Las luchas vienen desde distintas trincheras. Buscan cualquier espacio posible, forma y ángulo para resistir y combatir la desidia, las injusticias, la apatía. Pero todo sitio, estrategia, ciclo, tiene una razón de ser precisa, casi cronometrada. Entonces llegan tiempos serpenteantes donde el cambio de piel es inminente, necesario, urgente. No, no se bajan los brazos. No se abandona la resistencia, se reinventa.
Destruir es también volver a crear, en terreno fresco, con más fuerza, desde un flanco que permita una incisión más precisa y letal contra el sistema.
¡Salud por siempre, Almatroste! ¡Bienvenidas sean las nuevas irreverencias!