En las madrugadas del sábado y el domingo se podrán ver alrededor de 70 estrellas fugaces por minuto. ¿Esas imágenes de una gran fuerza literaria pierden consistencia con la cantidad de información científica que tenemos sobre ellas?
Daniel Mediavilla
Cuentan que el poeta británico John Keats —quizá no demasiado en serio— acusaba a Isaac Newton de haber destruido la poesía del arcoiris “al reducirlo a los colores prismáticos”. La ciencia, al explicarlo, había echado a perder la belleza de aquel fenómeno misterioso que iluminaba el cielo después de una tormenta. Este fin de semana, en las noches del sábado 11 y el domingo 12, se podrá disfrutar de uno de estos espectáculos que ofrece la naturaleza y discutir si el conocimiento sobre su origen aumenta o disminuye el placer de su observación.
La lluvia de estrellas de las Perseidas provocará en esos dos días de máxima intensidad entre 60 y 70 fogonazos por minuto, poco si se compara con los máximos de 200 que ha llegado a alcanzar, pero con un brillo que se percibirá vivo al estar la luna en fase nueva. Las Perseidas, bautizadas así porque parecen proceder del lugar que ocupa la constelación de Perseo en el firmamento, ya aparecen registradas en los anales chinos de hace 2.000 años. Durante la Edad Media, en Europa, se las empezó a conocer como las lágrimas de San Lorenzo, un diácono que, según la leyenda, fue asado vivo en una parrilla en el siglo III y al que se celebra el 10 de agosto.
Durante siglos, se ofrecieron todo tipo de explicaciones mitológicas para las lluvias de estrellas. Una de las más famosas es la que hace referencia al truco de Zeus para procrear con la ninfa Dánae. Para acceder a la torre en la que permanecía encerrada, el principal dios del Olimpo se transformó en lluvia dorada —como las estrellas fugaces— y se coló para dejarla embarazada. El fruto de esa relación fue Perseo.
La causa de la precipitación luminosa veraniega está en la cola del cometa Swift-Tuttle. Cada vez que su trayectoria le lleva demasiado cerca del Sol, ese objeto, que con 27 kilómetros de diámetro es el mayor de los que pasan regularmente por las inmediaciones de nuestro planeta, siembra parte de su órbita de residuos desprendidos por las altas temperaturas. Después, cuando la Tierra transita esa zona, todos los años alrededor del día de San Lorenzo, aquellas partículas suspendidas se ponen incandescentes por la fricción al entrar en la atmósfera a más de 200.000 kilómetros por hora y producen estrellas fugaces.
Con más o menos conocimiento sobre lo que las generaba, las Perseidas han tenido interés para los artistas de todas las épocas.
Consejos para disfrutarlas
1. Buscar un lugar tan oscuro como sea posible, lejos de la luz de centros urbanos.
2. No es necesario mirar hacia la constelación de Perseo, en el noreste. Cuanto más cielo tengas a la vista, más posibilidades tendrás de ver estrellas fugaces.
3. El mejor momento para observar los meteoros es en mitad de la noche, en torno a las dos o las tres de la madrugada, cuando la parte de la Tierra en la que nos encontramos está atravesando frontalmente la nube de polvo dejada por el cometa.
4. No es necesario ningún tipo de equipación. Relájate, mira hacia el cielo y disfruta.
5. Si te pierdes esta lluvia de estrellas, hay muchas otras a lo largo del año. A mediados de noviembre se pueden ver las Leónidas, que este año producirán unos 15 meteoros por hora. A mediados de diciembre llegan las Gemínidas, provocadas por el asteroide (3200) Faetón. Con unas 120 estrellas por hora, será la lluvia más abundante del año. Ya en enero de 2019 se podrán ver las Cuadrántidas, una lluvia que también será abundante, con más de 100 meteoros por hora, pero que se verá empañada por la luna casi llena que coincidirá con el fenómeno.