«Yo me opondré al autoritarismo, porque toda dictadura me cae mal, así como toda burguesía me cae mal. Aunque sea indígena, toda burguesía me cae mal», dice Virginia Ayllón.
La conversación de ZUR con Virginia Ayllón es una profunda reflexión sobre las formas de pensar, estar, acompañar, resistir y luchar que nos demanda este tiempo. La sororidad tentacular, descrita por Donna Haraway, la meditación del silencio del Vipassanna o la propuesta de la retaguardia activa son esas formas otras de encarar la historia que vivimos.
Esta conversa forma parte del ciclo de conversaciones ¿Qué tiempos son estos?, un espacio al que invitan a diversas personas a repensar el mundo y la forma de habitarlo. ZUR celebra sus 10 años con esta propuesta de diálogo y pensamiento. Aquí publicamos extractos de la entrevista con Virginia Ayllón. Anteriormente, publicamos la conversación con Silvia Federici que puedes leer aquí
Virginia Ayllón es escritora y crítica literaria boliviana. Tiene libros y artículos de literatura como también de pensamiento crítico sobre temas sociales, de género y de cultura. Ha sido docente de grado y post grado en universidades bolivianas. Su producción literaria, así como la de reflexión crítica está publicada en libros y revistas de Bolivia y otros países. En 2023 se publicó la 2ª edición de la Antología del pensamiento crítico en Bolivia, elaborada en coautoría con Silvia Rivera.
Los tiempos del colapso
Huáscar Salazar: […]¿Qué tiempos son estos que nos ha tocado vivir? […] Somos testigos de un incremento sin precedentes de la violencia global, vemos la exacerbación de discursos violentos desde gobiernos tanto de derecha como de izquierda y observamos un inquietante retorno a posiciones cada vez más conservadoras. Todo mientras enfrentamos una crisis climática que […] se materializa en nuestra vida cotidiana, alterando nuestras formas de existir. […]
Virginia Ayllón: Coincido con quienes piensan y reflexionan que estamos viviendo el momento del colapso del capitalismo, pero que también es el colapso de la humanidad tal como la conocemos hasta hoy. Guerras siempre ha habido. Enfermedades y pandemias siempre ha habido. Retroceso a la derecha, tendencias dictatoriales, conservadurismo es algo propio de la humanidad. No es algo específico de este momento, como lo es el colapso ambiental. Esto nos hace teñir nuestras reflexiones de cierto tono apocalíptico, que tampoco lo comparto. Hay una sensación de que todo estuviera acabando y nos preguntamos: «¿qué vamos a hacer?»
Creo que ese «qué podemos, qué tenemos que hacer» debería provocar una reflexión que tenga en su centro una característica fundamental que hemos estado ya practicando en algunos movimientos, algunas personas, algunos colectivos: humildad extrema.
[…] Nos tienen que horrorizar todos los horrores. No creo en la jerarquización de los males. Es decir, me sigue espantando la capacidad humana del exterminio, desde los tutsis, Palestina, la migración venezolana, etcétera. Es una característica humana la violencia y eso explica este colapso.
No solamente sería una vuelta de tuerca, sino una nueva forma de vivir el colapso. Como dice Donna Haraway, podría ser creando nuevos parentescos porque por supuesto que otras especies van a sobrevivir a este colapso […] Hay que vivir el colapso con cierta alegría porque esa es una forma de resistir.
Aprendizajes para enfrentar el colapso
Diego Castro: […]¿Qué aprendizajes nos resultan realmente útiles? ¿qué deberíamos dejar de sostener?
V.A.: Todo colapso tiene que ver con las experiencias prácticas de vida y con nuevas formas de socialización. Lo que Donna Haraway llama ‘sororidad tentacular’: esas relaciones sociales afectivas que implican dependencia mutua, que entre humanos pueden llevarnos hasta morir de amor. Sin embargo, no hemos desarrollado ese tipo de vínculos con otros seres.
Esto lo aprendí junto a las mujeres del barrio popular donde vivo, durante la pandemia. […]Durante esa terrible crisis política que enfrentamos los bolivianos, algunas mujeres tuvimos la inteligencia de no hablar. […]
Era cierto lo que nuestras madres nos decían : si no tienes algo bueno que decir o vas a decir una barbaridad, mejor cállate. Eso debería convertirse en una cuestión política.
Cuando sabíamos que íbamos a enfrentarnos, decidimos callarnos y recurrimos al intercambio de verduras que cada una había producido en su huerto. […]
Conectamos con esa tendencia global de mujeres sembrando huertos urbanos. De alguna manera se repite la experiencia de las guerras mundiales, cuando las mujeres cultivaban pequeños huertos. Experiencia que permite establecer una relación con otros seres […] y viene con la responsabilidad de los cuidados.
[…] Se trata de la construcción de pequeñas comunidades, efímeras. No vamos a hacer grandes comunidades de rebeldes. El movimiento feminista nos ha enseñado cómo el pequeño colectivo se junta con los otros para grandes reivindicaciones y ahí se acaba su relación. No quiere formar un gran partido, una coalición, una agenda política. Toditas afuera para el 8M, las que nos peleamos y las que no. Y luego: adiós compañera, que te vaya bien. Las unas a tejer, las otras a leer, las otras a su intelectualidad y las otras a llorar. Eso es lo que vale: efímera.
Accionar desde la micropolítica
H.S.: Me gustaría profundizar en tu posición sobre que ya no es tiempo de pedirle cosas al Estado, ni siquiera desde una perspectiva progresista. ¿Podrías desarrollar más la idea de la micropolítica?
V.A.: Hay ejemplos muy concretos, no solamente es ideología. Los Estados no han podido hacer nada para reducir los efectos del cambio climático. […] En contraposición, tenemos muchas experiencias de la sociedad civil que incluso se han enfrentado al Estado, como el caso de los indígenas del TIPNIS en Bolivia, o los indígenas mayas y otras etnias contra el Tren Maya. […]
Hay ricas experiencias en diferentes rincones de la tierra que además hay que rastrearlas porque, en general, no se espectaularizan en los medios de comunicación. […]Estas otras experiencias son diferentes: son rastreables solo si participas directamente en ellas y vas descubriendo sus conexiones…
[…] De estas experiencias solo sabemos quienes estamos involucrados, los que estamos de este otro lado. La visibilidad mediática no es la medida del éxito. Pero puede haber movimientos que sí buscan dialogar con el Estado, y tienen derecho a hacerlo, cada movimiento es autónomo y no pretendo imponer mi forma de pensar a otros.
Lo fundamental es apoyar las causas justas: si hay una marcha por la tierra, participamos, pero no desde una posición vanguardista sino desde la retaguardia activa, nuevamente callados. La vanguardia la tienen aquellos a quienes apoyamos, pero no queremos ni liderizar su movimiento, ni ‘darles línea’, ni nada parecido.
La retaguardia activa
D.C.: Me gustaría profundizar en esta idea de la retaguardia activa que mencionas. ¿Cómo piensas que pueden darse los encuentros, los intercambios y el crecimiento entre diferentes experiencias?
V.A.: Las relaciones entre estas experiencias se tejen naturalmente a través de intereses comunes, generando propias formas de comunicación desde la dinámica misma de la acción.
La retaguardia activa es una actitud moral de solidaridad que reconoce que el otro es quien tiene la reivindicación y, por lo tanto, es quien debe dirigir la acción.
Es ese otro quien se presenta ante los medios o toma las decisiones que considere. Quienes estamos apoyando permanecemos en silencio, sin intervenir, a menos que se nos pida específicamente nuestra palabra.
Esto representa un cambio moral fundamental. Antes era muy fácil sumarse a la lucha de vecinos, indígenas, mujeres, jóvenes o habitantes de las villas, y empezar a teorizar sobre ellos como actores sociales y sus procesos de subjetivación. La retaguardia activa propone algo distinto: vengo a apoyar tu lucha, pero tú la diriges porque es tuya. Yo solo aporto mis brazos y lo que pueda ofrecer.
Es un concepto muy poético que lo pusimos en práctica, por ejemplo, durante la lucha de los indígenas del TIPNIS contra la carretera del IIRSA. Participamos muchos colectivos contraculturales: algunos hacían comercio justo, otros tejidos, otros eran clubes de lectura. Las que éramos viejitas y ya no podíamos caminar nos quedamos acompañando a las mujeres dirigentes indígenas, mientras los jóvenes marchaban con ellos.
Recuerdo que algunos compañeros que venían de la izquierda decían: “No, estos dirigentes están equivocados, deberían hacer esto o aquello”. Al final, fuimos reprimidos y varios compañeros terminaron en la cárcel, porque el Estado también ubica el potencial de estas pequeñas disidencias, sabe que pueden horadar con cierta efectividad en las cosas.
Formas otras de hacer política
H.S.: Vicky, quisiera partir de tu lectura sobre lo ocurrido en Bolivia en 2019 para reflexionar más ampliamente sobre cómo el progresismo tiende a invisibilizar problemas fundamentales. […] En tiempos electorales, incluso los colectivos y movimientos sociales terminan resignándose a apoyar al “menos malo”, como si esa fuera la única forma posible de hacer política. ¿Qué opinas sobre esto?
V.A.: En el centro de tu pregunta está el tema de la posibilidad de la democracia y, más específicamente, nuestra participación en ella. Ni siquiera hablamos ya de democracia, sino de elecciones, que es el programa del Estado. Ahora todos deben hablar de elecciones, de candidatos.
Me hace pensar en lo que ocurrió hace un par de décadas con las mujeres zapatistas, cuando hicieron su revolución dentro de la revolución. Dijeron: “No nos vengan con que este es un discurso de nuestros ancestros, porque resulta que esos ancestros eran inequitativos con las mujeres y los jóvenes. Si esa era su ley, no la queremos”. Así iniciaron esa revolución de jóvenes y mujeres. […]
Cuando hablamos de democracia, solo nos remitimos a partidos, elecciones y Parlamento, cayendo en ese discurso unívoco de la política. […] Esto del “mal menor” es seguir jugando en las mismas arenas. Es muy difícil salirse de ahí, Huáscar, muy difícil. Necesitamos otras prácticas que acompañen el quehacer democrático, porque si no te sientes fuera de la democracia, porque esa es la única que conoces.
Y ahora, cuando vemos tendencias autoritarias —curiosamente hoy las veo más en la izquierda que en la derecha; en mi país la izquierda exhibe un preocupante autoritarismo, aunque esto no sea nuevo.
Yo me opondré al autoritarismo, porque toda dictadura me cae mal, así como toda burguesía me cae mal. Aunque sea indígena, toda burguesía me cae mal.
D.C.: Estaba pensando en estos momentos de intensa concentración en la política estatal. Durante estos periodos siempre existen disidencias y experiencias que, como mencionabas, ni siquiera aparecen en el radar, pero siguen sucediendo. ¿No podríamos aprender algo de estos ritmos?
Si uno observa, pareciera que todo se mueve al compás de esa música electoral, pero estoy convencido de que en tres meses volverán las preocupaciones que realmente nos importan: el agua, la violencia, las desigualdades profundas. ¿No podríamos, desde el compartir experiencias, pensar estos momentos de otra manera?
V.A.: Esto que dices me parece bien interesante. ¿Por qué no reflexionamos alternativamente sobre el momento electoral? Porque ese ciclo político no toma en cuenta la crisis medioambiental, no considera la pobreza. Es un discurso solipsista en el que los ciudadanos nos metemos porque empezamos a hablar de los candidatos, de las encuestas.
Me parece muy interesante incluso armar colectivos para pensar cómo diablos salimos de eso, qué hacemos. El gran desafío ético de estos pequeños colectivos (que pueden ser de dos personas, pueden ser de diez y en algunos momentos son también individuales) tiene que ver con desarrollar formas de vivir que son las que pregonamos hacia afuera.
Por ejemplo, si estamos en contra de la violencia contra la mujer, pero de a de veras, pues en esos espacios no vamos a repetir esas marcas patriarcales.
Se trata de vivir esas sociedades que hemos soñado, porque estamos viviendo el colapso y entonces, si no, ¿cuándo las vamos a vivir?
Entonces no solamente es vivir tratando de ligarnos con otras afectividades en la naturaleza, sino también poniendo estos sueños en práctica. Por eso es que también resurgen discursos alternativos que los hemos dejado de lado, los hemos minimizado.
[…]Nosotros tenemos que dar cuenta de nuestras vidas, no podemos dar cuenta del universo, pero sí de nuestras vidas y así nos vamos a habilitar a tener lazos éticos con otros seres y otros colectivos y posiblemente crear un mundo mejor.
La literatura, las palabras y la crisis
H.S.: En la presentación de “En/clave salvaje” hablabas de que la expresión última de las crisis es ese momento en que nos quedamos sin palabras para nombrar lo que está pasando. […] ¿Por qué elegiste el camino de la literatura y cómo sientes que nos puede ayudar?
V.A.: Vivimos en una sociedad del ruido. […] Creo que el derecho al silencio es un derecho que hemos perdido.
La literatura está hecha desde el silencio: se trata de encontrar aquella palabra que reemplace al silencio, pero que no sea una palabra cuyos sentidos estén ya gastados.
Si quiero expresar lo que siento por una persona, ya no puedo decirle “te amo”, eso ya no significa nada. Mi vida se va en buscar esas palabras. Y mientras tanto es el silencio, porque ando en ese mar de palabras buscando la precisa para nombrar ese sentimiento. Esa es la poesía, ese es el origen de la literatura.
Pero también creo que es esos elementos ante los que occidente nos ha enseñado a sentir terror: la muerte, la soledad y el silencio. Si no reflexionamos sobre la muerte hasta amigarnos con ella, no hemos reflexionado realmente sobre la vida, solo vivimos asustados. En las crisis, lo primero que aparece es precisamente el susto, porque le tememos a la muerte.
Lo mismo pasa con la soledad, ese terror a la soledad que nos ha creado occidente, que es propio de la filosofía occidental. En las filosofías orientales es bienvenida porque son los momentos en que te nutres de ti mismo. Y lo mismo pasa con el silencio.
Así que esa importancia tiene el silencio en mi vida. Valoro la productividad del silencio. No te olvides que hay la meditación del silencio, la Vipassana. Yo la practico, está muy difícil en un mundo tan ruidoso, pero es maravilloso, es una bendición.
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