Con testimonios desde Kenko, Ventilla y Villa Dolores, Noemí nos comparte una breve historia del movimiento anarco punk en El Alto. Tal como escribe ella misma, el pogo alteño se abre camino por sí mismo y tiene la intensidad de sus calles: una mezcla atiborrada de rostros, movimiento y memoria.
“No pongan pues esos ch’ojcherios”, le dice una compa al encargado del sonido en el Kenkore.
El Kenkore es un espacio que entonces se había abierto en el garaje de Valerio, miembro del movimiento anarco punk alteño. En aquel momento, después de la Guerra del Gas, la movida anarco punk estaba reagrupándose en la Hoyada y surgiendo con más fuerza en El Alto.
Valerio y Gabriel, otro compañero activo en la movida, proponían usar música chicha en el entretiempo, cuando se alistaban las bandas ander para tocar.
El Kenkore está en la zona Kenko en El Alto y se creó gracias a la autogestión de los compas. Allí se daba paso a reuniones donde la cohesión entre jóvenes vestidos con pinta punk o dark, miembros de sindicatos, vecinos y escolares daba una impresión abigarrada.
Esa imagen pronto fue reflejada en una pintura mural de Valerio.
–¿Y de qué siempre se hablaba?
Después de los conflictos del 2003, la memoria colectiva en las jornadas contraculturales se reforzaba gracias a la proyección de documentales. En los debates políticos, planteado por los vecinos, se atisbaba el horizonte de una nueva Constitución Política. Una idea que era contendida por los jóvenes que abogaban por la abolición del Estado y, por ende, de la Constitución.
También se cuestionaba, en conjunto, la nueva propuesta política que traía el MAS y que luego tomaría el poder.
En la zona de Oro Negro, la juntucha se extendía en la plaza principal y se hacían debates más amplios, entre personajes igual de variados.
“El punk tiene que ser político o no es punk. Debe ser un agente de construcción. Lo que acontecía en esos años era una conjunción entre el anarquismo social y el punk”, comenta Gabriel.
–¿Y qué punk se escuchaba?
–Sin dios, la Polla Records, Non servium, Ska-p. De donde surgieron bandas como Cultura Anónima, La Cruz del Noise.
“En cuanto a la lectura, los compañeros traían textos de Kropotkin, Malatesta. Se leía hasta del katarismo e indigenismo”, dice Valerio.
“A la par, el colectivo Anarco Punk ACA (que se reunía en la terminal) leía a Marx Engels, Bakunin, Kropotkin, La biblia satánica”, rememora Víctor Gironda.
En años posteriores, un colectivo cuyos miembros provenían de diferentes espacios, a la cabeza del compañero muralista Valerio, intervenía las calles de El Alto con ilustraciones punk. Además de mensajes bajo la premisa del apoyo mutuo contra el abuso de autoridad y defensa a la causa del TIPNIS. Pintaron el puente Bolívar, la piscina de Santa Rosa, Tilata e incluso bajaron hasta Tembladerani y Nudo Vita.
También se realizaron acciones animalistas significativas junto a la articulación Anarco-Hardpunk de La Paz. Una de estas, al circo internacional “Kory”, en protesta de la manipulación y maltrato de animales en sus espectáculos. Tal fue la intervención de los compas y la difusión de aquella injusticia que se pararon las prácticas violentas de los circos.
Evoquemos: “Mientras la escena rockera de La Paz creía que la mayoría de la escena alteña estaba compuesta por punks, ya que El Alto era aquella vez (1985) un suburbio lleno de zonas donde no había servicios básicos, transporte, seguridad, y atención de las autoridades (que no cambió mucho), la banda más representativa del hardcore punk fue fundada en la ciudad de El Alto, hablamos de SCORIA”, recuerda Julio César Gutiérrez en su crónica “Oveja Negra pub rock” (No me jodas, no te jodo, 2018, Editorial Sobras Selectas).
El grupo Scoria nace en 1992 y como se inicia con el punk, la propuesta fue, entonces, de denuncia.
“Para alcanzar la libertad hay sacrificios que tengo que superar,
si muero hoy no hay marcha atrás,
mañana mis hermanos lucharán por mí”
Dice la letra del grupo Scoria de la primera tanda, en la canción «Crecer».
“Esos años esa era la única banda que más o menos era de El Alto, con sus respectivas letras que iban en contra del gobierno de Goni”, cuenta Angélica, una compa alteña y punk que fue miembro de las bandas punketas Oscuridad y Puruma. Actualmente es integrante de Perra tu Vida.
De ese modo, Angélica también recuerda el violento escenario de los tanques subiendo por la autopista, gente organizada lanzando piedras, las trágicas balas perdidas en los hogares y su propia participación en la quema de la Alcaldía junto a sus hermanos.
“Nosotros, el pueblo, estábamos enardecidos”, explica Angélica.
No se puede hablar sobre un movimiento punk neto en El Alto, ya que la escena ander termina siendo una conjunción de seguidores de variados géneros del underground.
De manera que, entre metaleros y punkis, se compartía música, letras contestatarias y alcohol en espacios itinerantes.
Tal es el caso de La casa de la bestia, un estacionamiento en Villa Dolores que apodaron así por el minibús de su dueño que tenía en la placa un 666. Hasta el 2007 se realizaron estos encuentros en construcciones a medias y patios de tierra.
“Solo las bandas de verdad vienen hasta acá”, me dice Luis.
Él es gestor de Arka Ira, un espacio contracultural en Ventilla. Un sitio que empezó dando clases de sikus y que pasó a formar una tropa que participaba en el aniversario vecinal.
Luego, en 2014, se convirtió en un centro cultural autogestionado y que también recibía a bandas punk y de metal con el backline listo. Además de los jóvenes curiosos y emocionados, que se daban paso a criticar estos grupos musicales, varios otros se llegaban a identificar con las letras que traían, por mayoría, contestatarias.
Una de las anécdotas y un hito marcado por el Arka Ira fue el de realizar campañas en época de Navidad con bandas punk y de metal. Hacían chocolatada y un característico pogo en el que participan adolescentes y, en especial, niños.
De una generación a otra, las consignas de levantar al otro si se cae mientras se daba vueltas en la platea y de esperar el momento preciso de la batería para empezar el pogo se plasmó en las y los muchachxs de la zona.
Una lectura simbólica añadida al texto: En el movimiento anarco punk se encuentra lo hostil y a la vez liberador de estar en un espacio donde, en colectivo, nace la fuerza de rebelarse contra la inmundicia de la autoridad.
El pogo se forma en estos espacios underground alteños con una intensidad, similar a las calles, característica de cada distrito, atiborradas de gente que se abre su propio camino y donde la memoria no se apaga.
Agradecimientos por las entrevistas a Bicho (Victor Gironda), Gabo A., Angélica G., y Valerio.