«La gente piensa que la emergencia por los incendios se termina con las lluvias. Pocos piensan en aquello que las comunidades han perdido y en cómo esto les afecta», explica Arturo Revollo, coordinador de la organización Apoyo al Campesino-Indígena del Oriente Boliviano (APCOB).
Ahora mismo, las personas están peleando con los animales por el alimento. Porque ellos –los animales– también se han visto afectados. Ya no cuentan con lo que el bosque solía proveerles. Entonces, ingresan a los chacos de los comunarios y atacan las papayas, los plátanos, el maíz, entre otros, en busca del alimento que ya no tienen.
“Si un incendio vuelve a llegar a nuestra comunidad, ya no sé qué haríamos. Ya no tenemos los recursos para soportar una situación de esa magnitud”
Polonia Supepi
Según el Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (CEJIS), entre los territorios indígenas con mayor registro de cicatrices de incendios de la región se encuentra Monte Verde. Donde las hectáreas quemadas alcanzan una superficie de 807,243 hectáreas, alrededor del 85% de la extensión total de ese territorio.
Arturo cuenta que, durante la época de los incendios, la ayuda que llega desde las ciudades, instituciones y fundaciones es buena y ayuda a las familias afectadas.
Pero el verdadero problema se produce después de los incendios: las comunidades “quedan expuestas a una alta vulnerabilidad porque lo pierden todo. Pierden sus sistemas de vida y sus sistemas de producción”.
Octubre 2024, Comunidad indígena Río Blanco
Río Blanco es una comunidad indígena ubicada dentro de la TCO Monte Verde. Algunas de sus comunarias son parte de la asociación de mujeres emprendedoras pioneras en el aprovechamiento de Productos Forestales No Maderables (PFNM).
En esta asociación promueven el aprovechamiento del aceite de los árboles de cusi y copaibo para elaborar distintos artículos: champús, cremas de enjuague, jabones, líquidos, entre otros. Siempre mediante prácticas ancestrales, sustentables y respetuosas con el medio ambiente.
El informe de APCOB sobre los incendios de 2024 explica que este trabajo es una fuente clave para los ingresos económicos de las mujeres en esta región.
En octubre del 2024, cuando los incendios ya habían consumido el 85.2 % del territorio de la TCO Monte Verde , Juana Macoñó –integrante de la asociación– ya mesuraba el impacto del fuego en su economía.
“Nos está afectando. Prácticamente se están quemando nuestros copaibos y ya no tenemos de dónde sacar (aceite). Gracias al copaibo es que mantenemos a nuestras familias, igual del cusi, que tanto cuidamos”, contaba Juana mientras sujetaba una crema hecha a base de copaibo en sus manos, “esto nos afecta porque va a tardar años que los árboles vuelvan a producir, no sé cuántos, para que nosotros podamos trabajar”.
La noche del 8 de octubre del 2024 se cumplían dos meses y diecisiete días de trabajo bomberil en la comunidad.
Sin embargo, el fuego ya había consumido gran parte del bosque y continuaba amenazando al poblado.
“Hemos logrado apagar dos de los cuatro incendios que nos rodeaban”, contaba Ignacia Supepi –cacique de Río Blanco– con las botas y el casco todavía puestos, “ahora están los otros dos que hemos intentado detener con la brecha, pero el fuego nos ha rebasado a causa de los vientos”.
Esa noche evacuaron a 10 niños de la comunidad junto a sus madres.
Incendios en Río Blanco desde el 2019
El 2024 no fue la primera vez que un incendio forestal llegó a Río Blanco.
Roxana Supepi recuerda cómo era el bosque antes de la llegada de los incendios en el año 2019.
“Si bien antes teníamos sequías de dos o tres meses, ahora son más de seis meses de sequía. Se veían árboles inmensos que daban bastante sombra y había frutas para los animales”, cuenta, con un tono de voz nostálgico y preocupado.
“Tú podías caminar por el bosque”, cuenta Polonia Supepi, “pero después del 2019, que se quemó gran parte del bosque alto, todo se llenó de maleza y de lianas. Y ahora, con los incendios del año pasado, ya no puedes poner ni un pie, es imposible.”
Roxana y Polonia, pertenecientes a la asociación de emprendedoras, concuerdan en que en el 2024 se quemaron las áreas de aprovechamiento de cusi y copaibo que se salvaron en el 2019.
El cusi y el copaibo
Según el informe de Evaluación de daños en el bosque a causa de los incendios, presentado por APCOB, se estima una pérdida económica aproximada de 1.1 millones de dólares al año por el daño ambiental provocado y la pérdida productiva de madera comercial, aceite de cusi y aceite de copaibo en las 176 mil hectáreas quemadas del área productiva maderable y PFNM de Monte Verde.
El mismo informe indica que la recuperación de los árboles de cusi y de copaibo se puede extender fácilmente a 10 años. Mientras tanto, no son productivos.
Las palmeras de cusi fueron las más afectadas, solo el 6.45% se salvó. Los árboles de copaibo con un diámetro mayor a 10 centímetros, solo el 36.36% está sano. Aquellos que tienen un diámetro mayor a 40 centímetros tuvieron una mayor posibilidad de sobrevivir: el 66.67%.
Impotencia ante los incendios
Polonia Supepi, que también es bombera voluntaria de su comunidad, dice que cuando hay estos desastres “es mucha la impotencia que se siente”, porque no solo se pierde el bosque y los “animalitos”, se pierde todo el trabajo, el esfuerzo, el tiempo invertido y el tiempo que se tendría que trabajar mientras apagan los incendios.
A esto se suma la impotencia de que no se sancione a los que provocan los incendios.
“Si un incendio vuelve a llegar a nuestra comunidad, ya no sé qué haríamos. Ya no tenemos los recursos para soportar una situación de esa magnitud”, finaliza.
Roxana también explicó que para este año la comunidad y los bomberos están buscando financiamientos para poner anillos de seguridad alrededor del bosque de donde obtienen su materia prima. “Para que se regenere de manera natural, sin que hayan nuevos incendios y sin que nadie toque ni intervenga”. Ya que esta sería la única forma en que se regenera el ecosistema.
Los anillos de seguridad perimetral consisten en un área limpia de vegetación alrededor de una zona determinada para evitar que el fuego ingrese y se propague.
Las pérdidas económicas
El coordinador de APCOB cuenta que en otras comunidades de la TCO Monte Verde se han producido pérdidas de similar magnitud. Por ejemplo, en Santa Mónica y Palestina, donde también se dedican al aprovechamiento del cusi y copaibo. También en Makanaté, que perdió el 60% de sus plantaciones de café orgánico, mismas que tardarán “al menos tres años” en volver a producir.
La comunidad de Palmarito, por su parte, tenía “serios proyectos de turismo” que ya no son viables porque se incendiaron los lugares donde se pensaba construir cabañas de descanso para el turista.
Estas pérdidas millonarias que sufren las comunidades indígenas se extienden, además, a otras TCO del departamento de Santa Cruz como Bajo Paraguá. En esta región el fuego también alcanzó el plan de manejo de Asaí de la comunidad Porvenir, que brinda el sustento económico a 150 familias.
La llegada del fuego a territorio indígena es mucho más que la pérdida de flora y fauna –que es lo que más sienten los comunarios–, es la pérdida de años de dedicación y esfuerzo en conservar el bosque. Aunque no se pierde la esperanza, la posibilidad de prosperar económicamente se ve más lejana.