Andrea Melo
Hoy 27 de septiembre murió Luis Ospina. Nosotros no quisimos creerlo. Esperamos la confirmación; incluso dudamos en comenzar a escribir esta nota por la simple superstición de que tal vez, si frenábamos al impulso primario como medio de comunicación, sería falsa alarma. Leeríamos: no, hoy no fue y suspiraríamos de alivio, pero no. Igual, él no hubiera tolerado una tercera parte.
Ospina también hizo crónica cinematográfica en revistas como Ojo al cine, El Malpensante, Cinemateca, Kinetoscopioy Número. En 2007 publicó Palabras al viento. ‘Mis sobras completas, una antología de sus escritos cinematográficos’.
Su trabajo ha sido premiado en los festivales internacionales de Oberhausen, Biarritz, La Habana, Sitges, Bilbao, Lille, Miami, Lima, Caracas y Toulouse. Retrospectivas de su obra se han realizado en la Filmoteca de Cataluña, la Cineteca de México, La Cinemateca de Venezuela y el Centro Colombo-Americano de Medellín. Algunos trabajos suyos han sido exhibidos en la Tate Gallery, Solomon R. Guggenheim Museum, el Museo Reina Sofía, el Centro Georges Pompidou, el Jeu de Paume, el San Francisco Museum of Modern Art, Dokumenta Kassel y la BAK Gallery.
El estupor que produce la noticia nos ha quitado el acelere del día para recordarlo con una salsa o un fragmento de alguna de sus películas en Youtube. Hoy las escuelas de cine, las universidades, los académicos y los desocupados agradecemos por dentro el paso de Ospina en esta tierra.
“Este remake de ‘Todo comenzó por el fin’ que estoy viviendo no se lo recomiendo a nadie. Nunca segundas partes fueron mejores”, dijo hace ocho días exactamente en una publicación de Facebook. Y justo dentro de dos días, es decir el 29 de septiembre, se cumplirían 68 años del nacimiento de Andrés Caicedo. Dos días.
A veces los números y las fechas dan la tonta impresión de que hay un sedazo mágico del tiempo que hace que todo coincida y ellos (Luis Ospina, Carlos Mayolo y Andrés Caicedo) deben estarse riendo, con un buen trago en la mano, de solo vernos contando con los dedos las horas de desencuentros y encuentros de estos tres genios que transformaron el cine, el teatro y la literatura colombiana para siempre.
Ospina formó parte del Grupo de Cali junto a Carlos Mayolo, Andrés Caicedo, Ramiro Arbeláez y otros artistas caleños, quienes en la década de 1970 fundaron el Cine Club de Cali y la revista Ojo al cine.
Dirigió dos largometrajes de ficción, ‘Pura sangre’ (1982) y ‘Soplo de vida’ (1999), y realizó nueve largometrajes documentales, así como una veintena de cortometrajes documentales y argumentales como ‘Agarrando pueblo’ (1977), codirigido con Carlos Mayolo como crítica a la llamada pornomiseria en el cine; ‘Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos’ (1986), sobre la vida (y muerte) del escritor caleño Andrés Caicedo; ‘Ojo y vista: peligra la vida del artista’ (1988), una secuela de ‘Agarrando pueblo’, ‘La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo’ (2003), sobre la vida y obra de este controvertido escritor colombiano y ‘Un tigre de papel’ (2007), sobre Pedro Manrique Figueroa, precursor del collage en Colombia. Su más reciente película es ‘Todo comenzó por el fin’ (2015), cuyo estreno mundial fue el Toronto International Film Festival TIFF.