Virginia Ayllón presentará hoy en Cochabamba su libro ‘El pensamiento de Adela Zamudio’. Conversamos con ella para conocer sus percepciones de la obra de la escritora cochabambina y la importancia medular de su potencia narrativa y poética.
María Gabriela Flores
La escritora y académica paceña Virginia Ayllón es una de las voces más respetadas y combativas de la intelectualidad boliviana contemporánea. Tal como nos cuenta en esta entrevista, y a diferencia de una mayoría casi absoluta de la intelligentzia nacional, no se sirvió de caretas para alcanzar este sitial, sino de un trabajo agudo, constante y revelador. Tal como sucede con Adela Zamudio a lo largo del siglo XX y la actualidad, las más jóvenes podríamos preguntarnos «¡qué haríamos sin Virginia!»
Sin su labor de rescate y difusión, sin su militancia acérrima, sin la claridad de su crítica, ¿qué caminos estaríamos recorriendo? Como bien nos apunta en esta conversación: «el olvido es un mecanismo de dominio». Entonces, no dejemos que nuestras Adelas, nuestras Virginias, caigan en la ignominiosa bruma del silencio. ¡Alcemos nuestra voz junto a las suyas!
¿Cuál fue tu primer acercamiento con la obra de Adela Zamudio? ¿Qué encontraste en su obra?
Tal vez conocí a Zamudio, como casi todes, en el colegio, tal vez lo primero que leí fue su poema «Nacer hombre» y casi seguro que me impactó. Lo seguro es que me acerqué a su obra cuando, por razones personales, relacionadas con mi quehacer de escritora, me dediqué por dos años a leer la obra solo de escritoras porque me di cuenta que a pesar de haber estudiado en la carrera de literatura de la UMSA y preciarme de ser buena lectora, había leído muy poco a las escritoras. Ahí me encontré con un mundo maravilloso y oculto, como oculta era la obra de María Virginia Estenssoro, Hilda Mundy y Lindaura Anzoátegui de Campero, la que estudié a detalle. Y ahí, a medida que leía a las bolivianas, resonaba Zamudio en todas ellas, por eso decidí leerla a profundidad y lo que encontré fue increíble: su obra es el centro de la escritura femenina en Bolivia, la de antes de ella y la posterior, hasta ahora. Ella alumbra todo nuestro quehacer.
¿Cuál es la cita que más te gusta de la obra de Adela Zamudio?
«Yo no puedo, no puedo/ ponerme la careta del engaño/ y hacer de esos dichosos un remedo».
De este verso de su poema «Peregrinando» me ha impactado su carácter ético, su llamada a no vivir con «caretas de engaño». ¡Y eso es tan difícil! En un mundo en el que somos empujadas a fabricar máscaras de buenas madres, de excelentes amantes, a veces de ingenuas, otras de rebeldes, otras de víctimas, otras de intelectuales, otras de súper mujeres… caretas, caretas y más caretas.
La novela ‘Íntimas’ tiene como protagonistas a mujeres que se vinculan y entraman. ¿Tú crees que en esas relaciones hay lo que ahora llamamos “sororidad”?
Totalmente. En Íntimas, Zamudio dibuja la relación entre géneros de fines del siglo XIX e inicios del XX en Bolivia, por lo que no podría concluir otra cosa que la situación desvalorada de la mujer en la sociedad patriarcal. Es impresionante el dibujo que ella hace de los efectos de esa sociedad en las mujeres, en su vida, su psicología, sus relaciones, sus proyectos de vida, especialmente las que se quieren autónomas; es duro, es angustiante. Pero, como también en su poesía, sus cuentos y sus ensayos, ella se plantea «¿qué salida hay?» Y se responde, precisamente, con la amistad entre mujeres, con la construcción de espacios femeninos, primero para dolerse, para llorar, para curarse heridas, y luego para crear: allí ubica la importancia de la escritura para las mujeres. En este planteamiento Zamudio se relaciona con varias escritoras que desde el arte de la palabra también construyen mundos femeninos como las hermanas Brontë, Jane Austen, Emily Dickinson, Toni Morrison y, especialmente las que escriben ciencia ficción como Margaret Atwood, Ursula Le Guin y nuestra Alison Spedding.
¿Crees que la crítica feminista que Adela Zamudio plasmaba en su obra sigue vigente?
Claro que sí, porque a diferencia de otras escritoras que denunciaron la situación de la mujer o plantearon sus derechos, ella reflexionó sobre los orígenes de esta dominación; por eso es nuestra pensadora feminista más importante. Pero ella no era panfletaria, ella no escribe particularmente por los derechos de las mujeres, ella se pregunta del porqué de esa situación, y al hacerlo explora las razones de esa dominación, es decir, ella explora las bases del patriarcado y por eso su pensamiento está tan vigente.
¿Crees que actualmente se da mayor visibilidad a la «escritura de las mujeres»?
Sí y no. La escritura de mujeres, al igual que el «tema de la mujer» se vuelve de moda de vez en cuando. A veces ello coincide con las reivindicaciones feministas, pero a veces también sucede por razones del mercado editorial y otros. La escritura de las mujeres aún se analiza desde un campo específico, como algo exótico, lo que evita que se la mire en el conjunto de la literatura. Como en otros ámbitos de nuestras luchas, este sigue siendo un campo de batalla en el que las escritoras nos movemos, junto con el rescate. No hay que olvidar que el olvido es un mecanismo de dominio, por lo que el rescate, lo sabemos, es siempre una de nuestras tareas.