Estrenada casi 20 años después de su realización, esta película de Raúl Ruiz aborda de manera audaz las amplias brechas sociales en un país históricamente marcado por esas distancias. ‘Palomita Blanca’ inaugura la generosa retrospectiva del cineasta chileno que Cineclubcito ha gestionado para Bolivia.
Mariana Ríos Urquidi
Debió tratarse sobre el gran romance entre una pareja de jóvenes chilenos de distintas clases sociales, ambientada en la realidad política y social de los años previos a la dictadura militar en el país vecino. Se esperaba fuera un éxito de taquilla, como lo había sido el libro homónimo del escritor Enrique Lafourcade, convertido en bestseller desde su publicación en 1971. Era una adaptación ambiciosa que contaba con 170 mil dólares para su realización, presupuesto mucho mayor al habitual para una cinta chilena de la época. El autor del libro eligió a Raúl Ruiz para dirigir la película y se dice que le dio completa libertad para que la trabajara. El casting movilizó a miles de jóvenes chilenas que querían convertirse en la ‘lolita’ protagonista. Sin embargo, Palomita Blanca (1973) estrenada recién casi dos décadas después de su filmación, a causa de la terrible represión militar e ideológica que vivió Chile durante esos años, rompió con cualquier expectativa previa. El director, en palabras del propio Lafourcade “hizo lo que quiso” con la historia.
Bajo tal panorama se nos presenta esta película chilena que será proyectada durante las siguientes semanas en distintas ciudades del país y que es parte de la retrospectiva 2019 organizada por el Cineclubcito. Un ciclo de homenaje a la larga y valiosa trayectoria cinematográfica de los directores chilenos Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento. Palomita Blanca dará inicio al Tomo I de la muestra, denominado “Yo soy chileno”.
https://www.facebook.com/cineclubcito/posts/2467450590179197?__xts__%5B0%5D=68.ARDP2heiya-TNXjyT6Wkn_Su0kIe9a0hNBw_amtXeWGzbiFt2ytkQOXX-RMWV0lwzZZPpNpXtppc8qgbOGZ0cCE_G1xBu7zRxK6DNEEE9c1VU9_DsUIsXIL2AWcWHcNgWBMd3AbE3_avKbU-uwhiZXyjvs3S4vJJEG9w-vEc42tWNkzgzH0KdipUTb-rPhucvnapa12IdKVkCU4qnq2qyyP2lpzQplF6lqMQXBNHRMICZMSlCJtKTF51HWe_NVSRaxVPQ2RUcIp6iapkN75tdovc2x8BrMb8XGpE3gnOXHZD3DiVjfzl3BHj2CEX1CpDPlY31cX5ZYdkQnSzPMy0ilgUAXFS&__tn__=-R
El filme romántico esperado por el público lector no encontró asidero en la adaptación dirigida por Ruiz. Más bien, el romance entre los jóvenes protagonistas, María y Juan Carlos, se planteó como una experiencia fragmentaria que sumaba en dramatismo telenovelesco a la formulación de una realidad social compleja que se vivía en esos años. Era la época hippie en Santiago y las pugnas partidarias entre los candidatos a la presidencia, Salvador Allende y Jorge Alessandri, marcaban discordia y establecían un ambiente violento en el que los jóvenes fueron los grandes protagonistas.
La voz en off de María, interpretada por una jovensísima Beatriz Lapido, nos sirve de guía a través de un filme más bien discordante, rápido y saturado de lugares santiaguinos, en el que seguimos el romance de estos jóvenes con cierta dificultad, pues su historia se deja ver solo a momentos, envuelta en las dificultades cotidianas con otros personajes que, aunque podríamos pensarlos como distracciones, en realidad construyen el ambiente social y sitúan nuestra atención en esa realidad chilena que se formulaba un futuro incierto, una idealización truncada luego por el golpe militar, pero eso no lo sabían entonces.
Esa idealización bastante ingenua es la misma con la que se construye el amor de María por Juan Carlos, y precisamente, nosotros espectadores sabemos de ese amor mucho más gracias a lo que nos cuenta la voz en off de la joven enamorada que por lo que nos deja ver el director.
Es un romance caracterizado por la diferencia de clases y una suerte de desprecio por parte de Juan Carlos hacia María, la colegiala enamorada del muchacho de clase alta que vierte en él, ilusiones infantiles del amor telenovelizado. No por nada María y su madrina miran juntas una telenovela durante repetidas veces en la película. Pero el romance de María se ve truncado, también, y termina a poco tiempo de haber comenzado, como la ilusión del futuro chileno que se vivía en esa época.
https://www.facebook.com/cineclubcito/photos/a.1818184991772430/2467936806797242/?type=3&__xts__%5B0%5D=68.ARBjvk4A4LjxlnzseoRtnWZ37rANvTXAb5emDejAGgzsvDJSeUSyQousAAOV3eG9n2HbkOb6xORhSMWaQ1gyfP71MRT8ugSrAfwvdzPHG-xFww3P3nCF2fbhJwrMPiVMsfrOEPWJp3WXHuMONbdoXqQrvhHoGiO5yIumN4cU7i5hR8PHEHqhvosv00mUPqSUbwRvzkAQhjG6La7hsPB58LRzSKslNNDhHf8FKZdqjKigvnAwwLwey5t6wDKeEO0TQ6OJRt3xhR1jPtxdFXaJ6U3nABvNWsMWDNCdmYSKs2Cb5T2DKhSf6T9BOzk5jxTuFI4J-RqtJrHblrMoQEqxIjVD3ZfQ&__tn__=-R
La música que ponen Los Jaivas a la cinta es un impulsor importante para el ritmo vertiginoso de la narración porque a través de sus melodías y letras se establecen los anhelos de toda una generación. En medio de estos movimientos vemos también aparecer a una diversidad de personajes que hablan mucho y muy rápido, como hablan los chilenos, y nos cuentan sus preocupaciones, sus dolores y sus deseos desde ese filtro modelador de la realidad que es el lenguaje con sus expresiones características de un lugar.
Visualmente la película logra unos planos hermosos por la incomodidad que producen, planos para nada tradicionales si de contar una historia de amor se trata. Un juego del director, supongo, para dibujar a estos personajes y dramatizarlos, a pesar de que pareciera, sin embargo, poco necesario agregar más drama a una realidad tan violenta y convulsa como la que se vivía en aquellos años. Esta decisión parece responder a una intención del autor por empujar la narración hasta convertirla en anécdota estereotipada, una crítica, quizás, a todos esos ideales tan marcados que enarbolan los personajes de esta historia.