¿Ya probaste el jugo de asaí? ¿Aún no? Pues, además de perderte un «súperalimento», también estás desperdiciando la oportunidad de ayudar a pequeños productores a frenar la ampliación de la frontera agrícola con emprendimientos económicamente viables.
Andrea Monasterios
Es cremoso, como un helado, pero no es un helado. Sabe a una especie de chocolate, pero tampoco lo es. Es pulposo, como las moras, tiene más o menos ese color. Parece una mezcla de sabores conocidos, sin embargo, despiertan sensaciones desconocidas, agradables, refrescantes. Cuando se acaba, generalmente, quieres más. Así es el asaí, una fruta propia del Amazonas que tiene sus variedades entre los diferentes países que abarcan este territorio y que podría ser, en todo sentido, una excelente salida económica para Bolivia. ¡Transgénicos, ¿quién los necesita?!
Los productores son los cuidadores del bosque
Tradicionalmente, la pulpa del asaí se consumió en las áreas rurales del Amazonas y desde siempre, cuenta don Misael Campos Fernández, un productor de la comunidad Trinchera, en el municipio de Porvenir en Pando. Recuerda que antes del 2012, en Santa Rosa del Abuná, localidad fronteriza con Brasil, la vendían como materia prima a 1,50 bolivianos el kilo, a la localidad de Plácido de Castro. “Lo compran los brasileños que son unos colosos y allá lo industrializan y le dan ganancia al producto”, explica.
Recién en 2016 se abre camino y más asociaciones, en otros lugares, empiezan a transformar la materia prima en pulpa y jugo para la venta. Ahí llega el boom en Bolivia.
Ahora la gente tiene acceso a este superalimento, que es un excelente energizante, mejora el metabolismo, estimula la pérdida de peso, mejora las funciones cognitivas, evita problemas cardiovasculares, es rico en vitaminas, grasas saturados, fibras, omega 6 y 9, y antocianina (un antioxidante que neutralizan a los radicales libres que atacan a nuestro sistema inmunológico y nos envejecen).
La variedad nacional tiene mayor cantidad de antioxidantes, como afirman los reportes públicos “La cadena productiva del Asaí en la Amazonía boliviana” y “El Asaí, construyendo un complejo productivo de una Superfruta amazónica”, realizados por el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA).
Este tipo de alimentos podrían ser parte de programas de recuperación de nuestro patrimonio alimentario, que podría ayudar a mejorar nuestra salud, dañada por la mala oferta alimentaria que tenemos en Bolivia.
Ausencia de políticas públicas
En Beni, por ejemplo, el índice de sobrepeso y obesidad que hay es de 63.4%, (INE, 2016) siendo que es una de las zonas productoras de la superfruta. Todavía no se ha explotado todo el potencial del asai. Esto tal vez se debe a que la mayoría de los productos que se venden en los mercados son ultra procesados, con alto contenido en grasas y azúcares, e insumos transgénicos que son controlados por el agronecio.
“Si los Estados tienen más interés en los negocios empresariales y no fomentan la actividad económica de los campesinos, la balanza económica se desequilibra” problematiza Julio Canedo, Coordinador Técnico del Movimiento de Integración Gastronómico Alimentario Boliviano (MIGA).
Canedo explica que existen desventajas frente a los mayoristas, las cadenas de supermercados les cierran el mercado, no tienen caminos y, muchas veces, no tienen servicios básicos como electricidad. Esto produce un desmejoramiento en la calidad de vida del productor. Hay que cuidar ese círculo para tener buena producción.
La alimentación no se mejora con una propaganda de “coma más frutas”, sino cambiando nuestro sistema alimentario.
Si los que producen la materia prima para los ultraprocesados que no tienen problema en producir agrotóxicos son quienes están a cargo de los supermercados, nos enfrentamos a que cada vez nuestro medioambiente sea destruido para expandir la frontera agrícola, criando ganado y plantando soya, y que los pequeños productores, como los del asaí, pierdan no solo su alimento, sino todo su estilo de vida.
“Deberíamos entender que la naturaleza no está amenazada porque un día un campesino mató a un monito. La principal amenaza es el modelo del agronegocio, que tiene impactos negativos a nivel salud, económico y ambiental”, acota Vincent Vos, un biólogo e investigador de 45 años que vive en Riberalta y es parte de la Asamblea en Defensa de los Bosques de Bolivia y del Comité en Defensa de la Vida en la Cuenca del Río Madera.
“Los incendios de 2019 fueron resultado de este modelo”, afirma Vos y explica que las decisiones que se están tomando son para subvencionar los modelos productivos destructivos, en vez de apoyar alternativas sostenibles.
La Fundación Tierra expuso que el Gobierno de Jeanine Añez usa 600 millones de dólares para pagar las deudas que tiene el sector del agronegocio: básicamente, un préstamo del Estado, a nombre de «fondo de emergencia», con una tasa del 4% de interés anual.
Una mejor calidad de vida
“No es simplemente otra alternativa económica para la región, puede llegar a generar mucho más que la castaña, que es el quinto producto más importante a nivel nacional”, comenta Vos sobre el asaí. Los beneficios son amplios, también a nivel de gestión de bosques.
“Cuando compran un kilo de asaí, están comprando conservación del bosque”, dice don Misael y agrega que “no necesitamos deforestar para ganado o soya, podemos vivir tranquilamente de la recolección de nuestros frutos amazónicos”.
La falta de atención que existe por parte del Estado tiene como consecuencia que se promueva la deforestación a favor de la expansión de la frontera agrícola, incluso si eso significa talar las palmeras del asaí, que crecen naturalmente en esas zonas.

En Trinchera, la actividad económica se dedica un 29% a la castaña, el 23% a la agricultura, el 8% a la pesca, el 15% al asaí, el 7% al fútbol, y un 15% a otras actividades, según un estudio de CIPCA.
Don Misael participa económicamente en la castaña, agricultura y asaí. Va rotando los meses de actividad, aunque si hubiese las condiciones, se dedicaría íntegramente al asaí.
¿Se acuerdan que no se estaba usando todo su potencial?
Trinchera, fácilmente, podría procesar 600 kilos de asaí al día, pero solo aprovechan un 40% de este potencial. Actualmente, en un año se producen solo 2300 kilos de pulpa y 9800 litros de leche, el 40% de lo que podrían alcanzar.
La cosecha genera 240 kilos al día y no es fácil distribuirla. Como no tienen capital, los bancos no les dan financiamiento, menos si no tienen ningún tipo de respaldo. Conseguir el registro sanitario es una complicación: como no existe normativa en Bolivia, se copian las que hay en Colombia o Brasil y el Senasag tampoco sabe qué hacer. Y la lista continúa.
Sus caminos son muy precarios, la energía es cara y escasa. El transporte, en distancias de por lo menos 150 kilómetros para llegar a otras poblaciones, no es barato. Se suma que la idiosincrasia amazónica no es muy afín a las asociaciones, por problemas previos. Pero, en menos de cinco años, aunque con trabas de por medio, lograron avanzar. “Mal que mal el Gobierno y las ONG nos ayudaron. Ahora tenemos seis organizaciones que cosechan, lo convierten en pulpa y lo comercializan”, concluye don Misael.
Son trepadores, utilizan unos accesorios para poder poder subir, en el camino se pueden encontrar con colmenas de abejas, tarántulas, víbora, aves. Por eso hay quienes las talan. Por no conseguir los registros necesarios tampoco pueden llevar su producto a otros lados del país. Los productores quisieran que haya una mejor paga por todo lo que vale el trabajo. Actualmente el kilo se comercializa entre los 15 y 20 bolivianos. El jugo, que dura pocos días, cuesta unos 8 o 10 bolivianos.
Al servicio de los pulmones del planeta.
La idea es normalizar el asaí en la dieta de lxs bolivianxs. Podría estar en el desayuno escolar o el subsidio materno, quieren que sea parte de la política “saber alimentarse”, ya que el comité nacional de alimentación y nutrición los respalda.
Más allá de estas virtudes, la actividad cumple un rol social en las comunidades, enciende la agricultura familiar y, como no es una especie foránea, no hay necesidad de plantarlas. Esto abre oportunidades para la gestión de manejo de bosques.
De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), existen mecanismos para que la actividad asaicera entre en el Plan Gestión Integral de Bosques y Tierra (PGIBT), que busca, mediante la participación de la comunidad, un reglamento interno para ser aprobado por la Autoridad de Bosques y Tierra. Dentro de la normativa boliviana existen varios mecanismos para mejorar y formalizar el manejo del bosque de manera sostenible.
Necesitamos cambiar el enfoque de nuestro desarrollo por uno acorde a la vocación forestal de la gente que vive ahí. Tenemos que cuidar que nuestros bosques no se degraden, que no los explote la industria de los recursos forestales, que no le metan especies raras y que no la quemen.
Las ventajas económicas benefician sobre todo a los lugareños. Con la soya, más del 90% está manejado por transnacionales que no solo no dejan réditos económicos en la zona donde siembran, sino que dejan enfermedad, muerte y pobreza.
“Está identificado dentro de los tres pilares del plan económico social del Gobierno nacional, incluso tienen una asignación presupuestaria mucho mayor que la coca o el cuero”, dice Vos. Existen varias investigaciones que demuestran todos los beneficios expuestos. No obstante, quieren imponer reglamentos que no cumplen con los 17 indicadores de los objetivos de desarrollo sostenible.
“Queremos que las investigaciones científicas sirvan para entender mejor lo que pasa en el país y que podamos seguir difundiendo información a través de las redes sociales, porque los medios prefieren a una autoridad antes que a un científico”, insiste el biólogo, con el deseo de que la presión sea suficiente para que las políticas que se proyectan sean coherentes con los futuros escenarios que nos tocará vivir en el país.
“Nosotros, desde MIGA, proponemos y tratamos de promover la revalorización del patrimonio alimentario vinculado al consumo local de familias productoras”, reflexiona Canedo; y es que las grandes industrias desplazan a este grupo.
“Mejorar la calidad de la vida mediante una buena alimentación fomenta al consumo de lo orgánico, lo no procesado, de huertos urbanos o apoyando a familias productoras”, agrega, aclarando que existe mucho más sobre qué hablar al respecto.
“Tenemos que darnos cuenta que hay decisiones políticas, para beneficiar a personas que probablemente hayan financiado su campaña. Actúan como vendepatrias”, sentencia Vos sobre algunas acciones que vienen desde el Estado.
Tenemos grandes posibilidades para ayudar al país a poder respirar de otra manera, en armonía y a favor de nosotros mismos. A todo esto, ¿ya probaron su jugo de asaí?