrentamos solos al sistema.
Debajo de todas estas victorias de la derecha, hay una gran rebelión contra un sistema que se dice democrático, contra un sistema que se dice que favorece los derechos humanos, pero que te pone en una situación terrible de precarización de la existencia, de precarización de la vida.
Construir alternativas contra la resignación
H.S: Alguna vez escuché decirte «el menos malo es el peor». Por lo general, optar por «el menos malo» ha significado en muchos escenarios procesos de desorganización política. ¿Qué opinas sobre eso?
S.F.: La cuestión no era optar por el “menos malo”, el problema era no haber creado una tercera alternativa. Últimamente me parece como una danza perversa. […] Como no han sido capaces de satisfacer las necesidades fundamentales de la gente, la gente los va a votar solamente porque hay un monstruo, porque hay un gran peligro, porque hay fascistas a la vuelta de la esquina
Entonces, me parece que esta alternativa no es una alternativa que podamos aceptar. Es una alternativa que sigue destruyendo energías que deben emplearse de forma diferente para crear alternativas, para crear movimientos que sean capaces de conectarse. […] Yo creo que aquí está el problema, la gente no se moviliza porque han perdido el sentir de que algo puede pasar desde el gobierno. Hay una parálisis porque no hay una alternativa.
Los movimientos de izquierda tienen mucha responsabilidad.
Por ejemplo, la izquierda nunca se ha preocupado de las condiciones perversas en las cuales viven millones de mujeres. Deben sustentarse con el trabajo mal pagado fuera de la casa, deben ocuparse del hogar, deben ocuparse de los enfermos, deben ocuparse de los mayores. […] ¿Por qué nunca hemos visto un movimiento de izquierda fuerte —y esto incluye a muchos movimientos feministas—, que haya hecho una verdadera campaña sobre la necesidad de ocuparse de toda la problemática de la reproducción, que es fundamental para la vida de muchísimas personas?
Hubo un gran proceso de desestructuración económica, política y también de la guerra, de la economía global —esto que se nombra como globalización o de neoliberalismo—. En este momento estamos viviendo su último desarrollo con la fascistización de la política, de la economía, de la cultura. Entonces, en este contexto es importante comprender ¿qué se ha hecho?, ¿cuál ha sido la respuesta?, ¿qué es lo que no se ha hecho?, ¿qué es lo que no se ha intentado?
D.C.: ¿Cuál es el punto inicial del cual podemos aprender de los procesos políticos?
S.F.: Yo creo que hay programas y cambios sociales para los cuales es necesario organizarse. Por ejemplo, esta cuestión de la guerra. ¿Cómo es posible lo que está pasando ahora en Palestina? Es una cosa increíble.
Debemos entender que todos hemos vivido un proceso de deshumanización. Hemos aceptado cada día, poco a poco, la barbarie de la vida cotidiana. Es una deshumanización cotidiana, te habitúas poco a poco a considerar a los otros como basura, como algo que no es de tu incumbencia, y que no puedes hacer nada. Es una lección continua de impotencia. Eso te habitúa, te prepara para aceptar que en Palestina se torture a la gente, se la mate, se hagan cosas de fin del horror.
También está el tema de que vivimos todo el día con el computador, con el móvil. La gente va por las calles con el móvil en las manos, es una subordinación a la tecnología. El móvil es una droga.
Internet y tecnología: «¿Cómo se puede hablar del uso y no de la producción?»
H.S.: Silvia, ¿tú crees que los móviles, pero también la saturación de información, de las noticias falsas, las redes sociales, también es un factor importante en los procesos de desmovilización, de captura de las movilizaciones de las organizaciones?
S.F.: Los móviles le han ganado 200 años al capitalismo. La gente no se pregunta cómo se producen: con la guerra, matando gente en el Congo. La izquierda ha celebrado el móvil, diciendo que con el móvil vamos miles [a manifestarnos]. Me acuerdo de la Primavera Árabe, todos con móvil, sí, pero ¿cuánto duró? Son luchas que han sido destruidas muy rápidamente. Duran un momento y después, silencio.
También los autónomos italianos, han dicho que Internet es una nueva forma de los comunes, los comunes digitales. Es una celebración como si fuera una conquista del proletariado: los comunes digitales que permiten el uso de computadoras y telefonía. Pero en realidad es una forma de aislarnos, de separarnos, de habituarnos a vivir sin los contactos materiales. Hemos aceptado ciegamente todo esto, porque la gente no se pregunta cómo se produce un computador, cómo se produce un teléfono. Es un desastre ecológico.
Se habla de la Primavera Árabe, etcétera, pero no se habla de cómo se producen los móviles, los computadores, cuáles son los ríos de sangre que cuesta esta tecnología. ¿Cómo se puede hablar del uso y no de la producción?
Hay tantas cosas que se deben mirar: ¿Cómo funciona este sistema capitalista internacional? ¿Qué le permite funcionar? ¿Cuáles son sus mecanismos centrales, sus mecanismos vitales? La división internacional del trabajo, la jerarquía, los racismos, los patriarcados ¿Qué significa en realidad la pauperización, los despojos?
El plan del capital es muy claro: coartar completamente el acceso a la tierra, a las aguas, a los árboles. Todo ello debe ser controlado por las grandes corporaciones, y todos nosotros en las ciudades. Por primera vez en la historia de la humanidad la mayoría de la población del mundo está en ciudades. Estamos perdiendo el contacto y el acceso a la tierra. Una vez que lo hayamos perdido completamente habrá una gran crisis.
Todo esto debe ser un tema de lucha fundamental: no perder, reclamar, reconquistar el acceso a la tierra, no dejar que se expropie, porque si no, se va a crear un mundo de refugiados, de gente que vive en tiendas. Pero si la vivienda es un lujo ahora, tenemos un proletariado que vive en tiendas, un proletario que debe emigrar de aquí para allá.
Yo creo que debemos comprender que no hay movimientos con una visión de cambio sistémico. El cambio sistémico, claro, no es un programa de un solo frente, pero deben estar conectados. Deben evidenciar cuáles son los mecanismos centrales que permiten al sistema reproducirse a pesar de la lucha, a pesar de todos los límites.
Escucha la conversación completa:
Si quieres leer más sobre Silvia Federici, te recomendamos la edición boliviana de su libro Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. Con prólogo de Silvia Rivera Cusicanqui y epílogo de Virginia Ayllón, puedes descargar este clásico contemporáneo aquí.