¿Qué lugar tenían las mujeres en la producción filosófica, teológica y literaria durante la Colonia? ¿Sor Juana Inés de la Cruz era un caso excepcional? Jorge Cañizares-Esguerra, invitado del Seminario de Culturas Visuales del MNA, piensa que no y nos lo explica en esta entrevista.
En el marco del Seminario de Culturas Visuales 2020: Dios y la Máquina. Hacia la descolonización de las miradas del Museo Nacional de Arte, el investigador y especialista en historia colonial en América Latina Jorge Cañizares-Esguerra ofreció ayer una conferencia magistral enfocada a las mujeres en la Colonia, que develó algunas claves sobre el importante rol de las mujeres en la generación de conocimientos filosóficos y teológicos en la sociedad colonial, descartando mitos y simplificaciones de un período complejo.
A continuación, compartimos una entrevista de Luciana Molina, coordinadora del Seminario de Culturas Visuales del MNA, al académico ecuatoriano.
-¿Cuál es el tema de la ponencia que presentarás en el Seminario de Culturas Visuales?
-Es el rol de las mujeres y de la gente humilde como instrumentos o medios para transmitir conocimiento profundo, teórico, filosófico o teológico a la Iglesia y sus teólogos. Ambos, en general fueron vehículos usados por Dios para transmitir conocimiento durante la colonia española. Esta es una forma de ver el conocimiento en esta época que contradice las visiones que tenemos del período colonial como una ciudad letrada controlada por élites, por autoridades eclesiásticas, universitarias y jurídicas masculinas que tienen control sobre el conocimiento.
En la literatura sobre el período colonial hay una idea de mujeres excepcionales -una de ellas Sor Juana Inés de la Cruz-, que contradicen este mundo letrado masculino y que por eso son asediadas y atacadas. Existe esa idea como un período en el que la autoridad intelectual está en manos de hombres misóginos que buscan silenciar a las mujeres en general y a las mujeres brillantes, en particular.
Mi charla demuestra que esta es una percepción algo errada de cómo se entiende la generación del conocimiento en este tiempo y sobre quién puede y quién no puede ser letrado. Hay una tradición de mujeres letradas, en la que Sor Juana no fue la única, hay muchas otras.
No quiero que se me malentienda: existió patriarcado, pero no en los términos de modernidad liberal que usa el feminismo para juzgarlo.
El problema de Sor Juana, por ejemplo, no fue que la excluyan del trabajo filosófico. Sor Juana comienza su carrera con poesía amatoria cortesana. Es la de “Hombres necios que acusáis”, un poema que critica al predador cortesano que quiere a sus mujeres fáciles, pero que las deprecia por ser fáciles. Sus confesores miran su poesía cortesana como un desperdicio de su habilidad teológica y filosófica “innata.” Constantemente la critican por desperdiciar su “talento natural”. El problema de sus confesores y sus promotores póstumos en el siglo XVIII es que consideran a Sor Juana como mujer, es decir filósofa de talentos de “ciencia infusa”.
Sor Juana insiste que su talento es el resultado de trabajo acucioso diario, perspiración, no inspiración. La categoría patriarcal no es la de exclusión del trabajo teológico. La categoría es la de “ciencia infusa”. No son la misma cosa y el feminismo moderno tiene problemas de entender lógicas de opresión epistemológica que no caben dentro de la categoría de modernidad. Para mi es una forma de colonialidad epistemológica.
-¿Qué otros aspectos del rol de la mujer en esta época observó?
-Una de las cosas que llama la atención del periodo colonial es la autoridad de las mujeres en relación con la economía política de las almas. Uno puede decir que las mujeres están manejadas por autoridades masculinas eclesiásticas o seculares, virreyes, oidores, regidores… Por otra parte, el mundo de la economía política de las almas es un mundo fundamentalmente femenino donde son las mujeres quienes tienen acceso a las cortes celestiales y al purgatorio.
Cuando una persona muere su alma puede ir al infierno o al purgatorio, muy pocas a la corte celestial. Entonces tú podías ganar al cielo a través de misas por lo que la gente que moría dejaba fortunas a cofradías u órdenes religiosas para que hagan misas dadas por curas hombres por ellos y pasen al cielo. Esa es una forma que te puede tomar años y te puede costar una fortuna.
Sin embargo, había una forma muchísimo más rápida de acortar esta trayectoria y era cuando una mujer beata o en claustro se comunicaba con las cortes celestiales para elevar las almas del purgatorio al cielo. En una tarde, una mujer beata podía tener una visión de la corte celestial y sacar a una o dos almas del purgatorio hacia el cielo.
Entonces son las mujeres, no los hombres, quienes tenían directa comunicación con las cortes celestiales. Y ese acto de comunicación es lo que las hace a ellas particularmente interesantes en términos de la comunicación que traen cuando descienden de sus transes a sus visiones. La función del confesor en esta relación es muy íntima, es discernir espíritus.
Por eso entre beatas y mujeres de claustro se cultiva la escritura. En estos espacios la escritura no es algo masculino, es algo femenino, es algo que se cultiva precisamente por esta necesidad de discernir y las mujeres escriben sus visiones en estas confesiones en estas visiones que el confesor determina qué tipo de escritura lleva esta visión. Entonces viene el discernimiento y la ciencia.
Lo llamativo de todo este proceso es que las mujeres llegan a controlar no solo la oralidad y la comunicación con estas jerarquías celestiales, sino que también son capaces de escribirlas. Las mujeres beatas y de claustro llegan a controlar la escritura y crean redes de comunicación que les permiten financiar y establecer conventos y beaterios a partir de la estabilidad de comunicarse a través de cartas con diferentes individuos.
El ejercicio del beaterio y del claustro es el cultivo de la escritura no solo para transformar la oralidad en confesiones que después van a ser interpretadas por confesores, sino también convertir la escritura en una herramienta de creación y comunicación de redes de apoyo y de aliados para el financiamiento y para bloquear potenciales enemigos de las monjas y las beatas de claustro.
“Una de las cosas que llama la atención del periodo colonial es la autoridad de las mujeres en relación con la economía política de las almas”.
-¿Porque has elegido este tema de estudio?
-Hemos simplificado la colonialidad como una sociedad de buenos y malos, una sociedad hecha de colonizadores y colonizados. Es una visión algo maniquea cuando en realidad es una sociedad creada desde abajo donde participa muchísima gente. En ese sentido no es muy diferente a hoy donde hay una participación vasta en la creación de una sociedad y sus reglas que es muchísimo más compleja.
Me interesa recuperar esa complejidad, dejar de simplificar la colonialidad, porque esa simplificación nos ha llevado a simplificar nuestro pasado, reducirlo a estereotipos y simplificaciones que son formas de recordar que nos roban un pasado muchísimo más rico, extraño e interesante del que nos hemos permitido recordar. A mí me parece que esa es una forma de restarnos autoestima y memoria, de robarnos un pasado que fue muchísimo más interesante y rico de lo que nos hemos permitido pensar.
El reducir, por ejemplo, la participación de mujeres con autoridad teológica o filosófica a casos excepcionales, a una curiosidad, es un problema porque simplifica las estructuras de conocimiento de una sociedad que no es la que conocemos hoy. El proyectar al pasado nuestro presente, nuestras visiones del conocimiento, nuestras formas de entenderlo y quien tiene autoridad filosófica es una forma de anacronismo.
«Me interesa rescatar lo extraño del pasado porque nos desestabiliza, nos hace más humildes, nos hace entender que hay formas diferentes de ver las cosas, de organizar la sociedad».
La Colonia, es una sociedad que es muy diferente en sus formas de entender las fuentes de autoridad y donde reside el conocimiento que no es necesariamente en los hombres sino en la divinidad que decide qué gente humilde habla por ella y esa gente llega a acumular una autoridad que de otra forma no tendría.
Entonces es muy curioso entender esas formas de ver la génesis del conocimiento esas formas de sensibilidad epistemológica que no son las que nosotros tenemos ahora. Pensar que un individuo sin ningún entrenamiento universitario pueda llegar a ser concebido como una autoridad de hermenéutica, de interpretación de tratados bíblicos como un cosmógrafo, como un filósofo, es muy extraño.
Me interesa rescatar lo extraño del pasado porque nos desestabiliza, nos hace más humildes, nos hace entender que hay formas diferentes de ver las cosas, de organizar la sociedad. Ese es un uso importante del pasado porque nos ensaña a entender que las sociedades cambian, que los valores nuestros no son los valores de todos y de siempre, sino que son contingentes, son creados socialmente.
La mujer como mediadora en las cortes celestiales es importante, porque es la figura más importante de la política celestial. Ella es la “procuradora”, es decir, la que mueve peticiones a lo largo y ancho de las burocracias celestiales. La burocracia celestial es la proyección de la burocracia secular de consejos, cedulas, ordenanzas, y peticiones.
La virgen Maria, una mujer, es la “valida” de la corte celestial. Ella es la que media como procuradora entre las peticiones de los seres humanos y la Trinidad. Como procuradora-abogada-magistrada-de-consejo, ella es la que hace el trabajo de transformar pedidos en decretos.
Es un reflejo de la naturaleza participativa y “democrática” del trabajo político de las cortes celestiales a las laicas, y viceversa. Las monjas son pequeñas “validas” que actúan constantemente como procuradoras en los consejos de Indias y Castilla que residen ente ángeles y arcángeles y santos. La estructura de trabajo político es la misma.