DESINFORMACIÓN: FORMATOS, CANALES Y FUENTES

Tomar consciencia de cuáles son las formas en las que percibimos que circula la desinformación, además de los canales más utilizados para su difusión, es de mucha utilidad para pensar que retos enfrentamos como comunicadoras/es, creadoras/es de contenidos y periodistas.

Uno de los hallazgos más interesantes corresponde a los canales en los que estas comunicadoras/es y periodistas consideran que circula la desinformación con mayor frecuencia.

Sin lugar a duda, como podría suponerse, las redes sociales ocupan el primer lugar.

Prácticamente todas las personas que participaron en la encuesta seleccionaron esta opción. Luego marcaron a las aplicación de mensajería y llamadas (siete de cada 10).

El resultado referido a la redes sociales se complementa con un nivel de confianza que no supera los tres puntos (en una escala del uno al cinco) para todas las redes sociales. Siendo TikTok la que inspira menos confiabilidad (2.2).

En tercer lugar, poco menos de la mitad mencionó a los medios de comunicación tradicionales (televisión, radio, periódicos) como canales de circulación de desinformación.

Aunque la cifra no es alta, no deja de ser llamativo considerando que un buen segmento del universo de la encuesta trabaja en este tipo de medios de comunicación.

Este hallazgo se conecta con otro resultado llamativo: seis de cada 10 personas encuestadas sienten que perdieron confianza “en fuentes de información y medios de comunicación”.

Es necesario considerar que este deterioro en la confianza de medios de comunicación, periodistas y otro tipo de instituciones es parte de las estrategias que utilizan las industrias de la desinformación para instalar sus narrativas en el debate público de manera más efectiva.

Pero esta no es única causa de un fenómeno que podemos calificar como multifactorial. Este descrédito también es espoleado, en muchos casos, por falta de rigor periodístico, carencia de independencia financiera, poca transparencia respecto a los ingresos de los medios, dificultades narrativas para difundir información de calidad y la aparición de nuevos protagonismos en el espectro mediático e informativo (creadores de contenido, influencers en distintas proporciones).

Siempre en el contexto de constantes disrupciones en cuanto a soportes, formatos y canales.

Esto plantea grandes retos respecto a la responsabilidad que tenemos como sector de recuperar esa confianza, fortaleciendo nuestro compromiso ético con la sociedad, robusteciendo nuestras competencias mediáticas e innovando en narrativas que nos acerquen de manera más efectiva a nuestras comunidades.

Con esta evidencia, es importante motivar la participación de periodistas y comunicadoras en capacitaciones, programas de formación y otro tipo de proyectos vinculados a la alfabetización mediática e informacional. Tanto para reconstruir la confianza en nuestro propio trabajo, como para probar y construir, colectivamente, soluciones ante un horizonte tan adverso.

Una perspectiva integral en AMI es fundamental para recuperar la confianza de las audiencias y reconstruir el vínculo entre comunidades y medios.

Respecto a los formatos, existe una clara diferencia de percepciones entre aquellos que actualmente tienen mayor preponderancia frente a los que consideramos tradicionales.

Videos en redes sociales, mensajes y audios en WhatsApp, imágenes y fotografías son los formatos que son considerados predilectos para la difusión de desinformación.

Por el contrario, las noticias publicadas en medios impresos y audio (radial o podcast) se perciben como menos proclives a la difusión de desinformación. Los noticieros televisivos también conservan cierto grado de credibilidad.

Es interesante subrayar la amplia evidencia que hay en la explotación de estas aplicaciones para la propagación de desinformación. Una de las más paradigmáticas y cercanas, en tiempo y espacio, aunque no la única, es la experiencia brasileña, durante el periodo preelectoral que derivó en la elección de Jair Bolsonaro como presidente.

Por otra parte, es necesario subrayar la paradoja que se presenta respecto a la desconfianza en medios escritos. Mientras existe una desconfianza de prácticamente el 50 % de las personas encuestadas sobre estos contenidos en soporte digital, un porcentaje reducido (9 %) expresa la misma susceptibilidad con las noticias escritas publicadas en medios impresos.

Esta paradoja podría estar influida por varios factores.

Por un lado, la tradición de marca como “periodismo serio”, construida a lo largo de décadas, de la que aún gozan varios medios impresos. En el otro extremo, varias investigaciones evidenciaron la creación de medios digitales fantasmas con objetivos políticos de desinformación evidentes.

Lastimosamente, este último fenómeno merma la confianza en proyectos periodísticos nativos digitales de gran calidad y da lugar a estereotipos que refuerzan en contexto adverso para personas dedicadas a la comunicación y el periodismo en la actualidad.