En las regiones andinas agosto es tiempo de celebración y agradecimiento. Es momento de alimentar a la Madre Tierra y dialogar con ella. Sobre esta ofrenda, sus transformaciones a lo largo de la historia y la importancia de escarbar en sus raíces, nos hablan en la siguiente columna.
Tupak Wayra Runa
Laqanpacha (tiempo de la boca), también se dice Wayrapacha (tiempo de los vientos), es el tiempo de alimentar a la Madre Tierra (Uraqi Tayka) y a la Pacha Tayka (Madre Creadora de todo el cosmos). Este es quizá el acontecimiento ritual más importante dentro del calendario Andino, una fiesta ancestral que es la ceremonia previa al tiempo de siembra en el Qollasuyu (tierra de la medicina).
Sabemos que después de este tiempo (agosto) y con el siguiente equinoccio (20 de septiembre) la energía de la tierra en el sur ingresa al tiempo de las lluvias, que marca el ingreso al tiempo femenino (Warmipacha) del ciclo de la vida (Pacha) que durará hasta el siguiente equinoccio de marzo. En este tiempo, los Andes poco a poco empezarán a reverdecer y la vida brotará por doquier.
Antes de iniciar cualquier tipo de trabajo en la tierra, cuentan lxs abuelxs que antiguamente la gente le dedicaba un ciclo lunar (Paxsi=luna/mes) a la Madre Tierra, para darle de comer. Dicen que en este tiempo no se hacía ningún tipo de trabajo, viaje, construcción de casas, matrimonios, o actividad importante, ya que la boca de la Madre Tierra se abre y cualquier actividad que el ser humano haga va directo a la boca de la tierra. Por otra parte, sabemos que las personas nacidas en este tiempo tienen una relación más fuerte con la Madre Tierra y la Pachamama que los nacidos en otros meses.
Hoy, este carácter sagrado de dar de comer a la Madre Tierra y Pachamama se trasladó a las ciudades, fruto de siglos de migraciones. El 31 de julio a media noche, millones de personas en las ciudades elevan fuegos en las puertas de sus casas, negocios, oficinas y calles para entregar un “pago” a la Tierra y a la Pachamama.
Como en los espacios urbanos ya no se vive de la siembra, la fuente de vida se traslada a centros comerciales, negocios, tiendas y casas (que cumplen la función de sembradíos), a las que se da de comer. Una hermosa fiesta pagana a la vista de todos, que nos muestra que nuestras raíces ancestrales aún siguen vigentes en medio de la modernidad, pese a guardar un significado poco o nada entendido, borrado por el paso de los siglos y la colonización.
Entonces, en medio de ofrendas y ch’allas, muchas veces surgen preguntas incómodas, como cuando lxs niñxs interpelann a sus padres/madres: ¿por qué hacemos esta ofrenda a la tierra? ¿no que somos católicos? A lo que los adultos, igualmente, sin haber recibido una respuesta de sus progenitores, responden: ¡es que así siempre es pues! ¡wa!
Antiguamente en este tiempo la gente peregrinaba hacia el Templo de la Pachamama en Qotaqawaña (iglesia de Copacabana desde 1550) viajando durante semanas en algunos casos, para llevar una ofrenda a este sitio que fue el más importante del sur del continente, pues albergaba al Templo de la Madre Creadora. Dicen que una persona debería hacer este peregrinaje en cuatro oportunidades por lo menos una vez en su vida.
Imaginemos miles de viajeros llegando en caravanas, familias íntegras viajando con sus llamas, tocando música, muchas veces cargando en andas a las Wak’as de sus Ayllus, que también iban en peregrinaje desde lugares muy lejanos, (en algunas crónicas se dice que Qotaqawaña era un lugar cosmopolita por su carácter aglutinador de “creencias” que tenían varios pueblos indígenas). El pueblo oliendo a qowa quemada (planta sagrada que se emplea en ofrendas), miles de personas resignificando su «fe» en nuestra madre y el templo lleno de flores, ofrendas y peregrinos. Estas memorias nos invitan a un día retornar caminando hasta aquel templo sagrado, cuna de la vida. Antiguamente sin duda era un gran acontecimiento, el mas grande e importante que iba mas allá de los Andes.
Durante la colonia, el templo de la Pachamama fue convertido en iglesia y su imagen encubierta por la Virgen de Copacabana. Desde esa época, la iglesia católica impuso el peregrinaje a esta iglesia como parte de una fiesta católica en Semana Santa, reemplazando así la antigua travesía que se hacía al templo en “agosto”.
Obviamente aquí falta mucha información, esta es apenas una pequeña historia de lo que fue la fiesta a la Madre Tierra y a la Pachamama. Pero, quizás pueda ayudarnos a vislumbrar esa pequeña luz que nos sirva para restituir nuestra humanidad e historia negadas y así restaurar nuestra misión (ahora muy necesaria) en el tiempo del Pachakuti, donde los hijos e hijas del Pacha estamos retornando.
Es importante dar de comer a la Madre Pacha y retomar nuestra convivencia con ella, esta no es meramente una fiesta cultural, como mencioné, trasciende el espacio Andino. Es muy importante hacer nuestra ofrenda y darle todo nuestro cariño, explicar a nuestros hijxs, amigxs, vecinxs y familias el sentido de este tiempo tan hermoso e importante.
¡Que la Madre Pacha reúna a sus hijxs y se expanda su conciencia en nuestras vidas!